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Andaluzas 22M

La política que se toca con las manos

  • Susana Díaz refuerza el tono emotivo de su discurso buscando la complicidad de la gente humilde y trabajadora.

¿Miles o millones? Entre el euro con cuatro céntimos en que se ha traducido la subida de la pensión de una vecina de Alozaina y los 3,5 millones de empleos que Rajoy prometió hace tres años distan miles de realidades. Distan los 100.000 trabajadores del campo que dependen de un subsidio para llegar a fin de mes, distan las dos millones de familias en las que nadie tiene trabajo y distan los diez hijos y tres nietos que acumulan las cuatro jóvenes de Coín que celebran la llegada de la presidenta de la Junta al grito de "¡danos seis meses más!". De trabajo…

Sonia tiene un par de años más que la candidata socialista pero ya le ha dado tiempo de criar a cuatro hijos y a bautizar a tres nietos. Está soltera. El padre le "hizo el bombo" (bueno cuatro…) y se largó. Lo mismo les ocurrió a Victoria, Esther y Lourdes. Ahora tienen dos meses de respiro con los programas públicos de empleo para mujeres en riesgo de exclusión. Quitan jaramagos bajo la solana. No llevan la banderita verde socialista, no pueden perder el tiempo en dar besos y abrazos pero tienen claro a quién votar: "¡A quien nos dé el pan!".

En la comarca malagueña del Guadalhorce, a los pies de la Sierra de las Nieves, encontró ayer Susana Díaz lo que llevaba días buscando: "La política que se toca con las manos". Decenas de trabajadores rescatados de las listas del paro con los planes de empleo. Lo dijo en la Casa de la Cultura de Alozaina haciendo referencia a esos "hechos y no promesas" que entretejen los consejos de Gobierno de los martes y saltan a su programa electoral: "Soy presidenta de todos los andaluces y no voy a parar de currar. Vamos a crear empleo por encima de la media de España. Y para todos. Y vamos a blindar lo que nos hace iguales. Para eso os pido que me ayudéis el 22 de marzo".

A diez días de la cita con las urnas, la candidata socialista refuerza el tono emotivo de su discurso para recordar a todos los andaluces que, como ya ocurrió el 28-F, las "gentes humildes y trabajadoras" no tienen otra cosa que su "voto". Lo dice, por supuesto, en primera persona. Lo dice la "hija de fontanero" que estudió una carrera con las becas de Felipe y ha llegado a ser presidenta de la Junta; lo dice la candidata a la Presidencia que quiere una Andalucía mejor para su hijo como sus padres la tuvieron mejor que sus abuelos. La referencia al ex presidente Escuredo -el que luchó por una Andalucía que no fuera más que nadie pero tampoco menos- la acompaña desde la noche electoral con tanta insistencia como clamorosa es la ausencia de Chaves o Griñán -los "líos de los partidos" o la corrupción- y como escogidas son las alusiones a su bebé.

Cuando le preguntamos los periodistas, Díaz entra en las polémicas informativas midiendo al máximo lo que dice y lo que calla pero con la gente no se distrae ni un solo minuto de la escaleta electoral: hay que ganar "y bien" y los votos hay que pelearlos uno a uno. En plazas tan simbólicas como Málaga aún más. Para el PSOE sería toda una victoria ganar al PP en casa del candidato. El resultado de las elecciones europeas anima con tal posibilidad y también el último barómetro del CIS. Es en lo que confía la líder socialista; ella y sus asesores. Porque son seis los desembarcos que se han dirigido a esta provincia desde el inicio de la precampaña.

En realidad, se cumpla o no, con lo que cuenta Díaz es con situar al PSOE como fuerza más votada en todas las provincias. Incluida la difícil Almería que en 2012 ya fue clave en la amarga victoria de Javier Arenas que no le dio suficientes escaños para gobernar. Ella ha aprendido bien que no se pueden "confiar". Por eso no entra en "futuribles" de pactos y por eso eleva la dureza de su discurso contra el PP y contra Podemos -por mucho que los populares quieran asustar a la izquierda diciendo que los socialistas le van a "abrir" la puerta de la Junta- con el mismo cuidado con que expresa su "respeto" a Ciudadanos y a Izquierda Unida.

Les confieso que llega un momento en que es difícil distinguir quién está a la izquierda, a la derecha y en el centro, quién asusta más al electorado, quién representa el voto útil y quién copia a quién. De lo que no tengo ninguna duda es de lo que ocurrirá al día siguiente de la jornada electoral: todos habrán ganado. No se lo van a creer pero es lo que ocurre en Álora con la Despedía del Viernes Santo. La Virgen de los Dolores con los legionarios; el Nazareno con los paracaidistas. Cuatro hombres de trono de rodillas frente a frente y tres levantás. El pueblo entero hace de testigo para ver quiénes pueden más.

Me lo contaban ayer en El Madrugón de Álora delante de unos aguardientes y unos cafés mientras esperarábamos, con enorme paciencia, que llegara la candidata socialista... Como imaginarán, todos ganan. Como imaginarán, los cuarenta días que preceden al duelo son insufribles. Sí, justo como en las elecciones. Pero los políticos deberían aprender de los cofrades: terminada la contienda, los vecinos son capaces de pasar página. Lloran de emoción, se funden en abrazos y comparten unas cervezas. No sacan la artillería pesada que nos espera a partir del 22-M.

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