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Cultura

Cocina minimalista

150 gramos de pensamiento. XVI Bienal de Sevilla. Rafaela Carrasco. El Chef: Antonio Campos (cante) El Pinche: David Coria (baile). Los utensilios: José Luis López (violonchelo), Juan Antonio Suárez Cano y Jesús Torres (guitarras). Iluminación: Gloria Montesinos. La base: Rafaela Carrasco. Fecha: Miércoles, 6 de octubre. Lugar: Teatro Central. Aforo: Lleno.

Está claro que no están los tiempos para derroches porque Rafaela Carrasco, otra de las figuras capitales del baile del siglo XXI, al igual que han hecho Rocío Molina, Isabel Bayón o Pastora Galván, ha decidido guisárselo todo ella sola, en compañía de unos pocos músicos, en esta ocasión dos guitarristas, un cantaor, un chelo y un inquieto Pinche, el sevillano David Coria, que le da algunas réplicas con sus ágiles pies, además de ordenar el espacio. Un escenario poblado solamente por tres mesas, cinco sillas y algunos ganchos donde se cuelgan los supuestos utensilios de una cocina, porque Carrasco pretendía realizar una receta con la materia prima de su baile.

La idea era bonita pero el resultado fue bastante pobre. En primer lugar porque, por no querer ser evidente -ya conocemos la sutileza y el buen hacer que caracteriza siempre a Rafaela- no crea una auténtica cocina teatral -¡con los maravillosos modelos que existen, incluidos los del cine mudo!- y el espacio se queda sin definir, así como el movimiento de las sillas y los músicos. El único color lo aportan la indumentaria del Chef, Antonio Campos, y el ir y venir del Pinche Coria.

A esto hay que añadir que, a pesar de que el espectáculo se estrenó el pasado mes de abril, anoche hubo nervios de auténtico estreno y, entre otras cosas, los problemas de sonido impidieron que la sonora y peculiar guitarra de Cano se escuchara como es debido.

Menos mal que la materia prima de la receta era una bailarina tan estupenda como Rafaela. Todo el tiempo en escena y ayudada con los ingredientes -que eran elementos de vestuario- por el propio cocinero, la Carrasco, con pantalones negros y botas rojas, partió de un bonito garrotín para bailar luego una farruca, a solas con el chelo, que llenó de matices y de imaginación para poner el sabor más fuerte a la receta. Luego, tras una hermosa música de Jesús Torres para sus pensamientos hechos baile, pondría el azúcar con una alegría con bata de cola, coreografiada para ella por el bailaor granadino Manuel Liñán, que defendió con todo su arte, aunque la larga cola del vestido -puesto sobre el pantalón y las botas- también se rebeló en algunos momentos pidiendo protagonismo. Al final, se le da la vuelta a la tortilla -a las mesas- y se presenta el plato a ritmo de abandolados. Pero un plato en verdad algo minimalista.

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