Análisis de la situación de la vivienda pública en Cádiz

11 años a la espera de una vivienda pública en Cádiz

  • Nazaret vive con su familia en casa de unos amigos tras ser desalojada de un piso de la calle Cobos por ser inhabitable

Oficina de Procasa en una imagen de archivo.

Oficina de Procasa en una imagen de archivo. / Lourdes de Vicente

El acceso a una vivienda en Cádiz se ha convertido en una auténtica odisea para muchas familias. El alto precio y la escasa oferta pública hacen que sea muy complicado poder contar con un hogar que se adapte a la exigua economía de un importante sector de la ciudadanía gaditana. En una ciudad con 115.439 habitantes, existen 5.096 demandantes de vivienda, según la última baremación de inscripciones para conseguir una vivienda de alquiler realizada por Procasa en el pasado mes de mayo. 

Existen bastantes casos en los que la espera para poder obtener una vivienda pública se ha eternizado considerablemente. Uno de ellos es el de Nazaret Salido, una gaditana que lleva ya 11 años apuntada como demandante de vivienda en alquiler en Procasa. Actualmente ocupa el puesto número 33 por exclusión social debido a que a principios de año fue desalojada del piso en el que vivía en la calle Cobos tras caerse el suelo del cuarto de baño, por lo que su situación se volvió muy urgente. 

Aun así, en la actualidad está con su marido y sus dos hijos en casa de unos amigos a la espera de conseguir un nuevo piso en donde vivir. "La única fe que tengo es poder entrar en una de las viviendas que están haciendo en El Balón o en el cementerio, si es verdad que se respetan las listas de Procasa. Se supone que tengo que entrar en una de estas. Si me saltan, tendré que denunciar", asegura Nazaret con cierto recelo. 

Su experiencia de más de una década le hace tener ya cierta desconfianza en el sistema. "Hay muy pocos movimientos en las listas porque dicen que no hay viviendas, pero sí tienen muchas cerradas. No sé por qué no las entregan”, asevera Nazaret. 

La historia de Nazaret es como la de otros muchos gaditanos que sobreviven como pueden mientras que intentan conseguir un hogar. Así, relata que entró en las lista de demandantes de vivienda en alquiler en Procasa porque "hace diez años que me tuve que meter de okupa porque perdí mi trabajo. Estuve cuatro años en un piso de la avenida de San Severiano hasta que me vino el desahucio".

Este es el primero de los tres desalojos que ha sufrido en esta década. Tras la okupación en San Severiano, cuenta que se marchó a vivir "a un piso de la calle Barbate con una ayuda para el alquiler del 90%". En él permaneció "hasta que se produjo el cambio en la Alcaldía –con la llegada de José María González en 2015–, que fue cuando la ayuda del 90% desapareció, por lo que me fui a la calle con otro desahucio porque o pagaban tarde o no pagaban". 

Tras este segundo desahucio, se marchó a vivir a un piso que le proporcionaron en la calle Cobos, con un alquiler de 570 euros mensuales, de los que, según Nazaret, el Ayuntamiento le pagaba la mitad cada dos meses alternos. En este caso, el desalojo por las malas condiciones de la vivienda se produjo antes de que se materializara un tercer desahucio que ya estaba previsto también por impagos.

Del estado de esta última vivienda, narra Nazaret que "nos metieron a cuatro personas en un piso de una habitación. Donde yo dormía era como un vestidor en el que solo cabía una cama".

Esta no fue la única incomodidad que tuvieron que sufrir en este piso, ya que el hogar se encontraba en muy malas condiciones. "Al llegar el invierno, aparecían muchas humedades, los techos y los enchufes goteaban... A raíz de ahí, empecé a manifestarme con Las Desamparadas. Tuvieron que venir de Urbanismo a ver el piso y me partieron el techo, dejándome el boquete abierto, por lo que tuve que poner un cartón", resalta.  

Finalmente, la caída del suelo del cuarto de baño desencadenó el desalojo de esta vivienda de la calle Cobos. Su principal queja es que por este hecho "me tenían que haber realojado por ley", algo que no ha sucedido. "A las 24 horas me buscaron una pensión en la que no tenía ni cuarto de baño ni cocina y con dos camas para mi marido, mis dos hijos y yo", explica, a lo que añade que también tuvo que salir de allí porque "tengo animales y no tengo dónde dejarlos". Tras una década, la necesidad se ha convertido en urgencia para conseguir un hogar.

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