Educación vial Regulación del tráfico en el Campo del Sur

Policía por un día

  • Un escolar disfrazado de agente controla el tráfico en la entrada de su colegio junto a la patrulla de barrio

Ayer fue un día especial para Daniel. Una mañana más, su madre le despertó a las ocho, pero esta vez no fue remolón, pegó un salto de la cama. Estaba muy nervioso. A sus cinco años, iba a regular el tráfico en el paso de peatones que está delante de su colegio Campo del Sur, junto al policía Benito Santos.

Antes de las nueve menos cuarto, Daniel Real ya está con sus padres en la puerta del colegio vestido con el disfraz de policía que le había hecho su abuela. No le faltaba detalle. La gorra, el silbato, el escudo en la solapa, las franjas amarillas del uniforme. El mismo color, el mismo traje. Sólo la altura de cada uno impide que Benito y él sean dos gotas de agua.

Benito Santos lleva casi cinco años trabajando dentro de la patrulla de barrio que coordina Ginés Rojas, que ayer también estuvo presente en el Campo del Sur. Los vecinos de Santa María, saludan a los policías al llegar al colegio, especialmente los niños. "Hemos conseguido conectar con los vecinos y que ellos también se involucren con la labor policial", explica Ginés Rojas, jefe superior. Muestra de ellos es la participación de Daniel Real en una de las labores de esta patrulla de barrio.

En medio de la calzada, vigilado y agarrado en todo momento por el policía local, se sitúa Daniel. Con el silbato en la boca, sus pequeñas manos imitan las de Benito. Está cortado, todo el mundo le mira pero no muestra miedo cuando los camiones y autobuses pasan a su vera.

El silbato de Daniel no se sincroniza con el del policía Benito Santos, pero entre los dos consiguen regular el tráfico. Los conductores de los coches sonríen al ver a este niño de cinco años obligándoles a parar.

"Ahora le da vergüenza pero ayer quería que le cortara el pelo para parecerse a Benito", comenta risueña la madre de Daniel, Lidia Iglesia, mientras su padre Juan lo graba en vídeo. Poco a poco, Daniel se va soltando, sobre todo, al ver a sus amigos disfrazados cruzar el paso de peatones. De Batman, de pirata, de china, de indio. Todos los alumnos de infantil van disfrazados.

"Benito, ¿cuándo me toca a mí?", grita desde la acera Abraham, un niño de seis años que también iba a regular el tráfico esa mañana. "Hoy no puedo, se me ha olvidado el disfraz en casa", explica gritando por encima del ruido de los coches. Su madre le había preparado un disfraz de policía pero los niños de primero de primaria celebra el carnaval otro día. "Tengo hasta una gorra de verdad que me ha regalado Benito", apunta ilusionado Abraham que asegura que quiere ser de mayor policía local.

"Nos sentimos muy arropados por los vecinos del barrio, nos conocen y en muchas ocasiones actuamos de intermediarios cuando los residentes tienen problemas en sus viviendas o en los colegios tienen problemas con los alumnos, por ejemplo", señala Benito que, además de policía, está licenciado en psicología y da clases de Deontología Policial a los futuros agentes.

Cerca de las nueve y cuarto, apenas hay padres y niños en la puerta del colegio. Daniel se despide del policía y entra en clase. Ha sido un día muy especial.

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