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Congreso PSOE-A

Un salto de cuarenta años

  • La sucesión de Manuel Chaves fue como nadie imaginó, sus probables y posibles delfines fueron sacrificados por la renovación que Griñán inició en 2010 y Jiménez y Díaz blindaron.

Cuarenta años es una unidad de medida política que en España marca un ciclo. Casi cuarenta años -38 exactamente- son los que se llevan José Antonio Griñán y su sucesora, Susana Díaz. Uno es de 1947, nació sólo ocho años después del fin de la Guerra Civil, y la otra vino al mundo en 1974, cuando la secuela de la contienda agotaba sus últimos días. El PSOE andaluz ha dado un cambio generacional de décadas, nadie pudo imaginar hace cuatro años, cuando Manuel Chaves dimitió de su cargo de secretario general, que su sucesión en el partido y en la Junta se iba a producir de este modo; ningún dirigente de la Transición andaluza ha quedado en pie. Nada fue como se previó.

El mandato de José Antonio Griñán, secretario general hasta ayer, fue concebido por su propia edad como un liderazgo de transición, pero nadie diseñó que su conclusión iba a ser la de una mujer de 39 años. Todos los probables y posibles delfines de Manuel Chaves se quedaron en la carrera, toda una generación ha pasado a segundo plano. Ni el ex consejero Francisco Vallejo, que hoy es parlamentario autonómico y se consideró como el miembro más preparado de los gobiernos de Chaves; ni Martín Soler, por el que quienes trajeron a Griñán apostaron como su sucesor; ni Micaela Navarro, que pudo ser presidenta del PSOE, pero se negó porque, a cambio, su extinta Consejería de Bienestar Social se fusionaría con Salud, como así ha sido; ni Mar Moreno, casi la única sucesora oficial y preferida de Zapatero; ni Gaspar Zarrías, que soñó con serlo; ni Luis Planas, que en último término lo intentó en unas primarias a las que no llegó; ni muchos otros, como el granadino Javier Torres Vela, sucedieron ni a Chaves ni a Griñán. Sólo la voluntad de este último y la sagacidad de Susana Díaz y Mario Jiménez provocaron esta intensa renovación generacional del PSOE, que no es ruptura porque la ya hoy secretaria general se ha dedicado durante meses a restañar heridas. Y simbólicas han sido sus reuniones con dos de los hombres que se enfrentaron a última hora a Griñán: Luis Pizarro y Manuel Chaves.

Ésta es la historia resumida de cómo llegó este cambio.

Cuando Manuel Chaves fue elegido presidente de la Junta en 2008 ya todos intuían que sería su último mandato. Luis Pizarro, su lugarteniente en el partido, declaró a este medio que supo que Chaves no se presentaría nunca más en el primer comité director que se celebró después de los comicios. De hecho, el congreso que el PSOE celebró en Granada en julio de ese año fue de encefalograma plano, no hubo ni un aplauso cuando Chaves le dijo al plenario que seguiría en el puesto mientras el partido quisiese. Griñán, de un año menos que Chaves, se impuso a Francisco Vallejo, que era el preferido de Gaspar Zarrías, pero el plan que pergeñaron Luis Pizarro, el propio ex presidente, los ex consejeros Martín Soler y Antonio Fernández pasaba por una transición tutelada. Griñán ejercería de presidente, y con los años se vería qué consejero destacaba para una segunda sucesión: Soler, la desaparecida Cinta Castillo, Micaela Navarro... sin prisas, pero con ese horizonte fijo.

Sin embargo, una vez que Griñán es elegido presidente con el apoyo de todos, rompe los planes. En marzo de 2010 fuerza un congreso extraordinario, después de meses de tensión con Manuel Chaves y el viejo aparato, también con sus posibles sucesores, como Martín Soler. De ese congreso, al que seguiría un cambio profundo de Gobierno, salen tres personas, tres jóvenes procedentes de Juventudes Socialistas, una tríada apodada despectivamente de griñaninis: Rafael Velasco, vicesecretario general; Mario Jiménez, portavoz parlamentario, y Susana Díaz, secretaria de Organización. Hay quien oyó decir a Griñán que había dejado de estar en un Gobierno de coalición, una ruptura que se tornó definitiva con la dimisión de Luis Pizarro como consejero de Gobernación.

Sin embargo, aquel cambio que Griñán previó aún tuvo un sobresalto. Y grande. La última semana de octubre de 2010, a sólo unos meses de ese congreso, hubo un intento de reconducir la situación. La oportunidad la dio la dimisión de Rafael Velasco como vicesecretario general. Hasta entonces, Susana Díaz era la número tres del PSOE, la secretaria de Organización, y muchos en el partido creyeron entonces que Griñán debía nombrar a un vicesecretario que elevase la edad y la experiencia de su Ejecutiva. Todos los secretarios provinciales aconsejaron a Griñán que nombrase a un segundo de calado, que aportase experiencia para evitar el previsible batacazo de las elecciones municipales. Todos, menos dos: Mario Jiménez, que lo era de Huelva, y el sevillano José Antonio Viera, que nota que Sevilla vuelve a mandar en el PSOE como en los tiempos de Rodríguez de la Borbolla.

La hemeroteca de esa semana indica las dudas de Griñán, da cuenta de las presiones de Ferraz y se cita los nombres de Javier Torres Vela, de José Caballos y de Francisco Vallejo como posibles vicesecretarios. Sin embargo, Griñán optó por no enmendar el resultado del congreso de 2010, no nombró a ningún sustituto y Susana Díaz se convirtió, de facto, en la número dos del PSOE. La sintonía con ella y Mario Jiménez aumentó durante la campaña de las elecciones autonómicas de 2012, cuando su soledad fue porporcional a la creencia de que que el PP de Javier Arenas iba a gobernar Andalucía.

Desde el inicio de la democracia, todos los relevos de secretarios generales en el PSOE andaluz se han producido entre personas de la misma edad e, incluso, mayores. Al primero de ellos, José Rodríguez de la Borbolla, nacido en 1947, le sucedió Carlos Sanjuán, de 1938, y a éste, Chaves, de 1945, a quien sucedió Griñán, de 1946. Es decir, que el primero era un año más joven que el último. Desde el año 1977 al 2013, los socialistas han sido liderados durante 36 años por una generación nacida poco después de la Guerra Civil. Todo un ciclo, que hoy se cierra.

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