Cádiz

Un Hotel alojado en la memoria

  • El Parador Atlántico celebra un cóctel de despedida al que asisten numerosos huéspedes fieles que llevan más de una década ininterrumpida veraneando en sus instalaciones

Una fotografía en blanco y negro fechada en 1963 atrae su atención. Se acerca a ella, se desprende de sus gafas y enfocan sus ojos saltones cada uno de los rostros inmortalizados en esa imagen. Sonríe. Ha reconocido a Ramón, el maître. También al camarero Rafael. Y a Paco "el del bar, el barman". Sus palabras y el dedo índice de su mano derecha lo cuentan sin importarle a quien llega el mensaje.

Él es Felipe Palero, la persona que durante la década 1958-68 dirigió el Parador Atlántico, y la misma que en la noche del pasado sábado lamentaba en el hotel gaditano la clausura y derribo del mismo: "Cuando marché de Cádiz me llevé dos hijos pero dejé un tercero, este hotel". A sus 83 años, el madrileño mantiene frescos los recuerdos de aquel tiempo que pasó al frente del Atlántico. Atlántico hotel y Atlántico océano. "El primer anexo lo hice yo. Se hizo en mi época -aclara-. Se abrió al público el 12 de diciembre del 62, pero pocos recuerdan ya que sus 56 habitaciones, aún sin terminar, fueron estrenadas antes, en el mes de agosto". Hace una pausa.

Cuando sus ojos saltones se aseguran de que hay interrogantes en los de su interlocutor, prosigue: "Antes valía la pena venir al Trofeo Carranza. Venían cientos de miles de personas. Y días previos al evento me llamó el alcalde, el señor Carranza, para comunicarme que se necesitaban plazas hoteleras para esas noches de finales de agosto. Así que las ofertamos aunque todavía no estaban terminadas. Faltaban las lámparas, los cabeceros... Se abrieron sólo para esos días del Trofeo y a los clientes se les cobró un precio simbólico".

El sábado, Palero compartió ésta y otras vivencias con algunos de los 103 huéspedes más fieles del Parador que fueron invitados por la dirección del Hotel a un cóctel de despedida. Hubo quien aprovechó la cercanía del Día de Difuntos para bautizar a esta fiesta de clausura como el funeral del octogenario equipamiento hotelero.

El acto se fue tejiendo con reencuentros, presentaciones, fotografías, música, discursos, cuplés, risas, carcajadas, lágrimas, melancolía y tristeza.

La tristeza que produce sentirse huérfano. Huérfano de casa, como señaló Charo Fierro. Esta leonesa afincada en Madrid no pudo contener las lágrimas cuando un empleado del parador le entregó una placa con el número 330, el de la habitación a la que asocia sus diez últimos veranos. "Este hotel significa mucho para mi familia. Es increíble el calor humano que nos han proporcionado año tras año sus empleados. La mejor forma de resumirlo es como, sin proponérselo, lo hizo en una ocasión mi hijo Diego. Tenía ocho años y al entrar por la puerta del hotel, suspiró: Ay, hogar dulce hogar".

La placa con el número 335 también conmovió a un matrimonio sevillano: "Se va éste (por el Hotel) pero nosotros también nos vamos ya. No vamos a vivir mucho más... yo ya tengo 87 años", sonreía con resignación Agustín Guzmán que, junto a su esposa, Concepción Pardo, presumen de haber residido más de treinta temporadas en el Parador.

Pero si alguien presume de fidelidad al Atlántico es Ana Fraga, una gaditana que lleva más de 35 años entrando y saliendo del Parador y que incluso, aun teniendo casa en la ciudad, residió en él, en la habitación 336, durante seis años. "Tengo pasión por esto. Lo considero mi casa, es mi casa. Así que imagina lo que llevo llorado por su cierre y lo que me queda todavía por llorar. Voy a echar en falta muchísimo el Hotel y a sus empleados, que son mi familia. Mi marido siempre ha trabajado mucho y yo soy una persona que necesito mucho cariño, y aquí lo he encontrado con mis niñas las camareras, con la gente de la cocina... con todos, todos. Desde el primero hasta el último". A esta alegre y vital mujer de 71 años se le entristece el rostro cuando piensa que hasta el año 2012 no estará construido el nuevo complejo hotelero Atlántico: "Yo sólo le pido a Dios que me dé salud para poder disfrutar del nuevo hotel, que no va a ser ya igual que éste. Éste es clásico y el otro va a ser moderno, pero con tal de que me lo hagan pronto, que me lo hagan como quieran".

Y como dicen que quien canta su mal espanta, Ana Fraga se atrevió minutos después a cantar las Habaneras de Cádiz con el tenor Guillermo Orozco, que junto a la soprano Juana Castillo y al pianista Ángel Andrés Muñoz ofreció un emotivo concierto lírico a los asistentes a la fiesta de clausura. A ella, además de los arraigados huéspedes, asistieron el concejal delegado de Turismo, Bruno García; el presidente de Horeca y ex miembro de la plantilla del Parador, Antonio de María; el diseñador de moda Antonio Ardón; y los decoradores y floristas de Lilas, Cristóbal Vaca y Luisa Castañeda, entre otros.

A todos ellos les agradecieron su presencia tanto la directora regional de Paradores, Virginia Rull, como los directores del Hotel, Gonzalo Fernández Corrales y Nieves Montisi Yagüe, quien dijo emocionada: "Para esta dirección, procurar la satisfacción general de una clientela fiel y dirigir a profesionales con auténtica vocación es una auténtica experiencia. Muchas gracias por haberlo hecho posible durante tantos años".

Los nudos en las gargantas se fueron aflojando a golpe de carcajadas, provocadas por la chirigota 'Las muchachas del congelao', de Antonio Pedro Serrano El Canijo. Los chirigoteros despacharon risas mientras los camareros servían las viandas del cóctel.

"El mimo que siempre hemos recibido en este Hotel es único", destacó la cordobesa Falina Palomino. "A Cádiz nos trae Cádiz, porque la ciudad nos encanta a mi marido, a mis hijos y a mí. Pero también nos llama el Parador Atlántico. Me da mucha pena pensar que ya no voy a volver más a él. Ahora estoy siendo consciente de que esto se acaba", se despidió.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios