La Tribuna

Manuel Chaves González, Ex presidente de la Junta.

Una fecha 'histórica'

Manuel Chaves escribe sobre el panorama nacional tras el escenario surgido después del 20 de diciembre.

LA mayoría de los líderes políticos, al valorar los resultados electorales, calificaron el pasado 20 de diciembre como fecha "histórica", aludiendo al presunto cambio político que los españoles habían indicado con sus votos. Pasados algunos días desde el 20-D, la situación política derivada de las pasadas elecciones ya no incita tanto a hablar de fecha "histórica". Es cierto, que se ha abierto una nueva etapa política, pero es dudoso que favorezca el cambio al que aspiran la mayoría de los españoles. Con la misma Constitución y el mismo sistema electoral, tan frívolamente denostados, los ciudadanos con sus votos han dado lugar a un Parlamento más plural con la presencia de Podemos y Ciudadanos junto a los grandes partidos que han venido protagonizando la vida política española. Algunos han pronosticado el final del bipartidismo pero la política es cíclica y no habría que darlo precipitadamente por muerto.

Más bien, el carácter "histórico" de una etapa política inédita podría venir dado porque nos enfrentamos a una situación caracterizada por el riesgo cierto de la inestabilidad derivada de un Parlamento más plural o más fragmentado, ya se verá. El primer problema es la dificultad para formar un nuevo Gobierno y que, constituido este, pueda desarrollar un proyecto político con la necesaria estabilidad para afrontar los desafíos que tenemos: el riesgo de secesión de Cataluña, la reforma constitucional, la superación de la crisis, el desempleo, etc. Ningún partido ha obtenido la mayoría suficiente para gobernar y las coaliciones y posibles acuerdos de investidura son difíciles incluso cuando se toman como referente las afinidades ideológicas. En estos momentos, las cuentas no cuadran fácilmente para que un partido político alcance, no ya la mayoría absoluta en la primera votación de investidura sino la mayoría simple en la segunda o tercera votación. La dificultad para formar Gobierno se agrava cuando se marcan líneas rojas y aparecen las condiciones previas para empezar el dialogo. Lo lógico es iniciar este sin exigencias previas lo que no significa que en la negociación haya cuestiones en las que no se puede ceder.

A la vista de los resultados electorales, corresponde al PP la responsabilidad de agotar todas las posibilidades para formar Gobierno. Es lo normal en democracia. Pero lo tiene difícil: por una parte, la gran coalición entre el PP y el PSOE no parece factible, falta la cultura política para ello o tememos las consecuencias electorales derivadas de una decisión tan comprometida; por otra, solo la abstención del PSOE y de Ciudadanos harían posible la investidura de Rajoy en una segunda votación. Y el PSOE ya ha declarado, sensatamente, que no está dispuesto a facilitar, por activa o pasiva, un gobierno de derecha.

¿Cabe la posibilidad de un Gobierno de izquierda protagonizado por el PSOE? Las cuentas son complicadas al menos que Podemos una sus votos al PSOE y el resto de los partidos, salvo el PP lógicamente, se abstengan. Pero la exigencia por parte de Podemos, de un referéndum de autodeterminación para Cataluña y la comunidades autónomas, representa un obstáculo insalvable para el PSOE. A pesar de las dificultades, el PSOE y su secretario general tienen ante los ciudadanos y sus electores el deber de intentarlo sin cortapisas internas, lo cual no quiere decir que tengan que negociar a cualquier precio. Nadie debería reprochar al PSOE que no asume su responsabilidad y que no está dispuesto al dialogo con el resto de la izquierda. En todo caso, la responsabilidad recaería sobre quien imposibilita un acuerdo, facilitando la secesión de un territorio a través de un referéndum de autodeterminación.

Algunos comentaristas han señalado que la situación política derivada de las elecciones -multipartidismo parlamentario e inestabilidad política- es la que han querido los españoles con sus votos el pasado 20-D. Pienso que al castigar a los grandes partidos y abrir el Parlamento a los nuevos, los españoles han votado más pluralidad pero también por el dialogo, la negociación y el acuerdo que el mayor pluralismo requiere. Más que por la vieja o nueva política, han votado por la buena política que resuelva sus problemas. Los partidos políticos tienen la responsabilidad de que España tenga un nuevo gobierno. Durante la campaña electoral se habló del cambio necesario, pero ahora nos enfrentamos al que puede ser el gran fracaso de estas elecciones: una nueva convocatoria ante la imposibilidad de formar gobierno. Si nos viéramos abocados a ellas sería un fracaso de los partidos políticos que habría que explicar a los españoles. Y cualquier estrategia política dirigida a buscar réditos electorales con una nueva convocatoria representaría una grave irresponsabilidad ante los ciudadanos.

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