Una niña rumana ha sido madre a la edad de diez años. Mientras que sus amigas juegan ella debe transformarse en una persona adulta, algo imposible de asumir dada su corta edad. Explica su familia que en su sociedad es habitual una maternidad tan temprana.

No hay que viajar a otros países para encontrarse con madres-jóvenes. En la misma ciudad de Cádiz el Ayuntamiento ha puesto en marcha un programa para atender a este colectivo. No es para menos: en apenas un año se han tratado en la capital 144 casos de madres adolescentes, la menor de ellas con quince años de edad.

"La maternidad adolescente supone, en líneas generales, una drástica reducción de la calidad de vida de las jóvenes, que ven cómo disminuyen sus oportunidades de educación y empleo y no encuentran en ocasiones el apoyo y asesoramiento necesarios, tanto desde el ámbito estrictamente familias como en el institucional", se destaca desde la Fundación que, para solventar este déficit, tiene en marcha una Unidad de Atención Psicológica.

"Son las madres las que realmente hacen la demanda de atención por la dificultad que representa en un primer momento la asunción y asimilación de la noticia". Las cuestiones se centran sobre todo en temas como la paternidad y la demanda sobre custodia y alimentos, unidas a algunas denuncias por malos tratos, acoso o amenazas. En las jóvenes de apenas quince años de edad es donde más se repite el mayor número de peticiones sobre la interrupción del embarazo.

En el análisis que se realiza de las jóvenes que acuden al servicio municipal, las técnicas de la Fundación destacan que en este colectivo se aprecian "en el plano afectivo y emocional una forma de atender el amor o las relaciones de pareja en las que el control se confunde con amor, existe también una excesiva entrega incondicional, celos excesivos y la ilusión de las primeras relaciones de parejos". Y se llama la atención sobre un aspecto alarmante y que puede explicar una parte de los casos de madres adolescentes: muchas de ellas "se hacen la ilusión de que gracias al embarazo van a lograr perpetuar su relación de pareja".

La maternidad provoca también una quiebra en la vida social y cultural de la joven que acostumbra a ser muy deficitaria en el segundo de los casos, por cuanto la mayoría no supera la Educación Secundaria. Se constata así que "acuden a los organismos públicos solicitando ayuda económica y empleo pero sin motivación para la formación".

Todas las jóvenes que acuden a la Unidad de Atención de la Fundación de la Mujer continúan viviendo en su núcleo familiar por lo que éste se convierte "en el único apoyo económico y afectivo frente al desentendimiento del padre y su familia (fracasando así el deseo de la joven de asentar su relación con la llegada del bebé)".

Todo ello acaba provocando un adelanto en la maduración de las niñas. "Maduran a marcha forzada y esto les hace darse cuenta de que su hasta ahora compañero y padre de su hijo o hija no está a la altura de las circunstancia, son inmaduros (como se supone a su edad) y no son capaces de asumir responsabilidades". Se crea así una frustración personal que afecta de lleno al ánimo de la reciente mamá.

Esta realidad plantea la necesidad de realizar una atención diferenciada ya que en este colectivo de mujeres adolescentes confluyen una serie de aspectos que confieren un nuevo contexto de actuación, resalta la Fundación de la Mujer, organismo que pone en marcha "programas que ofrecen a las madres adolescentes o embarazadas procesos específicos de capacitación personal, laboral y social. Las usuarias recorren un itinerario de inserción y formación, con el que tienen la oportunidad de mejorar sus habilidades de comunicación, fomentando su autoestima y planificando a medio y largo plazo su futuro formativo, profesional y personal".