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Diario inédito de un relator apócrifo

Las crónicas de Cádiz (Cap. LXIV)

  • Resumen capítulo anterior: Diego, ya libre, pasea por el Arsenal de la Carraca. Junto a la plaza de armas y el almacén de comestibles estaba la sala donde le esperaban. José Serrano Valdenebro junto a otros oficiales hablaban de las guerrillas que se organizaban en la serranía de Ronda. Entonces pudo verle, Quintana, su amigo por el que se había convertido en soldado.

Nuestro abrazo se perpetuó en el espacio y en el tiempo, y a estas horas de la tarde del día siguiente a nuestro encuentro conservo la calidez del mismo en mi cuerpo. Creo que han sido tantos meses de soledad, tantos días de no tener a mi lado más que a gente extraña, que a pesar de las ganas y de la necesidad que tengo de volver a casa, voy a quedarme el tiempo que me ha pedido Quintana para la formación de Cortes en esta Isla y, sobre todo, para la puesta en marcha de un nuevo proyecto editorial al que llamará Conciso.

Quintana era popular entre los patriotas exaltados; conquistaba a todos por sus escritos políticos y sus proclamas duras de español harto de la ocupación francesa. Esta energía salía por sus fogosos ojos y deslumbraba a todos por su capacidad para la palabra.

Cerca de los almacenes de madera, donde las urcas suecas depositaban las ricas maderas de los bosques del Norte, nos sentamos durante horas después del reencuentro. Cierto sentimiento de culpa emanaba de sus palabras, como si hubiera sido responsable de todos los hechos que habían acontecido en mi vida en los últimos meses. La verdad es que nunca tuve la sensación de que los hechos respondieran a una mala elección, a una decisión equivocada a la hora de plantearme las cosas. Me necesitó y me tuvo, necesitó que viniera a Cádiz al empezar la guerra y que dejara de escribir como hombre para hacerlo como soldado y así lo hice. Sabía perfectamente que cuanto me pidiera lo haría sin rechistar, confiaba de un modo tan grandioso en la mente y en los pensamientos de este hombre que sabía que no iba a cuestionar cualquiera de sus peticiones.

No tenía intenciones de presentarse a las elecciones a Cortes, sobre todo después del problema planteado con la desaparición de uno de los decretos para la convocatoria de las mismas. Le interesaba más la vigilancia al poder político y formar a la opinión pública con un talante liberal, esto era lo que mejor sabía hacer desde aquellos tiempos en Madrid en los que sus tertulias se enriquecieron con las ideas de los hombres más significativos del momento, como Capmany o el poeta Arriaza. Ese fue el propósito de la publicación del Seminario Patriótico de Madrid, crear una opinión pública que fuera más allá de la expulsión de las tropas francesas y cuyo objetivo debía ser extender las ideas liberales, acabar con el francés y con el monarca autoritario.

Era la misma pretensión a la que me había visto forzado por fray Damián, escribiendo día tras día aquellos panfletos subversivos que corrían por las ventillas y las calles de los pueblos ocupados. Ahora, mi amigo, aquí junto a los diques nuevos de este arsenal, pedía mi diario, lo quería para un nuevo proyecto que va a aparecer este mismo mes de Agosto, un nuevo periódico al que va a llamar El Conciso. Era como si quisiera recuperar el poder de su Junta Chica frente a la autoridad de la Central, recuperar un espíritu demasiado progresista para lo que está dispuesta esta Junta que ha convocado Cortes en la Isla el pasado 22 de Mayo y que, aunque pretende restaurar la Monarquía tradicional, creo que quiere publicar leyes que eviten volver al despotismo.

Quintana está muy preocupado, los que creía sus amigos empiezan a traicionarle a sus espaldas, como el propio Capmany, que le califica de afrancesado.

Mi diario está ya en su poder, quiere utilizar cada uno de mis escritos y la memoria de esos días pasados a un lado y a otro de la guerra para dar a conocer los planteamientos anti serviles que siempre había defendido, que hoy están siendo divididos por la bilis encrespada de muchos políticos que sólo buscan su ascensión personal.

La Isla se ha convertido en una ciudad donde arriba a diario una ingente población a la que hay que alojar: jefes, oficiales y tropa del ejército, junteros, diputados, regentes y ministros, refugiados que necesitan de un hogar donde vivir. Las casas consistoriales están siendo habilitadas para acoger al Gobierno de la Regencia, a las Secretarías de Estado y de despacho, entre estos lugares el Teatro Cómico de la ciudad se avitualla para la ocasión. Mientras, los caseríos y las casas de los hombres de campo sirven para acuartelar las tropas y las milicias honradas y urbanas que, de forma tan generosa, alivian el peso del miedo a los ciudadanos.

Quintana lo sabe todo, está al tanto de cada uno de los pasos que van a darse en esta Isla gaditana. Todos los actos religiosos se harán en la Iglesia Mayor, mismo lugar en el que se festejan las victorias, las conquistas de los aliados y españoles a través de los triduos, novenas y te Deum. Es la hora del rezo por la buena acción que van a emprender los diputados, es el momento de lanzar letanías al viento para encontrar la protección del Altísimo.

El teatro Cómico está siendo arreglado por Antonio Prat; el escenario y el patio de butacas están siendo acondicionados para ser convertidos en un hemiciclo, sirviendo los palcos a modo de gradas. Mesas y bancadas quedarían repartidas convenientemente y adecentados algunos locales internos inmediatos al escenario, convertido en tribuna presidencial. Los obreros trabajan de prisa adecentando algunos de los locales y estancias, de forma que los diputados puedan sentirse cómodos.

Esa es ahora mi labor antes de marchar hacia Cádiz, voy a escribir sobre la preparación a Cortes. He pedido a Quintana, antes de irse, que busque un alojamiento para mí, no quiero quedarme en el Arsenal, quiero dejar de vestir ropas militares y poder pasear como uno de los civiles que vigilan el momento político que se vive en la ciudad.

Necesito ver a María y espero que llegue pronto el momento, ahora es más fácil todo, todo más cercano y posible.

Diego de Uztariz.

Continuará

03153017

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