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Crónicas urbanas

Colgados del tranvía

  • Memorias del transporte urbano gaditano, aún en el corazón de los más veteranos l Cuando Cañamaque, antes de dedicarse a la música, era conductor y dejó el trabajo después de un susto

Arena para frenar el paso del tiempo. La mirada interior. De Cañamaque a Paco Alba, del tranvía al soterramiento, pasando por el trolebús de dos pisos, la criminal Cuesta de las Calesas, una eternidad entre Puntales y el Mentidero, el nota que pulsa desde Sevilla el botón del carril irreversible del puente, atropellados en la calle Plocia, escaleras hacia el cielo del Balneario y lo que gusta una cola en Cádiz. Colas en la Alameda, colas en Ingeniero la Cierva, la efímera pero sugerente vida del tranvía, necesario y cruel, antepasado de la alta velocidad de mentirijilla. "Ibamos a la playa colgados de las jardineras", recuerda Mario Fernández, veterano gaditano testigo del paso del coche de San Fernando que luego se montó en el "Coco" con dirección al futuro aún por venir. De ahí al tren del gol, un abismo, mil historias en papel sepia que no se conservan del todo por mor de la Guerra Civil. Giros brucos del destino en la esquina del viento, un siglo de revoluciones, emociones y decepciones. El mismo año que comenzaron a derribar las murallitas de Cádiz, cuya primera piedra iría destinada al monumento de Moret, emprendió el tranvía su primer viaje, relato comprimido de marzo del 06. Errores históricos bañados de presunto progresismo y viceversa. Los extremeños se tocan. Tranvías más o menos, fiestas paradójicas en contramano.

"Las Cuestas de las Calesas eran muy peligrosas, tenían que echar arena sobre las vías para apurar la frenada, agitar fuerte la manivela, apretar los dientes y, a veces, encomendarse a Dios", apunta Mario, hijo de la época de entre guerras, niño del olvido, treintañero ya en el adiós del tranvía. "Dejó muchos heridos, muchos muertos, pero era nuestra ventana, nuestro medio de salir de Cádiz", antes de que el río Saja fuese una venta, cuando Cortadura se encontraba cerquita de Copacabana en la imaginación del bañista, hoy llamado vilmente usuario. "En Puertatierra, teníamos que esperar a que llegase el tranvía del otro lado". Mira tú, como en la Renfe del nuevo siglo por mor de la nunca bien ponderada y ansiada doble vía. Ya se sabe, dicho sea de paso, que el ave llegará a Cádiz cuando se le rompan los frenos. Pura nostalgia de futuro. El primer tranvía subía por Calderón de la Barca hasta el Carmen, muy cerca del futuro Museo del Ná. Y los días de levantera, la gente pasaba canguelo cuando el tranvía cruzaba las dunas camino del sol remoto. Cuando Cayetano del Toro era alcalde y no el nombre de una avenida.

Confirman las wikicadipedias que una tarde de octubre de 1909, el conductor de la Compañía de Tranvías Manuel López Cañamaque dirigía las maniobras San Juan de Dios abajo. Los frenos no respondieron, cundió el pánico, pero el piloto pudo gobernar el armatoste eléctrico y dejarlo parado frente al bar La Pila Vieja. De milagro. A renglón seguido, Cañamaque entregó la gorra al cobrador y exclamó algo así como: "Si el trabajo es salud y da estos sobresaltos, prefiero estar enfermo". Enfermo de Carnaval, pues a partir de entonces se dedicó en cuerpo y alma a la música. Cuatro años antes, Cañamaque había participado en el célebre coro Los Anticuarios, del Tío de la Tiza, y cantó los Duros Antiguos para la historia. Ya en el 25, Cañamaque se tomó la revancha y escribió una letra muy dura contra la Compañía de Tranvías, tango de los Fantomas o La Banda del Trece, año 1925. Cañamaque tilda a los Tranvías de empresa sin compasión, que rima convenientemente con explotación. Lamenta los heridos y las muertes producidas a causa de tantos accidentes, mientras la empresa triplicaba el capital, y exige salvavidas en el tranvía, como en otras capitales. Comprometido Cañamaque. Décadas después, Paco Alba apostó por el soterramiento, el Cádiz subió a Primera y el gachó que cambia el sentido de la circulación del puente Carranza se quedó frito.

"Yo una vez estuve a punto de caer al mar atropellado por el tranvía", enfatiza Agustín, otro gaditano rico en quinquenios y memoria, que busca una sombra y un recuerdo en Candelaria. "Otro día se salió el tranvía, la gente cayó al suelo de forma violenta desde las jardineras; el tranvía acostumbraba a perder los estribos", bromea. Y bajar en bicicleta a la vera del coche suponía un riesgo añadido, no olvide que el cantil del muelle se situaba donde hoy luce la fuente de la plaza de Sevilla. "Ay, si no hubieran tirado la muralla estaríamos disfrutando ahora de un atractivo turístico impresionante y de una puerta del mar de verdad". Suspiros de Cai. Tres coches, 36 viajeros, 37 caballos. Tres mil años y pico, con las moscas de caballo y el coche de San Fernando, un ratito a pie y otro volando.

Los niños de la época del blanco y negro coleccionaban tacos de billetes de diferentes colores que mangaban o solicitaban a los cobradores. Los viejos de hoy en día aún escuchan el estruendo en las cocheras de Trille. El 14 de marzo de 1906, el primer tranvía empleó una hora en arribar en San Fernando, más o menos como hoy si las cosas se tuercen en la Avenida de la Desesperación, dicho sea a modo de hipérbole (o no). El tranvía sufrió accidentes desde la primera jornada festiva, el primer herido respondía al nombre de Miguel Vázquez, inspector, y el primer muerto fue un fogonero de Extremadura, Antonio Jiménez Castro. La calle Plocia se convirtió en punto negro hasta que modificaron el itinerario por Lázaro Dou. El 3 de agosto del 51, José León de Carranza presidía la puesta en marcha del trolebús de dos pisos, de Canalejas a la Playa, hasta que los acontecimientos se amontonan en los anales de la historia con el autobús del 63, los primeros billetes de ida y vuelta en Europa y el segundo puente, la Pepa dando bocados a la tarjeta del Cortinglé y alguien "descambiando" vestigios del pasado. Dicen que el primer tranvía se solicitó en 1876, y que los proyectos gaditanos observan el panorama desde el mismísimo limbo.

"Hubo muchos modelos de tranvía", amplía Agustín mientras porfía con su mujer en torno a apellidos ilustres de calles y negocios imposibles. "Ahora sería una locura que entrase el tranvía por el centro, pero antes sólo había carros y muy pocos automóviles. El primero, de Rafael de la Viesca", quien por algo ostentaba el concesionario de Ford. El Diario de la época resalta que el paso del tranvía al trolebús y luego al autocar significaba un avance en tiempo y espacio, más velocidad y ampliación de los aparcamientos. ¿No le suena? Tiempo, espacio, aparcamientos, fenicios, romanos, cartagineses ...

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