Hernán Cortés Moreno. Pintor

"El espacio lo asocio a los paseos por las playas de Cádiz con mi padre"

  • Este retratista con alma de Levante lanza hoy en el corazón del Bicentenario de La Pepa, en plena Cumbre Iberoamericana, una mirada serena a la Constitución de 1978 a través de 42 retratos

El pintor Hernán Cortés Moreno (Cádiz, 1953) vuelve hoy jueves a su patria chica para participar en el corazón del Bicentenario La Pepa, en plena Cumbre Iberoamericana, con una exposición constitucionalista que, con el retrato del Rey Juan Carlos de la Diputación de Cádiz presidiéndola, retrata a los principales políticos españoles de los últimos 30 años. Tal como destaca el propio autor gaditano, esta batería de políticos es el mayor encargo institucional realizado en España a un pintor desde el siglo XIX. Desde su casa madrileña al pie del Retiro, asocia el sentido del espacio y el silencio en su obra a "mis paseos por la playas de la mano de mi padre". "Esa sensación de inmensidad, que daba ese paseo por las playas, sobre todo en invierno, puede tener que ver con esa búsqueda del espacio que aparece en mi pintura", agrega. De Cádiz, destaca que podrían motivarle "tal vez" esos días nublados, lechosos, que ya recogió en un "cuadrito" suyo que, pese a que a la mayoría no le parece "gran cosa" , "está repleto de recuerdos de mi niñez y de ese viento de Levante áspero que, en el fondo, todos los gaditanos llevamos dentro".

-Me imagino que siempre le resultará gratificante volver a Cádiz. ¿Qué es lo que más echa de menos de la capital gaditana cuando está lejos de ella?

-La luz y el mar. Aunque probablemente sea el mar lo que más echo de menos.

-¿Hay rincones en su memoria de Cádiz que le quedan por pintar?

-Sí, sí, sí. Claro. No sólo he pintado constantemente a Cádiz, sino que he sentido siempre que su paisaje y su luz están presentes en mi pintura. Pero todavía queda mucho por descubrir. Tal vez, el Cádiz nublado puede motivarme en el futuro.

-¿Y algún personaje contemporáneo de los tiempos que corren?

-El pintor de retratos no se suele plantear a quién le gustaría retratar o no. Espera el encargo del retrato y a partir de ese desafío, deja volar la imaginación.

-¿Aparte de la luz, hay algún rasgo más gaditano en su obra?

-El sentido del espacio y el silencio, que son tan importantes en mi pintura, lo asocio al recuerdo de mis paseos por las playas gaditanas de la mano de mi padre. Esa sensación de inmensidad, que daba ese paseo por las playas, sobre todo en invierno, puede tener que ver con esa búsqueda del espacio que aparece constantemente en mi pintura.

-¿En su obra se cuela ese sentido del humor tan fenicio que le delata?

-No creo que en mi pintura haya demasiado sentido del humor, aunque a veces se cuele una cierta ironía. Yo me muevo más en la abstracción, la geometría y el espacio, que a fin de cuentas tienden a cierta severidad. Y, sin embargo, paradójicamente, el mundo y nuestra vida me resultan a menudo muy cómicos.

-Pongámonos serios: en cualquier caso, me imagino que será para usted un honor inaugurar una exposición de retratos parlamentarios en pleno corazón del Bicentenario de La Pepa, coincidiendo, además, con la Cumbre Iberoamericana. ¿Cómo surgió esta exposición?

-Por iniciativa de la alcaldesa de Cádiz y del Ayuntamiento, pues querían una exposición mía que coincidiera con los actos del Bicentenario de la Constitución de 1812. En las conversaciones que mantuve con Teófila Martínez llegamos a la conclusión de que una las ideas más interesantes que habíamos barajado era que pudieran exponerse los políticos conmemorativos que pinté para el Congreso y el Senado. Probablemente no vuelvan a salir de las Cortes para una exposición, porque son dos obras que cumplen un papel representativo muy importante y es complicado cederlas. En fin, era una oportunidad irrepetible y, al fin y al cabo, estas dos obras han girado en torno a la Constitución de 1978. En el caso de la Cámara Baja, son los padres de la Constitución. En el caso de la Cámara Alta, han sido, en buena medida, senadores de la legislatura constituyente, que influyeron mucho en la aplicación de esa carta magna.

-¿El conjunto de retratos de Padres de la Constitución es su obra más importante?

-Las dos obras tienen mucha relación entre sí. Y, desde luego, la del Senado era más difícil de ejecutar. Por eso tardé casi cuatro años en terminarla, mientras que en la Congreso empleé dos. No olvidemos que en la de la Cámara Alta son 34 retratos, mientras que en la de la Cámara Baja son siete figuras. Como en España no se habían hecho encargos de retrato institucional de esta categoría desde el siglo XIX, para mí fue un enorme orgullo que me confiaran estos dos retratos colectivos tan importantes. No creo que haya sido más trascendental uno que otro. En el del Congreso se pensaba que iba a ser un cuadro que representase a los siete ponentes. Pero al final fui descubriendo que era preferible hacerlo en siete piezas porque así se mantenía una sensación de proporción. Si hubiera sido un cuadro con las siete figuras, hubiera tenido que establecer una jerarquía. De acuerdo con los retratados, opté por un conjunto en el que todos estuvieran en pie de igualdad.

-¿Qué tal posa otro gaditano ilustre como José Pedro Pérez-Llorca?

-Bien. En mi percepción como pintor, José Pedro Pérez-Llorca tiene bastante control de sí mismo, pues ha sido ministro y parlamentario y, por lo tanto, está acostumbrado a ser observado y tiene muchas tablas. No olvidemos que este político está pintado con el aspecto de la época en la que se elaboró la Constitución de 1978. Fui a las hemerotecas y me estudié su aspecto de entonces. Y después, con las poses, descubrí qué rasgos se habían mantenido a lo largo de los años.

-Por cierto, ahora, con Pérez-Llorca en el Museo del Prado, ¿veremos pronto algún 'hernancortés' colgado en la pinacoteca nacional?

-Ya me gustaría, aunque eso no depende del presidente del Patronato del Museo del Prado. Además, como usted bien sabe, en la principal pinacoteca nacional sólo se cuelgan obras con carácter definitivo de pintores anteriores al nacimiento de Pablo Picasso. Por lo tanto, no puede haber una obra mía en el Prado… Por ahora…

-¿Quién se lo puso más fácil como retratado, y quién más difícil?

-En el caso de estas obras conmemorativas no hubo grandes dificultades de ese tipo. Había mucha documentación y buscaba la armonía de conjunto. Pero no olvidemos que así como en otros casos, cuando yo coloco un retrato mío en una galería con otros pintores, busco la diferencia para que se aprecie mi estilo, en éste, mi rival era yo mismo. Luego lo que he ido buscando es una unidad, un retrato de conjunto. La obra es el conjunto, no la individualidad. Es verdad que una vez conseguida esa unidad, sí debía dedicarme a significar a cada uno de los personajes y buscar los elementos más diferenciadores de cada uno. Pero en otras ocasiones, sí he tenido modelos que han sido muy difíciles de retratar; por ejemplo, Javier Solana. Era un hombre que aunque entendía bien el lenguaje de la pintura, era muy impaciente y nervioso posando. Tuve problemas para retratarlo, pero creo que al final lo conseguí. Por cierto, su retrato está colgado en el Ministerio de Asuntos Exteriores.

-A Felipe González no le hizo mucha gracia que lo pusiera de perfil, ¿no?

-Creo recordar que, al principio, cuando decidí hacer su retrato de perfil, él se sintió incómodo con esta idea. Imagino que con el tiempo se habrá acostumbrado. Pero este sentimiento no es exclusivo de Felipe González, pues si eres un pintor que busca retratar de manera incisiva, al retratado le resulta difícil adaptarse, al comienzo, a la imagen que das de él.

-¿Sabe dónde está actualmente el cuadro de Felipe González?

-Como se trata de su cuadro como presidente del Gobierno está en el Palacio de la Moncloa.

-¿Ha construido alguna sólida amistad con alguien mientras le retrataba?

-Para retratar con cierta agudeza debes distanciarte del modelo y huir del cultivo del sentimiento de simpatía o antipatía con respecto a él. Eso no quiere decir que a la larga, dado que el proceso dura mucho tiempo, no aparezca la amistad. Me atrevería a decir que esto ocurre en la mayoría de los casos: empiezas pintando al representante de una institución y, cuando has terminado el cuadro, te das cuenta que estás firmando el retrato de un amigo.

-¿Es usted el Casado de Alisal del siglo XX?

-El papel que cumplía el retrato en aquella época era muy distinto al de hoy. Por supuesto que me gustaría hacer un retrato como el que hizo Casado de Alisal a Sagasta. Poder firmar un cuadro como ese sería para mí un orgullo, porque tiene un retrato de una categoría impresionante. Pero el retrato pictórico hoy, con la abundancia de imágenes que hay de los hombres públicos a través de los medios, debe ahondar más en la psicología del retratado. Debe ser fruto de la tensión entre dos seres humanos, entre el que pinta y el que se retrata, y debe incluso ahondar más en la captación del ser humano que se esconde detrás del personaje público. Creo que actualmente el retrato debe ser menos adulador de lo que era en los siglos XVIII y XIX. El buen retrato, ¿eh?

-¿Se siente pintor de cámara de la Casa Real?

-No. Esa figura ha desaparecido. Claro que he retratado a miembros de la Casa Real. Pero he pintado también a muchos más escritores o personajes de la cultura, financieros, científicos, etc. Lo que pasa es que los retratos de los miembros de la Casa Real han sido más difundidos y por eso se te asocia constantemente a ella. Hice un retrato al Rey Juan Carlos en ropa deportiva. Me parecía importante que hubiera un cuadro suyo con esa indumentaria representativa de su amor al deporte, alejado del retrato áulico, que es el que más abunda. Y fíjese, después ha sido una imagen muy utilizada.

-¿Le falta algún miembro de la familia real por retratar?

-La infanta Elena.

-¿Se puede ser republicano con ese elenco real?

-Vivimos en una democracia. Y me parece bueno reconocer el gran papel que jugó el Rey en el advenimiento de dicha democracia y de las libertades que de ella se derivan. En la exposición misma, está su retrato junto a las obras conmemorativas de la Constitución. Aparte de eso, la obligación de un pintor de retratos que aspire a cierta plenitud en su campo, es representar el amplio espectro social a través de sus protagonistas.

-¿Le molesta que algunos medios hayan querido convertir en escándalo sus honorarios?

-Son situaciones que resultan incómodas. Pero creo que siempre he intentado ser claro: el arte del retrato es de una enorme dificultad y exige para su buena ejecución de una altísima especialización y, por lo tanto, es caro.

-¿Es verdad que usted suele escuchar muy atentamente a sus retratados y después hace más o menos lo que le da la real gana?

-Como el entrevistador es gaditano, seguro que sabe que es un rasgo muy gaditano y muy andaluz. Los andaluces solemos decir a todo que sí y después hacemos lo que nos parece. Ese rasgo, tan profundamente sureño, creo que me ha ayudado a la hora de retratar, porque no he tenido que decirle que no a nadie que me posase. Nunca se ha creado una situación de tensión en este sentido entre lo que el retratado desea y lo que yo quiero plasmar. A lo mejor ha habido sugerencias que me han parecido inteligentes. Otras, no tanto. Hay que oírlo todo atentamente. Pero el que firma el cuadro al final soy yo. Por otro lado, hoy en día la idea de la libertad artística ha cuajado tanto en nuestra sociedad, sobre todo entre las personas cultivadas, que el modelo casi no se atreve a dar su opinión. En general, soy yo quien se la pide.

-Bien visto, se podría decir que defiende el principio de autonomía artística del pintor, ¿no?

-Es fundamental. Pero sin olvidar que el retratado se pone en tus manos y, por lo tanto, es bueno tener en cuenta sus opiniones. De esa forma también vas descubriendo su manera de ser y así lo puedes representar mejor.

-¿Cuál es su obra cumbre?

-No suele ser el pintor la persona indicada para señalar sus mejores obras. Pero sí puedo decirle cuáles han sido las más importantes para mí en mis comienzos. Por ejemplo, el retrato de Dámaso Alonso que hice para la Real Academia. Fue mi primer retrato importante en Madrid, y sentó las bases de lo que posteriormente sería mi labor pictórica.

También está el dibujo de Jorge Guillén, en el que aparecen dos elementos tan queridos en mi pintura: la herencia de la pintura abstracta y la representación del ser humano en su fragilidad.

-¿Qué obra suya no dejaría de mirar?

-Aparte de estos dos cuadros, que son fundacionales -y ya se sabe que las primeras papillas no se digieren nunca- también hay un cuadrito que yo suelo ver todos los días: una vista que hice de unas palmeras del Paseo Marítimo de Cádiz sometidas a un viento de Levante africano bajo una tonalidad grisácea, lechosa. A la mayoría no le parece gran cosa, pero para mí está repleto de recuerdos de mi niñez y de ese viento de Levante áspero que, en el fondo, todos los gaditanos llevamos dentro.

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