Cádiz

Huyendo del botellón en carnaval

  • Los vecinos de las zonas más masificadas en estos días se dividen entre los que se atrincheran en casa y los que disfrutan con su cercanía

Días de trasiego para los establecimientos del centro histórico que se preparan para encarar un fin de semana de gran afluencia. Compras de todo tipo, barras en las puertas, contratación de personal de refuerzo...

Pero los preparativos para los días de fiesta no es una actividad exclusiva de los comercios porque hay ciudadanos que habitan en zonas que viven importantes masificaciones durante el carnaval y que también aprovechan los días previos para afrontar los bullicios. Los más previsores alejan sus vehículos de las calles más transitadas, otros realizan compras especiales y algunos llegan a cambiar el mobiliario de la casa para dormir en zonas interiores y alejarse así del ruido. Los vecinos se dividen entre los amantes del carnaval que esperan la fiesta con ilusión y los que intentan huir los días de mayor afluencia. Pero el sábado y el botellón desagrada a unos y otros.

Ángeles vive en Barquilla de Lope y defiende que son días que se disfrutan, "se pasa bien". Reconoce que hay molestias que hay que sobrellevar como que se pongan a cantar en la ventana y que su preparación para estos días de bullicio se limitan a quitar la moto de la calle y a estar atentos a que el portal permanezca cerrado.

Otros vecinos de la calle La Rosa lamentan que no pueden cambiar el coche de sitio porque no hay aparcamiento por ningún lado, así que se resigna a esperar que no le pase nada, mientras que otra vecina explica que hace una compra mayor para atrincherarse en casa durante estos días y evita salir a la calle.

La ventana de Jorge da a la esquina del Manteca. "El ruido lo llevo fatal", se lamenta. Explica que otros años se ha ido de sábado a lunes, pero que por suerte este año está trabajando y no puede hacerlo, así que compra lo necesario y se limita a salir lo imprescindible. "El sábado por supuesto no salgo porque no soporto no poder volver, tener que estar pidiendo permiso a cada paso para entrar en casa. Es que se convierte en una ciudad sin ley, se ven auténticas burradas". Los días que sale temprano de casa para ir a trabajar y se encuentra con gente borracha que aún no se ha recogido echa de menos cuando vivía en Puertatierra porque "aquí siempre estás metido en el jaleo".

Carlos camina por la calle La Palma y dice no romper su rutina, "lo vivo con normalidad", no es muy carnavalero aunque algún día sale con su hermana para dar una vuelta. En esa calle vive Rosario, que tiene ganas de carnaval. Compra avituallamiento para la fiesta y afirma que no pasa nada por sufrir pequeñas molestias durante unos días porque haya más gente y ruidos.

En Pericón de Cádiz una señora señala una ventana y explica resignada que es su dormitorio: "No puedo dormir". Por contra, Miguel Ángel defiende la fiesta y anima a todo el mundo a que pase por la Viña. "Cuanta más gente mejor, pero no para convertir esto en un botellódromo". Considera que es normal que se beba en estos días, pero que la gente que lleva su botellón genera mucha suciedad y perjudica a los comerciantes. Reconoce que el sábado se ha quedado para la gente que viene de fuera, mientras los de aquí intentan ganarse la vida vendiendo erizos o serpentinas aprovechando el trasiego.

Un vecino de Macías Rete explica que sufre con el ruido, que "me parece normal, pero yo pondría un límite de hora" y se resigna pensando que es solo una semana al año. Dolores es de las que disfruta, su casa está en Portería de Capuchinos y durante estos días acoge a familiares que viven fuera, de modo que se prepara como una buena anfitriona. El jaleo no le perturba: "Hay que limpiar un poco más, pero ya está".

En el Mercado unas vecinas explican que el año pasado se colaron en el patio y lo dejaron todo vomitado, mientras que otra que vive en la plaza del Falla reconoce que si tuviera dinero se largaba. Lo mismo opina Rafael, que tiene su casa en la confluencia entre la calle Compañía y la Plaza de las Flores. Es imposible salir, no se puede andar ni para un lado ni para el otro, explica. El año pasado orinaron en el primer piso de su finca. "Otros años me quito de enmedio" o "cambio las camas de sitio y las paso al salón porque cuando se planta una chirigota a cantar a las seis de la mañana en la plaza..."

Pilar es vecina del Pópulo y está encantada de que venga gente: "Es el momento de ganar dinero, que los de aquí puedan buscarse la vida. Hay ruido, sí, pero es normal, es una fiesta". "El Ayuntamiento se porta muy bien y lo limpian todo después perfectamente", añade satisfecha.

La casa de Rosa está en el callejón de Los Piratas, junto a la plaza Fray Felix, y está temiendo el sábado de carnaval. "Esa plazoleta es horrible, da miedo". Cierra bien el balcón y se atrinchera en casa. Critica que los coches abiertos con música durante toda la noche no tiene nada que ver con el carnaval, "solo trae bronca". "A mi me gusta la fiesta antigua", de hecho disfruta el resto de la semana.

Un grupo de vecinos comenta alegre el desmadre que se vive en Candelaria los días de concurso de la peña La Estrella y la cantidad de gente que se agolpa el día del frito gaditano. Juan Manuel también critica los coches discoteca en esa plaza y explica cómo el hombre que tiene a su lado ha llegado a irse al campo porque su balcón da allí mismo y llamar a la policía esa noche no sirve de nada porque están sobrepasados y no pueden atender ese tipo de requerimientos. Sin embargo, reconocen que en los últimos años la fiesta se ha dispersado gracias a las actividades organizadas en distintos puntos, lo que ha hecho que no se vivan las aglomeraciones de antiguamente. Resumen esgrimiendo que "venga gente pero a disfrutar, no al patoserío".

Argumentos a favor y en contra, amantes y detractores, muchas formas de afrontar los días de carnaval y estos vecinos están, para bien o para mal, en pleno meollo.

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