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Festivales con causa

La música como refugio

  • Cádiz se sumará este fin de semana con el Festival Int 17 a las contadas iniciativas para evitar que el problema de los refugiados caiga en el olvido

Según los datos de Naciones Unidas, en agosto de 2015 1.800.000 sirios huidos de la salvaje guerra en su territorio se encontraban en Turquía, 1.172.000 en Líbano, 629.000 en Jordania y 241.000 en Irak. Todos ellos vivían en campos vallados que con el tiempo se han ido convirtiendo en ciudades donde han tenido que organizarse para esperar un regreso que se prevé lejano. Quizá, de hecho, nunca puedan volver a un país arrasado. Esos eran los países de acogida cuando estalló la crisis de los refugiados en Occidente, es decir, cuando una parte de Occidente dijo que no se podía mirar hacia otro lado y la otra parte, la que resultó triunfadora de este pulso, quería más fronteras, más alambre, más muros. La oleada terrorista en diferentes lugares de Europa hizo lo demás. Entre 2015 y 2017 315 personas murieron por atentados terroristas, una pequeña muestra del horror sufrido por quienes huían de Siria. Los seis años de guerra en Siria se han cobrado, en cifras que no paran de bailar dependiendo de la fuente, no menos de 400.000 muertes, un tercio de ellas civiles.

En los llamados ayuntamientos del cambio españoles se desplegaban grandes pancartas dando la bienvenida a los refugiados que nunca llegaron. En Inglaterra en el momento en que decidieron salirse de Europa por el miedo al extranjero difundido por personajes tan ruines como su actual jefe del Foreign Office, Boris Johnson, había exactamente 178 refugiados sirios. Si se extrapolaran las poblaciones, los refugiados que acogió el Líbano, donde las pésimas condiciones que sufren los sirios pueden conocerse en el magnífico libro País en llamas, de Robin Yassin-Kassab y Leila Alshami, publicado en España por Capitán Swing, sería lo mismo que si 16 millones de sirios hubieran llegado al Reino Unido. Ha pasado el tiempo y cada vez se habla menos e los refugiados sirios. Siguen en Turquía, en Jordania, en Líbano, en Irak. Lejos de nosotros.

Glastonbury y Oxfam convirtieron la orina en energía como ejemplo de solidaridad útil

El mundo de la cultura occidental, o más bien una parte -tampoco muy significativo- de él, trata de mantener la llama viva con convocatorias en la que la figura del refugiado aparece como elemento de agitación. Sin duda, ha sido el Festival de Glastonbury, en colaboración con la organización Oxfam, quien ha buscado las fórmulas más llamativas. Glastonbury es, detrás de Reading, el mayor festival musical que se celebra en Europa. En realidad no se celebra en Glastonbury, que es un pequeño pueblecito a unos quince kilómetros repleto de jipis y tiendas de brujería, pero sí que tiene su espíritu. Allí Oxfam puso en funcionamiento un experimento de científicos de la Universidad de Oxford consistente en convertir orina en energía. Con la orina de los asistentes al Festival del pasado año se alimentó la electricidad necesaria para las pantallas gigantes que replicaban las actuaciones de los escenarios. El objetivo era concienciar para la instalación del 'pee power' en los campos de refugiados y que así pudieran abastecerse de electricidad por los desechos que ellos mismos producían. La idea era retorcida, pero, al fin y al cabo, con decenas de alusiones en los urinarios a los refugiados, los asistentes podían pensar que orinaban por una buena causa. Además, de aquel Festival se sacó un álbum cuyos beneficios fueron íntegramente para los refugiados.

"Aguantamos dos años de guerra. Nos fuimos a Damasco, después volvimos a la periferia de Homs. Pero llegó un momento en que me tuve que venir con mi familia. Antes de que me pasara algo a mí o a mis hijos, me marché", recordaba Labib, de 55 años, en una entrevista con eldiario.es. Labib es un chef de alta cocina. O lo era. Ahora vive en Madrid. Fue uno de los impulsores y participantes en España del Refugee Food Festival, apoyado por Acnur. Consistía en que cocineros refugiados preparaban los menús de ese día en algunos de los mejores restaurantes madrileños, una iniciativa que se extendía a algunas de las principales capitales de Europa.Fue en junio y tuvo un enorme éxito.

Sin embargo, estas iniciativas van decayendo, aunque los refugiados siguen existiendo y siguen confinados en campos. ACNUR logró sacar adelante durante dos años la iniciativa Mi música tu refugio, en 2015 y 2016, que tenía su epicentro en Madrid pero que tuvo su réplica en varias ciudades. No está anunciado para este año. Hay iniciativas aisladas, como la del pasado mes de febrero en Barcelona, donde Los Chichos, Amaral y Antonio Orozco se prestaron a colaborar de manera desinteresada en un concierto a beneficio de los refugiados. O marcas comerciales como Grimey, un fabricante de ropa cercana al rap, que organizó por sí misma un festival en Rivas Vaciamadrid con los beneficios integramente destinados a ACNUR.

Pero ya no se encuentra la proliferación de iniciativas que hubo al estallar la gran crisis con decenas de miles de personas huyendo y ahogándose en el Mediterráneo. En ese marco, llega a Cádiz una de las propuestas de este tipo más veteranas, que culmina el próximo sábado con un festival de hip hop en el Baluarte. Interrapcion nació en el año 2006 en Mejorada del Campo (Madrid) con una vocación solidaria. En esta edición, la primera que sale de Madrid, sus organizadores afirman que "durante 2016 han sido varias las causas sociales que han despertado nuestra indignación. Entre ellas, la injustificable y grave situación de los refugiados llegados a las fronteras europeas. Por ello, queremos que INT17 se convierta en un altavoz más de la causa de las miles de personas que reivindican los Derechos Humanos de la vieja Europa". Para que no caigamos en el olvido, para que recordemos que ellos siguen en un tránsito interminable, cada vez más resignados a no volver a pronunciar la palabra hogar.

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