The Abbey | Alcachofa Soft | 17,95€ | PC

Existe una historia: la de cómo España se encumbró en 1987 a las más elevadas atalayas del desarrollo de videojuegos con La abadía del crimen, versión apócrifa (no tanto, en realidad) de la novela El nombre de la rosa de Umberto Eco, adaptada al medio cinematográfico un año antes por Jean-Jacques Annaud. Existe un nombre: el de Paco Menéndez, el joven que aún sin terminar la carrera de Telecomunicaciones hizo posible el prodigio de perpetrar con una paleta de 256 colores el que aún hoy algunos nostálgicos consideran el mejor título de la historia nacional del sector.

Pero las historias están para ser contadas, y el presente para ser vivido. Por fortuna hoy existe un presente, y existe un nombre: Alcachofa Soft, la desarrolladora ibérica que, bajo la batuta creativa de Emilio de Paz, ha hecho posible The Abbey (La abadía, en castellano), una nueva intriga de atmósfera cisterciense, en un momento en que, en las estribaciones de la industria literaria del bestseller, esta estructura ha derivado prácticamente en subgénero. Visión de mercado es, por tanto, el primero de los muchos talentos que destacan en esta nueva manifestación de nuestro potencial creativo. Y destacamos el posesivo porque se hace obligado, teniendo en cuenta los lentos ritmos de acceso del videojuego español al ámbito comercial de gran escala, espaciados en el tiempo en títulos como el presente o el Jericho de Mercurysteam de hace un par de años, pero destilados en una calidad irreprochable, que hace posible la competencia a nivel internacional.

La peripecia argumental de The Abbey, construida sobre una planificación fílmica de gran solidez, nos acompaña de un atolondrado ayudante llamado Bruno encarnándonos en Fray Leonardo de Toledo, especie de Sherlock Holmes con hábito que habrá de enfrentarse a las consecuencias de una defunción sólo aparentemente accidental en el decurso de un whodunit clásico lleno de sorpresas. Hasta aquí, todo en orden. Pero más allá de esto, nos encontramos ante un producto que evidencia una elaboración tan celosa en cada aspecto, que su resultado final se resiste al examen fragmentado de las partes. Y es que no podría existir más acertada metáfora de los procesos del juego, el enigma y la representación que la que nos ofrece la confrontación piedra-píxel, ambos elementos empleados en la construcción ritual, con vocación eterna, de un entorno donde habrán de oficiarse sacrificios, y donde el término misterio viene de la mano de sus dos adláteres más tradicionales: la fe y el crimen. En tan fértil caldo de cultivo, el excelente doblaje protagonizado por Ramón Langa (voz habitual de Bruce Willis), el soberbio acabado gráfico mezcla de 3D y escenografía pictórica bidimensional, el retomado género de aventura gráfica, tan desafortunadamente desatendido en nuestros días, y la evocadora composición musical, son sólo cabezas de icebergs cuyas colisiones subacuáticas arrojan un extraordinario valor cohesionado por el guión férreo, esencializado en una constante cómica exquisitamente equilibrada en los recursos de la ironía (los primeros conceptos del juego iban más encaminados a la parodia), que libera al relato del peso de sus distantes predecesores ya desde su misma ambientación en la España medieval.

En una feliz decisión comercial, colocando The Abbey para su venta en la web www.alcachofashop.com junto con abundantes extras (entre los que destaca el making of de la obra, dirigido por el incombustible teórico multimedia Alejandro Pérez) y un divertido videojuego de regalo, la desarrolladora libera al usuario de los abusivos precios impuestos por la distribuidora, nada menos que 44,95 euros, frente a los 17,95 de su adquisición vía Internet. Toda una muestra de decencia profesional que cierra un círculo de calidad emprendida en lo creativo, continuada en lo técnico y culminada en lo humano. Y es que a pesar de la condición guadianesca de nuestra industria, todos los signos alrededor son claros; por momentos la perdemos, pero juegos como The Abbey, y equipos como Alcachofa Soft, nos ayudan a recuperarla... hay que tener fe.