Elecciones municipales

Cádiz, 24 de mayo

  • La ciudad ha sufrido con especial virulencia la crisis económica y social que ha arrasado el país en estos años, aunque no ha entrado en quiebra.

Cádiz siempre ha sido una ciudad de contrastes. Sociales, económicos, culturales e incluso urbanísticos, a pesar de su reducido término. La profunda recesión que se sufre desde hace cerca de un decenio ha igualado a la sociedad para mal, al tocar especialmente a la clase media, sustento de nuestro desarrollo. Esta recesión ha ralentizado o paralizado proyectos vitales para asentarnos como ciudad y como capital de la provincia, aunque se han dado pasos que nos deberían de permitir despegar con ciertas garantías de futuro a corto o medio plazo. El inicio de la campaña electoral para las municipales esta semana pondrá las bases de lo que queremos para Cádiz durante los próximos años. Por la situación general de la ciudad son sin duda las elecciones más trascendentales de los últimos veinte años.

Cádiz tenía en mayo de 2011, mes y año de las últimas elecciones municipales, 15.607 desempleados. Cuatro años más tarde, esta cifra llega hasta los 16.792, pendientes de conocer los datos del mes de abril, que se sabrán la próxima semana, y sin cerrar los de mayo pues los próximos comicios se celebrarán unos días antes del cierre del mes.

El paro, no descubrimos nada, es el gran problema que tiene Cádiz. Sin empleo, sin ingresos, es difícil salir adelante, afectando a buena parte de la economía de la ciudad: sin trabajo es difícil animar al consumo y todo lo que ello conlleva, al igual que dificulta la búsqueda de una vivienda mejor, el otro gran problema gaditano que en los últimos cuatro años no solo no ha mejorado sino que ha empeorado.

Si la crisis del ladrillo había paralizado la construcción de promociones privadas, las administraciones también han cerrado el grifo inversor en este cuatrienio. Especialmente doloroso para los intereses de la población ha sido el parón en el Plan de Rehabilitación del Casco Antiguo por parte de la Junta de Andalucía, en el que se suponía que era su programa estrella; el Ayuntamiento también ha reducido en este tiempo de manera ostensible la entrega de nuevas promociones, y más desde que Procasa pidió un millonario préstamo para afrontar el macroproyecto del solar de la Guardia Civil. Es cierto que en los últimos meses se han reactivado promociones privadas por toda la ciudad, aún cuando sigan paralizadas actuaciones de gran calado como las de los Chinchorros o la de Abárzuza, sin contar la okupación de inmuebles vacíos, pero el sector de la construcción y rehabilitación, creador de empleo, sigue siendo muy endeble.

En estos últimos cuatro años Cádiz, por si fuera poco, ha seguido perdiendo población, a una media de 1.000 personas por año, lo que resta vitalidad a una ciudad cada vez más envejecida.

La profunda recesión vivida, y sufrida, en estos años, de la que aún no acabamos de salir, se ha dejado ver también en las ayudas sociales que cientos de familias reciben como única forma de subsistencia, en una imagen más cercana a la España de la posguerra a la de un país que no hace mucho quiso estar en liga de campeones. Junto al decisivo apoyo municipal, con millones de euros dedicados a evitar desahucios o a pagar recibos de la luz, el agua o la compra de libros escolares, la iniciativa privada ha sido esencial y ha dejado ver el lado solidario de buena parte de nuestra sociedad. A los clásicos como Cruz Roja, Cáritas o el Banco de Alimentos, se han unido entidades vecinales, asociaciones expresamente creadas para prestar esta ayuda o iniciativas individuales, como los comerciantes que afrontan el pago de los desayunos de muchos pequeños escolares.

Aunque duela, aunque moleste, esta es una fotografía muy real de este Cádiz que se prepara para el inicio de una nueva campaña electoral. Pero sería engañoso fijarnos únicamente en este panorama tan negro, por una cuestión muy evidente: si esta fuera la única realidad, la ciudad habría entrado en colapso hace tiempo.

En los últimos años la capital ha afianzado una serie de proyectos que han puesto las bases para su desarrollo más inmediato. Entre ellos destaca el hostelero. Han sido meses de profunda renovación del sector, mejorando calidad y diseño de la oferta que se ofrece a propios y extraños, algo que sólo se puede conseguir si se ve respaldado por un crecimiento de la demanda. Crecimiento que, además, se ve unida por la apuesta por el turismo, en la que Cádiz también ha ido escalando puestos en estos años.

El muelle, tan vacío en otras cuestiones, se sitúa entre los líderes nacionales en lo que se refiere al tráfico de cruceros, con una tendencia al alza, como lo son también las cifras de turistas que cada año visitan la ciudad.

Un dato en positivo al que se le une también un aumento de equipamientos culturales hasta unos límites inimaginables hace dos décadas. Otra cuestión es que se esté de acuerdo o no con la programación que en ellos se ofrece. En todo caso, cultura y turismo abren una importante puerta de desarrollo económico para la ciudad que debería de afianzarse en el propio cuatrienio.

A ello ayudará también la mejora que se ha ido produciendo en la trama urbana. La ciudad es más accesible, con más espacios peatonales, buenos paseos y plazas más o menos adecentadas. Falta, cierto, una apuesta más decidida por el transporte público en detrimento del vehículo privado y el obligado crecimiento del carril-bici, ejemplo de una ciudad moderna y sostenible.

En estos años se han puesto también las bases para la reactivación del polígono exterior de la Zona Franca, aunque su desarrollo no va al ritmo que se pretendía por el Ayuntamiento hace cuatro años. Es de esperar que a medida que la crisis económica se relaje, se facilite la llegada de nuevas empresas a la ciudad, con una apuesta que debería de ir dirigida a la industria limpia y tecnológica.

Puede llamar la atención que mejoras logradas en el último decenio choquen con déficit que ahora se denuncia, como el de la vivienda. El lamentable parón del Plan del Casco Antiguo se produce cuando una buena parte del mismo ya se ha rehabilitado y eliminado un elevado porcentaje de la infravivienda que existía hace quince años. Da pánico pensar cómo estaría la ciudad, en todos los planos posibles, si no se hubiera realizado todo este trabajo.

Cádiz inicia también un nuevo mandato corporativo con la puesta en marcha de su principal infraestructura: el puente de la Constitución de 1812. Es comprensible que una parte de la ciudadanía considere desmesurada la inversión de 500 millones de euros para el puente, aunque, por contra, acepten como normal los 70 millones del coste del nuevo estadio Carranza. Pero es un error como ciudad limitar el puente a su mero uso como puerta o salida de la ciudad. El calibre de la obra ya casi ejecutada es tal que si se dan los pasos adecuados, puede ser uno de los iconos, o el principal icono, de Cádiz y su Bahía, con la fuerza turística y comercial que ello tiene. Algo que el carril reversible del Carranza no puede conseguir.

Una operación que, además, se une a proyectos que están dando ya los primeros pasos, como el espectacular Mercado Gastronómico en la estación ferroviaria o la integración del muelle a la ciudad.

Llegamos a las elecciones, además, en un momento en el que una parte de la sociedad gaditana parece haber despertado de su largo letargo. Por primera vez en años, colectivos ciudadanos han decidido unirse para hablar de la ciudad, pensar sobre su presente y su futuro y plantear ideas para su futuro. El Plan C es sin duda el más activo de todos, a lo que se unen acciones puntuales de otros colectivos.

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