Andalucía

El caso almería

  • La crisis del PSOE almeriense sacude de nuevo al socialismo andaluz; puede que la dirección regional no la quisiese ni de este modo, pero su papel no ha sido inocuo.

EL PSOE andaluz debe elegir entre el diagnóstico o la autopsia. Aunque habrá de advertirse que este análisis postrero no le corresponderá a los socialistas, sino a los historiadores. El PSOE andaluz. Hay que repetirlo, porque el federal se diagnosticó el lunes 23 de mayo, y optó por la solución más dolorosa: matar al padre. Sí, sacrificar a Zapatero para encomendarle a Rubalcaba la difícil tarea de ganar las elecciones generales o, en el peor de los casos, la de salvar los muebles. ¿Y qué es esto? En términos generales, un pase a la oposición, aunque con un número de diputados suficientes para mantenerse como uno de los dos partidos vertebrales del país. En términos numéricos, no menos de 110 diputados. O que el PP de Rajoy no consiga la mayoría absoluta.

Rubalcaba, sin embargo, y como demostró el pasado miércoles en Sevilla, va a por la mayor: ganar las elecciones. Y es que la intención es necesaria para lograr la opción B, la de salvar los muebles. Si el PSOE andaluz interioriza que la única forma de gobernar sería con IU, el PP de Javier Arenas se llevará la absoluta.

Tres días después de esa suerte de terapia de grupo que los socialistas mantuvieron con Rubalcaba el pasado miércoles en el Hotel Renacimiento de Sevilla, estalló el caso Almería. Y es que no hay ni una semana en la que al PSOE andaluz no le salga algo mal.

El caso, larvado desde hace más de un año, reventó cuando una mayoría muy importante de su dirección provincial (27 entre 40) entendió que los resultados electorales les estaban llevando a la marginalidad. La dimisión de todos ellos o la de su secretario general, Diego Asensio -lo mismo es-, llevará a la constitución de una gestora y a la convocatoria de un congreso extraordinario, donde no estará ni el mentado Asensio ni el ex consejero Martín Soler, una de las figuras más importantes del socialismo almeriense y la persona que en su día figuró como uno de los sucesores del presidente Griñán. Ahí está la génesis del asunto. Aunque la dirección regional habría optado por solventar la crisis de otro modo y en otro momento, sería de ciegos creer en la inocuidad de sus acciones o el de la Junta, cuyos nombramientos de delegados en Almería han ido juntos en la dirección contraria a los deseos de Asensio. Ahora puede que no, ¿pero quién ha animado al guerrista Nono Amate en sus andanadas dialécticas contra Asensio? Por sus sms los conoceréis.

Claro, que Asensio entregó a sus opositores todas las razones cuando dijo que Griñán no defiende los intereses generales de Almería ni como líder socialista ni como presidente andaluz. Injusto y falso. Asensio ha sido el último socialista en agasajar a Javier Arenas con un nuevo regalo. Este hombre va a tener que alquilar una nave para guardar tantos presentes socialistas. Sólo falta la mirra.

Claro que si otras ejecutivas provinciales hubieran llegado a conclusiones parecidas a la almeriense, el PSOE andaluz sería hoy una fuente de dimisiones. Es verdad que en Almería "ya no nos queda nada que perder" - como explicó a este medio un destacado socialista de la provincia-, y es cierto que el PP le ha sacado 20 puntos de diferencia al PSOE en el 22-M. Sólo dos más que en la provincia de Málaga, donde su secretario general, Antonio Heredia, no se inmuta.

Tampoco ha dimitido el secretario de Cádiz, Francisco González Cabaña, que, perdida la Diputación, se refugiará en su pueblo, Benalup. Ni la ex alcaldesa y secretaria local de Jerez, Pilar Sánchez, que se ha dejado 32.000 votos en el camino -ha pasado del 51% al 14%- y varios de los diputados imprescindibles para mantener la institución provincial. Ni aquellos dirigentes regionales y federales que optaron por mantenerla de candidata, pese a los avisos de Cabaña. Tampoco el secretario de Córdoba, Juan Pablo Durán, cuya candidatura a la Alcaldía de la capital se ha quedado en cuarto lugar. Bueno, puede que Durán y Pilar Sánchez se hayan querido ir, pero la dirección regional lo ha impedido. Y, quizás, con buen criterio, porque si la dimisión se considera la única terapia a la debacle, en el PSOE deberían haber dimitido todos. ¿Quién puede sacar pecho? ¿Sevilla? ¿La "tierra de Felipe González" donde el alcalde popular Juan Ignacio Zoido o algunos de sus 19 concejales sembrarán ahora bonsais? ¿Y en España?

Efectivamente, la dirección regional no se equivoca al impedir las dimisiones, pero sí al evitar hablar de ellos mismos, como sucedió en la reunión del grupo parlamentario después del 22-M. Puede que el resultado del diagnóstico sea terrible, pero no hay mayor ciego que el que no acude al médico o se encomienda a chamanes y curanderos.

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