Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

Crítica música

Imaginación y sensibilidad

L'Arpeggiata. Femàs 2013. Programa: Obras de autores italianos del siglo XVII y tradicional del Sur de Italia. Intérpretes: R. Andueza (soprano), V. Capezzuto (voz), D. Sherwin (corneta), V. Skuplik (violín), M. Übellacker (salterio), E. Palviainen (laúsd y guitarra), M. Vitale (guitarra y guitarra batiente), H. Kitamika (clave y órgano) y D. Mayoral (percusión). Tiorba y dirección: Christina Pluhar. Lugar: Sala Joaquín Turina. Fecha: Sábado, 2 de marzo. Aforo: Lleno.

Nuestros conceptos en torno a los géneros artísticos (y en este caso musicales), sus terrenos sociales de despliegue, sus espacios de representación, sus posibilidades performativas y las relaciones entre ellos, proceden de una época, el Romanticismo, en la que se marcan claramente las líneas fronterizas entre las diferentes músicas, las tradicionales, las urbanas y callejeras y las consideradas propias de las élites cultas. Un modelo que, a la postre, cierra las posibilidades de comunicación durante un largo tiempo. Y un modelo que ha habido que romper a la hora de afrontar el hecho interpretativo de las músicas anteriores al siglo XIX.

Un ejemplo bien claro de esa búsqueda del diálogo y de esa construcción de puentes de comunicación entre distintas facetas del hecho musical es lo que viene realizando desde hace años Christina Pluhar y su magnífico grupo L'Arpeggiata, especialmente interesados en relacionar el barroco temprano (el menos encorsetado por límites formales) con el entorno musical de los campos y las calles de la época. El resultado, como quedó bien patente en el vitoreado recital de anoche, puede llegar a cotas de gran emotividad y abrir todo un panorama de relaciones abiertas entre lo que sonaba dentro y fuera de palacios y teatros.

Bien significativas fueron las interrelaciones de los patrones rítmicos de las canciones tradicionales de la Italia meridional y algunos de los lamentos más refinados de Monteverdi. En este caso la fascinante relación genética vino remarcada, en primer lugar, por la compenetración de las voces de Andueza y Capezzuto. Voz de gran naturalidad y cercanía la primera, con seductora capacidad de seducción afectiva mediante la variedad de su fraseo (magníficos portamenti descendentes) y el dominio absoluto de los reguladores; emisión en falsete natural, muy bien sostenido y soldado, con generoso fiato y no menor capacidad expresiva, el segundo, capaz de divertir con la Pizzica di San Vito como de conmover con su lamento final.

Todo ello vino perfectamente incrementado por la participación instrumental, de la que cabría señalar la maestría de cada uno de ellos a la hora de improvisar y fantasear sobre los ostinati, en lo que sobresalieron Sherwin en la corneta, Skuplik en el violín y un Vitale que se marcó un solo casi rockero con su guitarra batiente sobre la tarantela.

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