Lo mejor que podría hacer el alcalde es desprenderse de todos los maledicentes que le rodean, que le están agriando el carácter. Cuando llegó era un tipo simpático y cariñoso, atento, educado, buena persona. Ahora se ha vuelto irascible porque se deja influir por cuatro asesores, con nombres y apellidos, que el susurran al oído maledicencias. La cita es de Shakespeare, por cierto.
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