Cádiz

"Dejé de hacer casas al ver que estaba siguiendo una fórmula, no una forma"

  • El arquitecto portugués, que cerró el ciclo de Ultramar, señala como claves en su oficio la recuperación del afán artesanal, la simplicidad y un menor protagonismo de la firma

Cierra Eduardo Souto de Moura (Oporto, 1952) el ciclo de Ultramar organizado por el COA y el Consorcio del Bicentenario y subraya su mensaje de los últimos tiempos: actualmente hay tan pocos encargos que incluso un Priztker tiene dificultades para encontrar trabajo en la Península. "Lo mejor que pueden hacer los jóvenes arquitectos -dice- es irse fuera. Y no soy cínico, casi lo asumo: ha sucedido muchas veces".

-¿Se le podría achacar a la arquitectura lo que nos achacan a todos, eso de haber vivido por encima de nuestras posibilidades?

-La construcción ha vivido por encima de sus posibilidades, no la arquitectura. Sabemos de quién viene ese discurso que nos dice lo que no debimos hacer... Es un discurso moralista que no interesa.

-Pero es cierto que muchos proyectos se han sobredimensionado... Por ejemplo, ya que estamos con la Eurocopa, en Ucrania y Polonia se han construido ocho mega estadios que luego no se sabe si tendrán sentido...

-Hombre, yo no soy la persona más indicada para hablar, pero creo que Portugal, por ejemplo, ingresó más que invirtió con la Eurocopa de 2004... Aunque es verdad que hay dos estadios casi abandonados, que sale mejor demoler que mantener. Pero la responsabilidad es de los gobiernos que no se han ocupado de esas estructuras posteriormente. La administración es la que debe gestionar bien esas construcciones y darles sentido.

-Arquitectura y periodismo comparten muchas brechas. Son dos profesiones que casi no tienen "clase media" -o estrellas, o trabajadores en precario-. Y ambas mueren de éxito: están masificadas porque se pusieron de moda.

-Han surgido demasiadas escuelas de arquitectura y algunas, realmente malas. En Portugal, tenemos 22.000 arquitectos para ocho millones de personas; en Roma, hay 13.000 arquitectos. Todo el mundo es arquitecto: ¡Pink Floyd! ¡Carla Bruni! Y para colmo hemos entrado en una dinámica en la que parece que estamos presentando la Colección de Verano 2012, 'Las últimas torres de Arabia'. No: la arquitectura no es moda; la arquitectura es cara y se supone que pretende permanecer durante muchos años.

-Otra lacra común de ambos oficios es la "oficinización'...

-Pisar el terreno forma ya parte de la antigua arquitectura. Hoy en día, el arquitecto tiene que aceptar las condiciones y las decisiones que le imponen: es el cuarto o quinto a la hora de decidir en un proyecto, y no tiene tiempo para ir al sitio, no tiene tiempo para hacer maquetas... El arquitecto ya no es propiamente el arquitecto, sino el señor que se integra en esa dinámica y, muy a menudo, eso implica que todo lo significativo en una construcción se elimine. Pero eso es ser un constructor: ser arquitecto es otra cosa. Han conseguido imprimir en la arquitectura un sistema mecanicista, de producción de consumo. Yo dejé de hacer casas cuando me di cuenta de que estaba siguiendo una fórmula, no una forma. Es lo mismo que ocurre con todo... todos llevamos unos mismos zapatos, unas Nike, los que sean. Pero el tipo realmente rico ordena que le cosan un zapato a mano en Londres... Esa es la diferencia.

-¿Y qué pueden aprender los arquitectos de esta crisis?

-Siempre se dice que el anagrama chino que indica crisis incluye proyecto y cambio. Todo esto nos ayuda a tomar conciencia de qué no estaba bien en el sistema anterior. Es obvio que no puede seguir y, si no sirve lo de antes, habrá que encontrar algo nuevo. Yo creo que el nuevo camino irá hacia una arquitectura más simple, menos evidente, y con menos firmas... Hay que estar preparado para proyectar cosas más normalizadas y olvidarse del afán por figurar, por firmar.

-Dice que odia la "arquitectura adjetivada" (integral, inteligente...) porque parecen describir como excepcionales cualidades que deberían ser connaturales.

-Cuando estudiaba, había un libro que se llamaba Contra una arquitectura adjetivada. Le Corbusier había supuesto una tábula rasa y la arquitectura debía redefinirse. Y toda ciencia en crisis trata de encontrar claves en otras ciencias, en este caso, la filosofía, la psicología, la semiótica... Sufrí mucho. Con todo esto, se hacía de la arquitectura un ser dependiente hasta que al fin, un día, volvió a verse que la arquitectura había de ser autónoma, no debía explicarse a través de nada.

-¿Cuáles son los nombres clave del momento?

-Álvaro Siza, Rafael Moneo y Herzog&De Meuron. Moneo desarrolla una arquitectura muy erudita, que recorre una trayectoria para llegar a la forma. Herzog&De Meuron realizan una simbiosis perfecta entre la línea tradicional y lo moderno, sustituyendo al postmodernismo. Y Alvaro Siza es el talento puro: tiene un poco de todo, es culto, artista... y propone una línea de investigación centrada en el arte.

-¿Conoce al premio Priztker de este año, Wang Shu? Dicen que podría ser sobre todo una elección política...

-No, no conozco su trabajo, y algunos dicen que sí, que hay cierto interés político en ello... No sé. Yo creo que han querido demostrar que en China no sólo se hacen rascacielos, sino que también se sabe trabajar en pequeña escala.

-¿Cuáles de sus proyectos no realizados rescataría?

-Pues tengo en el armario los dibujos para dos iglesias que al final nunca hice. Y me apetecería, porque nunca he hecho iglesias.

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