Bicentenario de las Cortes

¡Españoles, seguís teniendo Patria!

  • La Isla de León, ADN de España, celebra el Bicentenario de Las Cortes con un acto de orgullo español

En la Isla de León-San Fernando, un lugar con ADN de España por los cuatro costados, se pronunció el nombre de España más alto y claro que nunca en el arranque de los actos del Bicentenario de la Constitución de Cádiz de 1812. Mucho tuvo que ver en ello la presencia de sus Majestades los Reyes, don Juan Carlos y doña Sofía, y el discurso que pronunció el presidente del Congreso de los Diputados, José Bono, que, recordando las palabras de Argüelles, vino a decir sin tener que decirlo: ¡Españoles, seguís teniendo Patria!

La Isla de León, hoy San Fernando, izó la bandera del 200 aniversario de la constitución de las Cortes de Cádiz a las nueve en punto. En presencia de la mayoría de los ediles de la Corporación Municipal, los presidentes del Congreso y el Senado, José Bono y Javier Rojo; el alcalde de San Fernando, Manuel María de Bernardo, y el comandante general de Infantería de Marina, Juan A. Chicharro, presidieron un acto celebrado en la plaza del Rey, frente a la estatua ecuestre José E. Varela Iglesias, bilaureado, capitán general del Ejército e hijo predilecto de San Fernando.

Si hace 100 años hubiera prosperado el obelisco que pretendía instalar en el mismo lugar el Ayuntamiento isleño -llegó a poner la primera piedra, pero las arcas municipales estaba como en los días que corren o peor, por lo visto- para conmemorar el primer centenario, nadie se hubiera acordado ayer de la Ley de Memoria Histórica por la presencia de la estatua de un general golpista en un lugar tan prominente.

Pero había tanto que celebrar que todas las miradas se centraron en la izada de una bandera rojigualda añeja que, subiendo hacia un cielo azul casi decretado (deseado) por alcaldía, abrió el telón de este día grande de San Fernando cada 100 años.

La única estridencia, por llamarla de alguna forma, se produjo cuando un toque de trompeta de la banda de música del Tercio de la Armada asustó a un niño que se encontraba entre el poco público presente a esas horas de la mañana. Pero se calmó el infante cuando escuchó la dulce melodía del himno nacional saliendo de una flauta, acompañada por el repique de un tambor, procedente de la unidad de uniformes históricos de Infantería de Marina, que, en esta ocasión, estaba ataviada con los mismos trajes de los fusileros y los granaderos que, bajo las órdenes del duque de Alburquerque, defendieron la Isla de León por aquellos días de 1810.

Detrás de las autoridades, miembros de Centro de Día vestían ropajes militares y civiles que ponían un toque cuasi carnavalesco y popular en un acto tan solemne. El voluntariado entusiasta de este Bicentenario puso así una nota de color que mereció el reconocimiento del respetable a lo largo y ancho de la calle Real.

Con el acto de izada concluido, Bono, Rojo y el resto de las autoridades militares civiles y militares emprendieron la procesión cívica, recreada en su retaguardia por un grupo de 42 actores, seleccionados por 'Odisea' y el Ayuntamiento y dirigidos por Manuel Foncubierta, que, vestidos de época, recorrieron solemnemente el trayecto de la calle Real que va del Ayuntamiento a la Iglesia Mayor.

Por momentos, en ellos e incluso entre ellos, procesionaron Argüelles, Dou, Pérez de Castro, Palacios, Hermida, Vega, Capmany, Rodríguez del Monte, Muñoz Torrero, Gallego, Olivero, Quintana, José María Couto y otros. Parecía que estaban allí.

El poco gentío que había a esa hora no deslució la procesión. En esos momentos, no hubo encendidos vivas a las Cortes y a la nación ni cayeron papelillos con poesías alegóricas, como aquella que decía: "La autora son las Cortes/ que son sabios vocales/ remediarán los males/ dándoles libertad./ Respira España, y cobra/ la perdida alegría;/ que ya se acerca el día/ de tu felicidad" (El nacimiento del periodismo político. La libertad de imprenta en las Cortes de Cádiz 1810-1814, de José Álvarez Junco y Gregorio de la Fuente Monge). Más tarde, con el pueblo isleño asomado enterito a la calle Real, sí llovieron papelillos con la leyenda "Abajo Napoleón" que recordó lo poco apreciado que era el emperador gabacho entre los españoles que resistían en la Isla de León.

Finalmente, la procesión desembocó en la Iglesia Mayor, donde esperaba el cardenal Carlos Amigo. "¡Qué gran Papa se ha perdido Roma, y, además, franciscano!", comentó un socialista que escuchó enterita la misa volitiva del Espíritu Santo, concelebrada por el obispo de Cádiz Antonio Ceballos.

La misa concluyó con la interpretación del Te Deum a cargo de la Joven Orquesta del Conservatorio Profesional de Música de Córdoba. Previamente se oyó el himno Veni Sancte Spiritu. Cantaron también la Coral Polifónica de San Fernando y el Coro del Santísimo Cristo de la Veracruz.

Entonces, los actores recrearon el cuadro de Casado del Alisal -instalado en el Congreso de los Diputados- y juraron sus cargos haciendo a su vez la profesión de fe en el propio altar. Juraron por "la santa religión católica, apostólica, romana, sin admitir otra alguna en estos reinos", juraron "conservar la integridad de la nación española, y no omitir medio para libertarla de sus propios opresores", juraron "conservar a nuestro amado soberano don Fernando VII todos sus dominios en su defecto a sus legítimos sucesores y hacer cuantos esfuerzos sean posibles para sacarlo del cautiverio y colocarlo en el trono" y juraron "desempeñar fiel y legalmente el encargo que la nación ha puesto a nuestro cuidado, guardando las leyes en España, sin perjuicio de alterar, moderar y variar aquellas que exigiesen el bien de la nación".

Los diputados pasaron de dos en dos a tocar los Santos Evangelios mientras que el actor que hacía las veces del obispo de Orense, que presidía por entonces el Consejo de Regencia, les dijo: "Si así lo hiciereis, Dios os lo premie; y si no, os lo demande".

Poco después de concluir esta función político-religiosa, los Reyes don Juan Carlos y doña Sofía llegaron a la Isla de León. El gentío en la calle les vitoreó y les ovacionó mientras se trasladaban de la Iglesia Mayor al Teatro de las Cortes, donde representantes de las Mesas del Congreso y del Senado y portavoces de los grupos parlamentarios de ambas cámaras, los presidentes del TC y del TS, el presidente de la Junta, la ministra de Igualdad y otras autoridades civiles y militares les aguardaban para completar el acto institucional más importante de esta jornada histórica.

Algunos isleños ilustres, como los periodistas José Oneto y Manolo Casal, compitieron con algunos políticos en popularidad. Bueno, ambos dos, firmando autógrafos a diestro y a siniestro y se fotografiándose con todas las señoras del mundo, resultan prácticamente imbatibles en un pueblo donde son profetas, sin duda.

A pesar de que los grupos minoritarios no enviaron a sus portavoces y no estuvieron a la altura de esta histórica fecha -tampoco estuvo el del Grupo Socialista, José Antonio Alonso-, la sola presencia de sus Majestades y la fuerza de los discursos de Bono y Rojo dieron altura a esta primera entrega del Bicentenario de la Constitución de 1812 que San Fernando y Cádiz llevan años preparando. Especialmente brillante estuvo el presidente del Congreso, que, en un acto donde primó España ante el Estado español o incluso ante la España plural, lo bordó. Dejó claro que "España no es un muerto, ni un solar ni un edificio en ruinas", defendió con firmeza la igualdad entre los españoles y lanzó un mensaje público de afecto, cariño y admiración hacia la figura del Rey, arrancando un prolongado aplauso de los asistentes y algún que otro comentario.

También recordó emocionado las palabras de Argüelles cuando, recién aprobada la Constitución de 1812, dijo en el Oratorio de San Felipe: "¡Españoles, ya tenéis Patria". De sus palabras se desprendió: ¡Españoles, seguís teniendo Patria!

Entre esos españoles que recibieron La Pepa como una Patria benéfica estaban también las mujeres, que, aunque formaban parte de esa nación, no tenían derecho a representarla. Ni que decir tiene que el sufragio femenino no estaba aún en el horizonte en aquellos días en que las gaditanas se hacían tirabuzones con las bombas de los gabachos pero no podían ni asistir a sesiones de las Cortes. Ayer pisaron el Teatro de las Cortes, con voz y voto.

Después del acto institucional, que lo cerró don Juan Carlos con vivas a las Cortes y a España, que merecieron una nueva ovación de los presentes, el Congreso de los Diputados dio un cóctel en la antigua Capitanía Marítima al que asistieron los Reyes y el resto de invitados. Allí recibieron numerosas felicitaciones el alcalde isleño y el resto de miembros de su equipo de gobierno. Especialmente contento estaba el veterano político andalucista Manuel Prado, actual delegado de Urbanismo. La verdad es que el arranque del Bicentenario no ha podido ser mejor: San Fernando se colocó por un día como centro de España y las Américas.

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