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El ocaso del ministro que fue abucheado en Gibraltar

  • Jack Straw, implicado en un escándalo de tráfico de influencias, hizo en 2002 una visita accidentada al Peñón por su defensa de la cosoberanía

La palabra cosoberanía le costó poner a prueba su flema hace 13 años en una visita al Peñón que, sin duda, tardará en olvidar. Hace unos días, recibió el golpe de gracia a su carrera política cuando unos periodistas del Telegraph le arrancaron confesiones comprometedoras acerca de utilizar su influencia como parlamentario a cambio de cantidades económicas para favorecer los intereses de una empresa china por cuyos representantes se hacían pasar los periodistas. De hecho, Jack Straw, ex ministro de Exteriores del Reino Unido, se jactó de haber utilizado esas influencia para conseguir el cambio de un reglamento de la Unión Europea (UE) en favor de una firma que le pagaba 100.000 dólares al año, y que en otra ocasión usó su "encanto y amenaza" para convencer al primer ministro de Ucrania a cambiar leyes y que su salario eran de 7.500 dólares al día. El también ex ministro de Exteriores Malcolm Rifkind anunció que dejaba el Partido Conservador . Straw dice que aguantará hasta el mes de mayo, cuando anunció que no optaría a la reelección. De aquí hasta esa fecha, su posición no va a ser fácil.

Tampoco lo fue el 3 de mayo de 2002. Aquel día el ministro de Exteriores del laborista Tony Blair hizo su primera visita a Gibraltar. Las semanas anteriores se había alineado con la postura de su Gobierno en defensa de los Acuerdos de Bruselas. Conversaciones previas con Josep Piqué, ministro de Exteriores con José María Aznar, habían allanado el camino para lograr un nuevo marco de conversaciones sobre algo que hasta ese momento había resultado casi imposible: la soberanía de la colonia.

La palabra clave era cosoberanía, concepto sobre el que ambos países adoptarían de manera conjunta y consultada resoluciones que afectarían al futuro de la Roca. No contaban con algo que después se volvió contra ellos: la opinión de una comunidad, la gibraltareña, muy radicalizada y que expresó su opinión en las calles a un Straw que no esperaba lo que se iba a encontrar. El ministro principal Peter Caruana rompió con la costumbre de ir a esperar a los dignatarios británicos al aeropuerto y obligó al ministro a hacer el trayecto hasta Convent Place [sede del Gobierno gibraltareño].

Nada más tomar tierra, Straw se encontró con gritos e insultos en una visita que se calificó en su momento como "incómoda". Lo sabía y echó mano de toda su flema inglesa para rehusar subir al coche oficial que le esperaba al pie del avión. Straw se acercó andando hasta la Verja, donde habló con algunas personas y saludó a través de la alambrada a los policías españoles que se encontraban de servicio. Cuando su coche encaraba los últimos metros de Main Street, Straw pidió al chófer que se detuviera ante los gritos de "traidor" y "Judas". Acompañado por sus escoltas, el ministro británico se acercó a hablar con ellos, aunque no consiguió que los insultos cesaran.

El ministro recibió a colectivos llanitos, al líder de la oposición, Joe Bossano, y al del partido liberal, Joseph García. Se aventuró a cruzar andando la plaza para reunirse con Caruana. Los insultos arreciaron y los agentes de la Royal Police se tuvieron que emplear a fondo para que llegara sano y salvo a un encuentro cuya tensión se escenificó en una comparecencia por separado y en un posado conjunto que apenas duró unos minutos. Pese a sus intentos por asegurar que "no les dejaremos solos" y de que se tendría en cuenta a los ciudadanos de la Roca en cualquier decisión que se tomaría sobre su futuro, sus palabras distaban de ser convincentes. "Al menos ahora sabe lo que pensamos", señaló Caruana, quien insistió en que "si vamos a conseguir un mal acuerdo, es mejor que no lo haya".

Meses después, sin duda influido por las consecuencias de la visita, Straw anunció su propuesta de que el Acuerdo de Bruselas se quedara aparcado hasta mejor oportunidad.

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