Andalucía

El hombre al que el tiempo dio la razón

  • Griñán toma hoy posesión; una arriesgada decisión personal le dio la Presidencia y salvó a su partido de un fracaso nacional

Hay grandes generales que sólo supieron ganar una batalla: la final y, por ello, consiguieron la victoria. Se cuenta de George Washington, primer presidente de los Estados Unidos y héroe de la independencia americana, que logró cruzar el río Delaware después de varias retiradas una noche de Navidad para ganar la batalla de Trenton.

El Guadalquivir, un poco al este del Delaware. José Antonio Griñán tomará posesión esta mañana del cargo de presidente de la Junta por segunda vez, y tal como le recordó el líder del PP, Javier Arenas, el jueves pasado en un arranque que retrataba mejor el estado de ánimo del contrincante que del aludido, lo hará sin haber ganado ni una sola vez. "Un mérito extraordinario", le espetó Arenas desde la tribuna del Parlamento. En efecto, es así. Griñán fue investido presidente, por primera vez, el 22 de abril de 2009, como relevo a Manuel Chaves. Obtuvo el respaldo del grupo parlamentario socialista salido de unas elecciones que un año antes había ganado su antecesor por mayoría absoluta. Y el 25 de marzo pasado, el PP ganó los comicios autonómicos, aunque sólo por algo más de 43.000 votos, apenas 0,9 puntos de diferencia, aunque ello se tradujo en tres escaños más: 50 populares frente a 47 socialistas. En cualquier caso, insuficientes para formar un Gobierno del PP, un partido que comprobó aquella noche cómo la amplia diferencia que le daban las encuestas se disolvía ante la opción de que el PSOE e IU gobernasen juntos.

Griñán le contestó lo siguiente a Javier Arenas: "Usted no era peor candidato que Mariano Rajoy, pero en la campaña [de las generales] no es que no dijeran nada, no es que tuvieran una agenda oculta, es que han hecho lo que dijeron que no iban a hacer". Y apúntese, por ejemplo: la subida generalizada de impuestos y los recortes en sanidad, educación y dependencia. El 25-M lo perdió el PP. Fue el electorado andaluz que le había otorgado a Mariano Rajoy un voto de confianza el 20 de noviembre quien no se lo renovó en su totalidad meses después a Javier Arenas. Este análisis lo anticipó Griñán en otoño del año pasado, cuando José Luis Rodríguez Zapatero convocó elecciones anticipadas y él optó por no mover las andaluzas de la fecha prevista para agotar la legislatura. La llevó al 25 de marzo, obligó a Rajoy a retrasar la presentación de los Presupuestos del Estado para no estropear la campaña a Arenas, pero la primera subida de impuestos aprobada a finales de año y la reforma laboral hundieron la perspectiva popular.

Si una virtud del político es el manejo de los tiempos, el presidente de la Junta hizo pleno. Griñán llevó las elecciones a un punto propicio del calendario para renovar su cargo por desgaste del PP nacional contagiado a Javier Arenas. Y, es posible, que si llega a atrasarlas algunas semanas más, y margen tenía, no sólo hubiera saltado el escollo de la mayoría absoluta del contrincante, sino que podría haberlas ganado. Una campaña basada en la defensa del Estado de bienestar provocó que el PSOE no se hundiera y que parte del voto socialista no se diluyera, sino que fuera a IU. Todo un mensaje del electorado.

Su decisión fue muy personal. En Madrid querían que las elecciones generales y autonómicas andaluzas se convocaran a la vez para ayudar al candidato Rubalcaba e, incluso, en el PSOE andaluz había muchas voces que sostenían que Griñán se equivocaba. Se pensaba que Mariano Rajoy, con una más que previsible mayoría absoluta, gozaría del resplandor de los primeros 100 días de gobierno, pero Griñán ganó su particular apuesta, lo que supuso no sólo que el PSOE mantuviera la Junta después de 30 años de poder, sino que su partido no cayese en una suerte de catástrofe general. Si el PSOE llega a perder Andalucía, hoy sólo le quedaría el Gobierno del País Vasco. Y por un año.

Griñán es un líder heterodoxo: un hombre de experiencia de gobierno, pero que, hasta ahora, se había mantenido al margen de la vida orgánica del PSOE. Nacido en Madrid en 1946 -ahora tiene 65 años- y de madre malagueña, tuvo su primer destino en Sevilla como inspector de Trabajo en 1974. En 1982, fue viceconsejero en el primer gobierno autónomo con uno de sus maestros, Joaquín Galán, titular de Trabajo. En 1990 fue nombrado consejero de Salud, y después ministro de Sanidad y de Trabajo entre los años 1992 a 1996, cuando Aznar ganó. Chaves lo rescató como consejero de Economía en el año 2004 y, posteriormente, fue vicepresidente hasta el momento de la sucesión. Por eso, causó sorpresa que se quisiese convertir en secretario general del PSOE andaluz en sustitución del propio Manuel Chaves, el ex presidente que se resistió a dejar este arraigo en el partido hasta que en la primavera de 2010 Griñán forzó un congreso extraordinario y colocó al mando de la organización a una generación de jóvenes muy criticados. Ya como secretario general del potente PSOE andaluz, el PP ganó por vez primera en Andalucía las elecciones municipales, por siete puntos de diferencias; las generales, por nueve puntos, y finalmente apostó por la candidata que perdió el 37 Congreso Federal de su partido: Carme Chacón frente a Rubalcaba. Estuvo a punto de perderlo todo, pero finalmente conservó lo imprescindible.

Su siguiente hito será el congreso del PSOE andaluz. Nadie lo cuestionará, pero aún tiene pendiente la renovación final del socialismo andaluz, tanto en el Gobierno como en su partido. En 2016, Arenas no será candidato por quinta vez, y es posible que Griñán, con 69 años, considere que ha cerrado un ciclo sin entregar Andalucía al PP. ¿Delfines? Siempre los tuvo, pero mejor es abstenerse.

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