Tribuna

Las fronteras de Cádiz

La Bahía desde el puente de la Constitución.

La Bahía desde el puente de la Constitución. / Julio González

LAS fronteras mentales son, en muchas ocasiones, más inquebrantables que las territoriales. Desde mediados del siglo pasado, el gran avance de la geopolítica es la mayor colaboración e integración entre diferentes sociedades y mercados, con tratados multilaterales o convenios basados en, entre otros, el principio de “trato nacional”, que han permitido, por ejemplo, que los productos de una empresa española o alemana se puedan comercializar en Italia en idénticas condiciones a los de un productor local o que un ciudadano europeo tenga en Estados Unidos los mismos derechos, en determinadas cuestiones, que un norteamericano. Tras una época, entre el siglo XIX y comienzos del siglo XX, de forjado de las diferentes identidades locales y nacionales, principalmente en Europa y América, en la actualidad, el futuro de las diferentes sociedades pasa, inexorablemente, por la integración a múltiples niveles.

Hace poco, una persona que lucha diariamente por un mayor desarrollo empresarial de Cádiz me preguntó dónde situaba mi frontera mental dentro de la provincia, es decir, en qué punto dentro de nuestra demarcación tenía la percepción de trascender de mi espacio subjetivo más próximo, cuyo epicentro es la ciudad de Cádiz. Nunca me había planteado esta cuestión, la cual trasladé a varias personas de mi entorno, con resultados con cierta homogeneidad, aunque, por supuesto, absolutamente subjetivos, como cualquier percepción, ausente de indicadores concretos.

Cuando viví en Estados Unidos, hacía todos los días 90 kilómetros para ir al trabajo, distancia que tenía perfectamente integrada en mi biorritmo y que consideraba normal; estaba en un entorno en el que no era extraordinario hacer semejante distancia para llegar a tu puesto de trabajo (de hecho, existe un verbo específico para el viaje diario al trabajo -to commute-) o incluso para una cena con amigos. Si trasladase dicha cuestión a cualquier californiano, probablemente me diría que no sabe ni cuáles son los límites geográficos de su propio condado, con líneas territoriales, políticas y emocionales mucho más diluidas. Ya sea por la existencia de un nimio poder público municipal, por la mayor movilidad de la población o por una idiosincrasia cultural menos acentuada a nivel local, es indudable que los norteamericanos ven su entorno cercano con mayor amplitud que lo hacemos nosotros.

Con una provincia tan excelsa, entre las 15 más pobladas de España, con 21 ciudades con más de 10.000 habitantes (Málaga tiene 19), 285 kilómetros de costa, más de 200.000 hectáreas de montaña (entre la Sierra de Grazalema y los Alcornocales) y con unos índices demográficos que son la envidia de la España vaciada, nuestra fortaleza es también nuestro mayor desafío. Unos datos tan positivos provocan una favorable descentralización, pero también una evitable rivalidad entre núcleos cercanos y la aparición de indeseables fronteras mentales.

Cádiz, en ocasiones y en determinados ámbitos, se comporta como si estuviese compuesta por dos, tres o cuatro provincias. Nuestra provincia tiene cinco núcleos marcados (Bahía de Cádiz, La Janda, Campo de Gibraltar, Sierra de Cádiz y Bajo Guadalquivir, si tenemos en cuenta las mancomunidades operativas en nuestra provincia), y tres grandes localidades (Cádiz, Jerez de la Frontera y Algeciras) que compiten entre sí en la captación de inversión empresarial, de instituciones gubernamentales y de recursos públicos.

La organización administrativa es necesaria para mantener un orden social y para facilitar la gestión y disposición de recursos a favor de ciudadanos y empresas; sin embargo, cuando dicha organización cree que debe de conseguir un determinado recurso que, de otra manera, podría otorgarse a otra institución que está a apenas cincuenta u ochenta kilómetros de distancia, dentro de la provincia, indirectamente está rivalizando con quien tendría que ser su aliado. En un entorno social y empresarial cada vez más complejo, cambiante y competitivo, esa aspiración por el mejor posicionamiento de cada una de las zonas comarcales dentro de la provincia, en detrimento de las restantes, parece transmitir una satisfacción por competir en nuestra propia liga, cuando la sociedad y el mercado demandan cada vez más proyectos globales.

En muchas ocasiones, ya sea por el clima, por la variedad geográfica o por la semejanza fonética, comparamos Cádiz con California. Cuando viví ahí, confirmé que tales similitudes eran ciertas: un clima envidiable, una interminable línea costera unida a unos conjuntos montañosos imponentes, dispersión demográfica y una personalidad y cultura de vida que eran percibidos de manera positiva en todo el país. Una de las principales diferencias entre ambas regiones es, precisamente, el sentimiento integrador de todo el sur de California (desde San Diego hasta Los Ángeles, pasando por Orange County y Long Beach), a pesar de estar separados por 200 kilómetros. Una macrozona social y empresarial que, con gran éxito, no compite entre sí, sino de manera unida hacia el mundo.

Esa experiencia nos puede servir de referencia para apostar por una mayor integración de la provincia de Cádiz, comenzando con la mayor relación entre los alcaldes de nuestras tres grandes ciudades, que incluso se pueden aprovechar del enorme impulso de regiones limítrofes, como Málaga (a escasamente 200 kilómetros de distancia), para complementar su imponente crecimiento económico, cultural y tecnológico en la última década, ofreciendo productos y servicios que apoyen su ya amplia oferta. Como provincia, debemos decidir si preferimos tener nuestras propias fronteras internas y observar, desde la cercanía, el éxito internacional de nuestros vecinos o, con una oferta integradora, asistirles en todo a lo que no llegan, para propiciar nuestro propio crecimiento. Cuando derribamos las fronteras mentales y colaboramos con nosotros mismos es cuando nos damos cuenta de que la provincia de Cádiz es única, en sus diferentes acepciones, absolutamente capaz de competir, no contra sí, sino en el mundo.

Andy Ramos Gil de la Haza (Socio de Propiedad Intelectual, Industrial y Tecnología de Pérez-Llorca / Miembro de La11Mil)

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