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Andaluzas 22M

El voto taxista y elegir coca-cola o pepsi

  • Podemos hace un llamamiento al voto de los autónomos no rescatados y profundiza en el mensaje de que PSOE y PP son lo mismo

El comité de campaña de Podemos se reúne en el McDonald’s de Santa Justa a las doce y pico del mediodía, con las mochilas. Empieza la caravana propiamente dicha. El primer debate, tras observar cómo la prensa le ha dado flojo y fuerte a Errejón por lo de la Universidad (“ya contábamos con ello, aunque el primer día de campaña es un poco burdo ¿no?”), es quién conduce la furgoneta. Sorprende que una formación que ha sido capaz de movilizar a decenas de miles de personas en menos de un año a veces  se atasque en estas pequeñas cuestiones de infraestructura. Se atascan en muchas más, no vayan a creer, pero lo cierto es que ríen. La pequeña caravana de Podemos es muy risueña y muy benevolente con su desorganización organizada. “Al final todo sale bien, mira lo de ayer en el Muelle de la Sal. Salió bien, ¿no?”, dice uno de los miembros del núcleo duro de la candidata Teresa Rodríguez. Se enzarzan sobre si el público estuvo frío o no, si eso es normal al inicio de una campaña. Total, no lo saben porque para todos es su primera campaña y, a todo esto, qué pasa con la furgoneta.

 

Entonces sucede una cosa, se escuchan voces a lo lejos. La desorganización organizada de Podemos está en una esquina de la estación sevillana; en la otra, en perfecta formación, atraviesan, algunos trajeados, la comitiva popular. Los taxistas les hacen un pasillo y jalean “sí se puede”. “¿Qué pasa con los taxistas?”, pregunto. “Uy, los taxistas son nuestros”, dice muy segura Rodríguez, “a mí me lo dicen cuando cojo un taxi, aunque a lo mejor se lo dicen a todos”. Horas después, ya hablaremos de ello, Errejón saltará al ruedo de la plaza Corredera de Córdoba y dirá: “Han rescatado a los bancos, pero no se sabe de que hayan rescatado a ningún taxista. Ni a ningún frutero”. El voto taxista tiene su importancia y parece haber cuajado, a juzgar por la escena.

 

El primer punto de la caravana, ya dije, era Córdoba. Allí se improvisa una rueda de prensa ante un monumento. Está al lado de la mezquita. Se trata de un cubo arquitectónico que costó 7 millones de euros, me cuenta un cordobés, y que ampulosamente se bautizó como centro de visitantes, pero que en realidad funciona como una oficina de turismo, donde dan folletos. Observo con curiosidad la mole, fea con narices, mientras a mi espalda Rodríguez opina que ya opinará sobre la mezquita.

 

A la hora del mitin en la plaza Corredera, apoyada por los numerosos veladores, se han congregado un par de miles para el mitin. Lo abre el candidato por Córdoba, sociólogo, David Moscoso, que ofrece un buen número de datos sociológicos. Con los secundarios de Podemos se aprende mucho. Moscoso, en un hábil discurso, ha contrapuesto un discurso de Borbolla de hace más de treinta años y lo pone en paralelo con los datos de la Andalucía actual. Dijo Borbolla: “El pueblo andaluz sufre”. Pues ahora Moscoso lo hace suyo: “El pueblo andaluz sufre”. Y echa mano de porcentajes escalofriantes.

 

Errejón, en su segundo mitin, utiliza grandes éxitos seguros, singles: “No se rescata un país hundiendo a su gente”. Y añade posibles hits. El de ayer fue: “No es elegir entre coca-cola o pepsi, no está en juego un color político, sino la soberanía popular”. Cerró Teresa Rodríguez y ayer el público cordobés no estuvo frío. Jalearon como posesos.

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