Andalucía

"Cuando Kofi Annan recibió el Nobel se me cayeron los pantalones"

  • Los asistentes se mostraron muy interesados en el debate por la situación de España

Será por aquello de que nada puede ser más duro que todo lo que ha visto ya en el mundo, pero José Antonio Bastos jugó al ataque desde el minuto 1. Dice lo que piensa y si tiene que criticar alguna situación que no le gusta lo hace.

En el coloquio que se abrió con los asistentes al Foro de Cádiz en el Casino Gaditano, el personal aprovechó que Bastos daba juego con todos los temas y, por lo tanto, se habló de crisis, de riesgos, de papeles de organismos como la ONU, de farmacéuticas...

Aunque hablamos de Médicos sin Fronteras, las primeras preguntas cerraban la frontera y se referían a las situación de crisis que vive España. En este sentido, cuando fue cuestionado sobre su opinión acerca de la prohibición de prestar asistencia sanitaria a los inmigrantes sin tarjeta de residencia, Bastos considera que pese a que no le gusta hacer juicios de las cosas cuando no tienen información de primera mano, calificó el tema como "muy preocupante" y añadió que puede traer consecuencias "dramáticas". El presidente de Médicos sin Fronteras de España considera que se puede trasladar el mensaje erróneo a la sociedad de que "los inmigrantes gastan mucho y eso no es así".

Bastos asegura que por el momento no cree que tengan que trabajar en España con inmigrantes "porque hay otras organizaciones mucho mejor equipadas para trabajar aquí, pero no somos ciegos y puede llegar el momento de que tengamos que hacerlo".

En Grecia están apareciendo casos de malaria en una población cada vez más empobrecida por la crisis económica. José Antonio Bastos no cree que eso se pueda dar en España "porque aunque la crisis va en la misma dirección, allí es mucho más acelerada y parten de una situación mucho peor". Asimismo, añade que el sistema sanitario español está más avanzado en ese sentido. En este sentido, afirma que si tienen que llegar a intervenir en España sería por ayudar a determinados colectivos de la población, como los inmigrantes por ejemplo, que por enfermedades.

En una situación convulsa como la actual y ante la posibilidad de un estallido de la sociedad civil, tira de lo que ha visto: "Por experiencia en lugares como Ruanda o Bosnia, el apelar a cualquier cosa como la xenofobia o el nacionalismo lleva a la preocupación".

Y sobre los organismos internacionales no hubo demasiadas palabras. "La FAO (Organización de Naciones Unidas para la Alimentación) es de la que sé menos y eso es significativo porque pocas veces nos la encontramos sobre el terreno y eso no es bueno".

De la ONU afirma que "tiene que existir pero funcionar mejor" y sobre todo tiene un problema , que "no es neutral". La experiencia en Ruanda "es la más aterradora", tanto que señaló ayer en el Casino Gaditano que "cuando le dieron el Nobel de la Paz a Kofi Annan (ex secretario general de la ONU) se me cayeron los pantalones, porque se encargó de ordenar la retirada de las fuerzas militares internacionales". Por su parte, de la Organización Mundial de la Salud (OMS), aseveró que es "víctima de la privatización de las cuestiones de la solidaridad social que se pusieron tras la II Guerra Mundial. Le están quitando poder real".

Y en este mundo en el que conviven los miembros de Médicos sin Fronteras sobre el terreno las farmacéuticas tampoco salen muy bien paradas. Algunas, dice, para tener una buena imagen "venden en África una vacuna a 30 céntimos cuando aquí lo hacen a tres euros". Eso está bien, pero el problema surge cuando a las farmacéuticas les merece la pena "investigar mucho más en la Viagra, que les da más dinero".

A pesar de vivir en lugares donde la vida de las personas vale muy poco, reconocía que el índice de secuestros y pérdida de vidas entre sus miembros no era muy alto, y se podía asemejar al de sectores como el de la construcción. No obstante, en la actualidad hay dos voluntarias de la organización secuestradas en Kenia "y eso es algo que vivimos con mucho dolor porque son personas que van a ayudar".

Cuando uno ha visto de todo la vuelta a la realidad cotidiana es muy dura. Bastos todavía recuerda y no ha superado la primera hambruna que vio en Somalia ni los horrores en Ruanda. Sin embargo, al final tiene que acostumbrarse a la cotidianidad: "Cuando volví, no podía entender que la gente se preocupara por el fútbol y me ponía nervioso el lujo y la artificialidad. Me extrañaba incluso ver a mi alrededor a tantos niños sanos". Esa normalidad que la inmensa mayoría vemos, no ocurre en otros muchos lugares del mundo y José Antonio Bastos lo sabe. Por eso sus palabras nunca pueden herir tanto como la realidad.

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