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OBITUARIO

In memoriam de don Pedro Rodríguez Mariño, sacerdote

Alguno se habrá preguntado qué le pasa a D. Pedro que no publica nada en el Diario. Hoy D. Pedro es titular en primera plana del Diario Celestial. Entrada por la puerta grande, pasodoble y aplausos. El primer día del año, aprovechando el tiempo, sin prisa, pero sin pausa. De la mano de la Madre de Dios y Madre suya.

A la hora en que se nos ha ido, sobre la nueve y media, me planteaba yo que tenía que gastar muy bien el nuevo año que la providencia me regalaba. Mientras me encomendaba a la Virgen y besaba un crucifijo, el que ahora lleva en sus manos, pensaba en D. Pedro. Pero, y lo más importante, también lo hacía el Padre eterno, que le mandaba a María Santísima a que le acompañara al cielo. No querían empezar el año sin él.

"Hoy, que no publica nada en el Diario, es titular en primera plana del Diario Celestial"

Para mí D. Pedro siempre ha sido una bendición. Con su alegría y pillería, su amor a la libertad, con su espontaneidad y cercanía. Su profunda fe y vida cristiana. Su pasión por la naturaleza, por el arte, la pintura… ¡Cuántos recuerdan sus paseos por el campo! Últimamente cortos y en llano. Pero siempre movilizado, en camino, en salida. Su vida, su sacerdocio, su amistad son una bendición de Dios.

Una bendición, porque al verle, te daban ganas de vivir, de querer, de ser libre. Te hacía bonito, andadero y atrayente el camino de la vida. Te gritaba que todo tiene sentido, que puedes ser feliz si vives de Amor. Si eres libre de verdad.

Una bendición ha sido su enfermedad y su muerte. Sereno, tranquilo, alegre. Sin quejarse. Aprendiendo a ser humilde, siendo como un niño chico que todo lo necesita. Con dignidad y agradecimiento. Hace pocos días me decía que estaba listo para el viaje. "Vamos" era una palabra frecuentemente repetida. "Vamos", salgamos, caminemos. Una vida saliendo de uno mismo para vivirla para los demás, para ir pasito a pasito al encuentro con los otros, hacia la casa del Padre.

Un hombre repleto de humanidad y de una gran fe. Un hombre del mundo y un hombre de Dios. Un sacerdote de Jesucristo. Siempre dispuesto a servir donde le llamaban. Anoche, después de cenar un poco, rezó los tres avemarías con el que le acompañaba, usó el agua bendita y ante la pregunta de si necesitaba algo indicó el escapulario de la Virgen del Carmen que siempre llevaba puesto. ¡No, no necesito nada más! ¡Estoy listo!

En el Diario de Cádiz se abre un silencio. Hay una pluma que ha volado muy alto. Pero desde arriba nos seguirá enviando sus artículos: humanos, frescos, estimulantes y siempre con regalito. Solía hacer referencia a San Josemaría. Hoy, con su santo, le podemos atribuir el primer punto de Camino: "Que tu vida no sea una vida estéril. Sé útil. Deja poso. Ilumina, con la luminaria de tu fe y de tu amor". don Pedro ha dejado un gran poso en los que hemos tenido la suerte de conocerle. La Madre de Dios no ha querido pasar su primera fiesta del año sin él. Descansa en paz, Pedro, bendición de Dios. /Juan Luis Selma. sacerdote

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