Tribuna de Opinión

La probabilidad y el riesgo cero en el proceso donación-trasplante

  • El riesgo de fallecer en un accidente de circulación, incluso en un avión, es mucho mayor que fallecer como consecuencia de una enfermedad infecciosa transmitida por la donación de órganos 

Uno de los accesos del Hospital Virgen del Rocío.

Uno de los accesos del Hospital Virgen del Rocío. / Belén Vargas

En los últimos días se han difundido en los medios de comunicación distintas noticias alusivas a la transmisión, a través de una donación de órganos, de una infección del virus herpes simple (VHS) a dos pacientes que recibieron un trasplante renal y que fallecieron por las complicaciones de la misma.

En primer lugar, quisiera presentar nuestro más sentido pésame a sus familiares y allegados. Fueron, y son, días muy duros para todos ellos y para todos los profesionales que intentaron evitar el fatal desenlace y que desafortunadamente no pudieron evitarlo por la presentación fulminante del VHS.

Los trasplantes de órganos suponen un tratamiento imprescindible para salvar la vida y mejorar la calidad de la misma a las personas que lo requieren. Desde la puesta en marcha del programa de trasplantes en Andalucía, cerca de 18.000 andaluces han podido beneficiarse de estos tratamientos y, afortunadamente, los fallecimientos a consecuencia de una enfermedad  trasmitida por el donante son muy escasos frente a la inmensa mayoría de resultados indudablemente positivos.

En el mundo, cada año fallecen 1.250.000 personas por accidentes de tráfico. Incluso la probabilidad de fallecer en un accidente aéreo es de uno entre 9.737. Esta realidad no nos mueve a dejar de viajar en coche ni en avión, aunque de manera ineludible todos apostemos por intentar minimizar el riesgo y exigir que se garanticen todos los sistemas de seguridad disponibles. 

En el caso que nos ocupa, se cumplieron con rigor todos los protocolos vigentes a nivel nacional e internacional. Desafortunadamente, la probabilidad de transmisión del VHS en esta situación según las distintas fuentes estadísticas internacionales consultadas lo sitúan entre 0,5 a 1 caso entre 100.000 trasplantes, es decir, una situación excepcional.

La mención de estos datos pretende únicamente tranquilizar a todos los pacientes trasplantados o que estén en lista de espera y se vayan a trasplantar. Aunque se persiga y se busque incesantemente el riesgo cero en cualquiera de nuestras actividades cotidianas, este hecho no puede ser garantizado hoy en día. Eso sí, hacemos lo imposible para reducir al mínimo el riesgo que asumimos, o dicho de otra forma, incrementamos las probabilidades de éxito de todas nuestras actuaciones. 

Por ello, los protocolos que se aplican en el momento de una donación son muy estrictos, las pruebas que se realizan son exhaustivas, e inclusive y ante la más mínima incertidumbre, a pesar de la generosidad del donante y de sus familias, no se desarrolla la donación si no se cumplen las citadas garantías.

Ahora bien, un virus como el herpes simple tampoco es habitual que se exprese de una forma tan agresiva. En este punto se alinearon diferentes factores que hicieron imposible la sospecha de la existencia de un VHS en el momento de la donación o de que ésta fuera la causa del fallecimiento de los receptores.

De hecho, la alarma de biovigilancia se inició de manera oportuna y precoz ante la presencia de dos pacientes trasplantados con una evolución fulminante de origen desconocido. A partir de ese momento, todos los profesionales sanitarios y no sanitarios, trabajaron incesantemente para intentar esclarecer y tratar el origen de dicha situación, algo que fue imposible de conocer hasta los análisis post-mortem.

Por tanto, se cumplieron todos los protocolos médico-quirúrgicos del proceso de trasplante renal; el análisis causa-raíz desarrollado de manera inmediata por el propio hospital, pudo corroborar y certificar la idoneidad de todas las actuaciones; y se ha buscado el asesoramiento de sociedades científicas a nivel nacional e internacional, que refutan que el protocolo desarrollado fue el apropiado. 

Los magníficos profesionales del Hospital Virgen del Rocío salvan cada día cientos de vidas. Y en donación y trasplantes atesoran una brillante trayectoria. De hecho, el año pasado fue el centro con una mayor actividad de trasplante renal en España. Sus datos de supervivencia, con un 99% en los primeros años, superan la media de los registros de EEUU.

Me consta que durante esos días, se produjeron innumerables reuniones en las que participaron multitud de profesionales de diferentes áreas para intentar esclarecer a contrarreloj qué sucedía en los receptores. Incluso ahora que conocemos de manera fehaciente la causa del fallecimiento, sólo podemos afirmar que la probabilidad del suceso era prácticamente remota, así como que la presentación que tuvo el virus en ambos pacientes fue atípica. 

Es evidente que la buena práctica médica no siempre permite garantizar un buen resultado. Y en ocasiones, desde luego excepcionales, a pesar de haber hecho todo lo correcto y de acuerdo con la lex artis, el resultado no es el deseado. Es importante, en este momento, resaltar que todos los pacientes que se van a trasplantar son informados de manera verbal y por escrito de la posibilidad, aunque sea baja, de sufrir alguna complicación como ésta. De manera general, todos asumimos un riesgo cuando nos realizamos alguna prueba, tomamos un medicamento,  o recibimos algún tratamiento quirúrgico.

Consideramos importante resaltar que, a pesar de estos hechos, no se puede poner en duda la alta experiencia y conocimiento de todos los profesionales que participan en los programas de donación y trasplante, así como tampoco pueden hacerse declaraciones que generen incertidumbre sobre nuestro Sistema Nacional de Trasplantes, el cual, como muchos saben, es copiado de manera sistemática por otros países que desean alcanzar nuestros resultados. El fin último que perseguimos es garantizar la seguridad máxima de nuestras actuaciones y debemos evitar la incertidumbre que estas informaciones innecesariamente pudieran generar en aquellos pacientes que se encuentran en lista de espera.

Estamos convencidos que los progresos en técnicas diagnósticas van a permitir en un futuro disponer de tecnologías que minimicen esta incertidumbre, hoy por hoy, presente en cualquier centro de trasplantes del mundo.

Finalmente, reiterar nuestros sentimientos de pesar a las familias afectadas por el desafortunado desenlace. Como  Coordinador Autonómico de Trasplantes me pongo a su disposición, tal y como han hecho en todo momento los distintos profesionales del  hospital que han atendido a los pacientes fallecidos.

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