Gastronomía José Carlos Capel: “Lo que nos une a los españoles es la tortilla de patatas y El Corte Inglés”

Bicentenario

Las crónicas de Cádiz (Cap. III)

  • Después de pasar unas horas en Sevilla, Diego de Ustáriz se traslada a la Isla de León. Deja una Sevilla que organizada en Junta, reclama a las tierras americanas el reconocimiento de Fernando VII como único rey de los españoles.

ANOCHE, aunque extenuado por los largos días de camino, por fin pude hallar un momento de reposo para escribir a María. Ahora al amanecer, deslumbrado aún por el reflejo luminoso  y fresco de la mar Atlántica que envuelve a esta bendita Isla, releo las letras que le mando; quisiera decirle tanto y, sin embargo, puedo decirle tan poco…

Carta a María:

“Mi queridísima esposa: necesito creer  que os encontráis bien,  del mismo modo que deseo con todo mi corazón que en la ciudad de Madrid se respire la suficiente tranquilidad para que puedas sentirte segura en compañía de tu familia.

Hace mucho calor y estas tierras de Andalucía se preparan para lo peor. Las últimas noticias nos hablan de tropas francesas que huyen tras las batallas de Talavera y Almonacid, tropas derrotadas por Venegas. La gente resiste y de un modo ejemplar continúa siendo fiel a Fernando, nuestro rey, con un espíritu alegre y entregado que en nada parece demostrar el peligro que les acecha.

Me encuentro en la Isla de León, ya muy cerca de la ciudad de Cádiz, donde las tareas de fortificación continúan. El lienzo de una muralla reforzada o el pretil de un puente bien pertrechado pueden suponer  la diferencia entre vivir o morir y todos aúnan esfuerzos en su acondicionamiento.

Has de saber que no debes preocuparte por mí, pues aunque en pos de procurar una información veraz siempre ando, voy con el mayor cuidado, bien presto a comprender y relatar el transcurso de los acontecimientos.

Esperando veros pronto, Dios os guarde.

Tu queridísimo esposo, Diego de Ustariz”

Hoy ha sido un día agotador, pero inmerso en las faenas defensivas, he logrado captar la fuerza de estos hombres valientes, he comprobado su laboriosa preparación y sobre todo su enorme espíritu de entrega. En la Isla, sobre la base del viejo acueducto romano que traía el agua desde el Tempul, se tejió con maestría un tramo de piedra que, sobre el agua celeste del Sancti Petri, aunó dos porciones de tierras andaluzas, la gaditana y la isleña. Y, como un brazo perpetuamente tendido entre dos frentes armados, supuso el esfuerzo testigo del miedo, la desolación, la esperanza y el triunfo en épocas pasadas. Con distintas banderas e insignias, fue una obra de hombres preparados para rechazar a hombres valientes: fuertes, golas, flancos, baterías y embocaduras, destruidas y rehechas ante la angustia de la guerra.

He estado  sobre este magnífico puente que sobre el caño de Sancti Petri se prepara para hacer frente al francés. Junto a éste, el Castillón de León, con una torre de unas doce varas de ancho y quince de alto, que a modo de Torre del Homenaje sirve de defensa en la cabeza del puente. Hay medio centenar de hombres trabajando de forma continua desde que empezó la guerra. Se ha construido una batería semicircular con once cañones para defender la entrada del río. En el lado opuesto de la torre, se concluye la avanzada cerrada con su rastrillo y troneras; unas dan hacia la entrada del río y otras hacia el mar, de forma que impediría la entrada por el caño de cualquier embarcación, gracias al fuego cruzado que se produciría entre la torre y los diez cañones que están situados en la avanzada.

En los últimos días, la batería que se construyó en 1772 está siendo modificada, añadiéndole otra batería de tres cañones en la playa que hay fuera del castillo, a la que llaman De la Barca. Se ha colocado sobre ella un hornillo de bala roja, servidas directamente por la artillería de Cádiz. Esta forma nueva de proceder en el calentamiento de las balas consiste en convertirlas, sobre el fuego, en proyectiles candentes que se introducen en el ánima del arma y que, disparados a corta distancia, pretenden incendiar la nave del adversario o acertar con el proyectil quemante en la santabárbara, provocando la explosión de la pólvora almacenada.

Federico Libet, ingeniero de guerra,  que me acompañó todo el día, gracias a mi amistad con un brigadier de marina,  supo explicarme con detalle y paciencia cada uno de los aspectos en los que se trabajan en dicha fortificación, a sabiendas que dicha información será interesante para los lectores. Cada una de las modificaciones y mejoras de dicho puente, se basan en los dibujos y estudios que Antonio Hurtado, ingeniero de la Corona ha realizado, del mismo modo que ha iniciado proyectos para la mejora de las fortificaciones de Cádiz.

Desde la cabeza del puente y la gola, aprecié un reducto sencillo capaz para dieciséis piezas de artillería, baterías que aquí llaman de la Concepción y de Santiago. Todo ello rodeado por un foso de agua que por un lado y por  otro comunican con el caño de Sancti Petri.

Mirando hacia el frente hay dos reductos iguales, capaces cada uno por su frente de cuatro cañones, que barren los intermedios de su cortina correspondiente y terrenos opuestos, con iguales fuegos a sus costados contra las posibles entradas por las salinas o por si bombardearan por el río. En cada lado de ese mismo camino hay un fuerte avanzado, con dos baterías a ambos lados con un foso excavado  prácticamente en el fango,  los fuertes de San Pedro y de San Pablo. Frente a éstos, la batería de San Felipe, con sus diez cañones, cuya  misión es defender el puente de los navíos procedentes del Atlántico por el caño.

Libet  habla de otro reducto: el que se encuentra en la gola del puente, al lado de la Isla de León, que a su vez se divide en dos: el de la batería baja, que mira al pueblo con dieciséis cañoneras, y el de la batería alta, con diez cañoneras que miran al mar, al río y a la entrada de la isla, unidos por una escalera. Todo rodeado por un foso de agua. La conocen ya como la batería de Suazo.

“Cubre su cabeza con batería alta y baja para batir las inmediaciones que están completamente descubiertas por la distancia regular que hay hasta las primeras casas del pueblo.”

En el pretil del puente se están asentando justo en este momento, piezas que mandarían sus fuegos al Sur,  hasta diez cañones  que junto a la batería de San Felipe y la propia situación del puente, pretenden hacerla inexpugnable.

Pero si deambulabas por las calles de la Isla, la gente sabe que existen  otras zonas por las que era posible la entrada de los enemigos, como la costa y la  playa de Santa María, desembarcando hacia el puesto de vigilancia de Caballería y de las Alcantarillas, a pesar de la vigilancia que se hace desde el Castillo. Pudiera ser entonces  que, sin tocar siquiera el puente, se produjera la entrada de tropas enemigas hasta el arsenal de la Carraca y así tomar la Isla. En definitiva coinciden todos  en la necesidad de fortificar y armar el Cerro de los Mártires.

“Como en las tres leguas que de aquí distan a Cádiz no hay ninguna defensa, por aquí puede introducirse sin estorbo en el pueblo de la Isla de León cualquier enemigo que hubiese desembarcado en dicha playa y dirigirse a Cádiz igualmente”.

Los hombres que trabajan junto al puente en el Real Carenero fabricando  jarcias, motonería y lanas, aprovisionando los almacenes e instalando carenas, son conscientes de la gran extensión de tierra para proteger y creen que sólo las salinas con sus intrincados y peligrosos senderos suponen  la mejor de las defensas. Para la reconstrucción y mejora de  éstas,  ante la llegada inminente de las tropas enemigas, se ha hecho necesario el avituallamiento de los almacenes y se ha decretado la leva forzosa de mano de obra que sirva en la fortificación de los lugares más castigados por ofensivas anteriores, debido a lo importante de su ubicación.

Una de las primeras medidas tomadas por la Junta Central, sita en el Alcázar de Sevilla, ha sido  la formación de una Junta de Defensa o fortificación tanto de la plaza de Cádiz como de la Isla de León. No se trata sólo de solventar una obra de ingeniería, otros muchos son los elementos necesarios para la consolidación de la resistencia: víveres, mulas, armas, soldados. En ese sentido  desde  enero de este mismo año, el Marqués de Villel oficia sobre la necesidad de fortificar la plaza de Cádiz. Para ello se nombró a don José del Pozo para este fin y para mejorar del mismo modo las defensas de los Fuertes de San  Luis y Matagorda que se encuentran en la costa Norte.

La necesidad de mejorar las defensas de la Plaza de Cádiz y de la Isla de León junto a la mejora de las instalaciones militares de la zona parece algo prioritario. Las noticias, edictos y avisos recogidos en el Diario Mercantil se hacen eco de esto. Se intuye el riesgo  que corre la zona tras la caída de otras ciudades españolas. Se acelera la preparación para la guerra. Todos los recursos son pocos y la fuerza de hombres perspicaces y motivados mueve hacía el correcto uso de los medios con los que cuentan.

Martín de Garay ha decidido,  que don Antonio Prats, Ingeniero Ordinario del Departamento de Marina no se separe de la Carraca y Puente de Suazo  en lugar de pasar a esa Corte, debido al excelente trabajo que está realizando en estos últimos meses. He tenido la posibilidad de ver los registros y documentos donde quedan inscritas algunas de estas mejoras que paso a detallar para que mis lectores, que aún escondidos o sometidos esperan un revés al francés intruso, aprecien y se congratulen del esfuerzo que en la zona libre se hace por redimirlos.

      Se han hecho  tres  garitas nuevas y  herrado  noventa  ruedas de carreñas de Marina. Está al concluir el camino que acorta el tránsito de los reductos de la derecha y de la salida del Puente de  ciento noventa  varas de largo y cinco de ancho. Se trabaja en la apertura de un foso a los Baluartes de las salinas en el camino que va a Puerto Real, abriéndose  una entrada en la tapia del baluarte que da comunicación al Baluarte de la izquierda por el camino nuevamente construido. Se están  derribando los morlotes que miran a la Isla y abriendo los fosos que tienen por delante, al mismo tiempo que se abre  el ojo grande del Puente. Se han remitido algunas ventanas del tránsito del Puente. Y se han principiado a ejecutar salchichones.

Desde allí, subido al mismo puente y acompañado por don Cristóbal Sánchez de la Campa, capitán de milicias de esta villa, intenté encontrar un camino lógico entre las salinas y los esteros. Casas con robustos contrafuertes  rodeadas de blancos montículos de sal y algún ganado que pasta entre bajas esparragueras, no dan sentido al sinfín de canales y caños que las atraviesan. De la Campa, verdadero conocedor de estas salinas, admite que  los dragones con sus valiosos caballos terminarían enterrados vivos si quisieran atravesarlas.

Mañana partiré hacía Cádiz, debo presentarme antes del medio día al aposentero donde  fijaré mi residencia por un tiempo. Es difícil encontrar un lugar donde vivir en estos días en el que gente de todos los lugares buscan refugio y esperanza. La misma Isla de León empieza a ser un hervidero de gente que no sabe dónde instalarse, algunos ofrecen sus casas como signo de patriotismo mientras que otros se resignan a compartirlas de mala gana. Por todos lados se ven grandes contingentes de oficiales extranjeros, ingleses y portugueses que necesitan de cobijo y manutención.

  Los gaditanos son gentes noble y hospitalaria. Gracias a mi buen amigo don Alonso María de Torres, brigadier de marina, no he tenido problemas con el alojamiento, ya que me recibió en su casa, sita en la Calle Real número 39, como si fuera uno más de la familia. Aquí intentaré dormir y descansar; los acontecimientos, las palabras, las ideas y las noticias se acumulan en mi cabeza y extraño tanto a María…

Diego de Ustáriz

continuará...

 

03153017

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