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Caso malaya · Sentencia de la Audiencia de Málaga

Un ambiente relajado al principio y alegría contenida tras la sentencia

  • La sala de vistas estaba repleta de acusados, abogados y familiares Marisol Yagüe lloró a la salida y comentó que "era muy injusto" La expectación solo fue mediática

Era el mayor juicio contra la corrupción que ha habido en España pero solo se notaba en la puesta en escena -con una sala enorme abarrotada, decenas de abogados y varias pantallas de televisión gigantes- pues los acusados estaban, por lo general, bastante tranquilos tanto a la llegada como, sobre todo, a la salida de la Ciudad de la Justicia ya que muchos de ellos resultaron absueltos y otros recibieron penas muy inferiores a las que exigía la fiscalía. La que estaba visiblemente más afectada era Marisol Yagüe, quien salió llorando de la sala de vistas, y, aunque no quiso hacer declaraciones, sí comentó que su sentencia "es muy injusta" y adelantó que piensa recurrirla. Isabel García Marcos, que estuvo sentada a su lado durante la lectura del fallo, y con la que conversó en numerosas ocasiones, estaba más relajada: "Hay que seguir demostrando la inocencia", comentó.

La lectura de la sentencia estaba prevista para las 11:00, aunque se retrasó un cuarto de hora. Los primeros en llegar a la Ciudad de la Justicia fueron Juan Antonio Roca, Julián Muñoz y el empresario José Ávila Rojas, que se ahorraron el paseíllo por la puerta ante los medios de comunicación porque fueron trasladados en un furgón policial directamente desde la prisión de Alhaurín de la Torre. El resto de encausados sí fue entrando poco a poco por la puerta principal de las dependencias judiciales. Algunos lo hicieron por la zona vallada que la Policía Nacional habilitó para que se colocaran los medios de comunicación y otros, que intentaron pasar desapercibidos, por el resto de puertas. En cualquier caso, la expectación era solo mediática pues en la calle no se concentró nadie. Simplemente hubo dos tímidos gritos de "ladrones" y "que devuelvan hasta la última peseta" cuando llegó García Marcos.

El desconocimiento de la ciudadanía era general. "¿Cuando viene la Pantoja?", preguntaba una pareja que se acercó a cotillear. A las 10:20 llegó el empresario cordobés Rafael Gómez, más conocido como Sandokán, con una sonrisa de oreja a oreja y afirmando que estaba muy tranquilo. Posiblemente la procesión fuera por dentro, pero se le veía relajado hasta el punto que no dudó en coger un periódico que le ofreció el Mocito Feliz que, vestido de chaqué, no se perdió un detalle como es habitual. "Viva Sandokán" gritaba el Mocito, quien tuvo su segundo momento de gloria pasadas las 10:35 cuando le entregó una cajita a Marisol Yagüe.

Muchos de los acusados aprovecharon la espera para tomar algo en la cafetería. Se creaban grupitos y se charlaba de forma animada. El que estaba más contento era el que cobraba, pues todos los acusados y sus abogados hicieron una larga cola para ir pagando las consumiciones.

Isabel García Marcos mantenía una conversación con el ex futbolista Tomás Reñones sobre "reservas presupuestarias" que parecía más propia de una reunión municipal que de dos personas que estaban a punto de ser condenadas por corrupción. Un hombre se acercó a preguntarle a la ex edil socialista cómo lo llevaba: "aguantando el tirón", le respondió.

Hubo un pequeño follón a la hora de acceder a la antesala, pues aparte del casi centenar de acusados, acudieron muchos familiares y medios de comunicación, a los que sumaron un grupo de procuradores que quería entrar para protestar contra la Ley de Servicios Profesionales, sin conseguirlo. La Guardia Civil se tuvo que poner seria para ordenar el conato de caos que hubo en algún momento.

Ya dentro de la sala, a las 11:15 entró el juez Godino y todos se pusieron de pie. Roca y Muñoz estaban en la primera fila. Yagüe y García Marcos en la penúltima.

Cuando el magistrado empezó a leer el resumen del fallo sí se detectó algo más de tensión entre los acusados, a los que se nombraba de uno en uno como si le fueran a dar las notas del colegio. Marisol Yagüe parecía la madre de los que estaban a su vera. Cada vez que nombraban a uno de ellos les cogía del brazo y les daba muestras de cariño. A su izquierda estaba Jaime Hachuel, quien no pudo contener dar un pequeño salto ni las lágrimas cuando escuchó que había sido absuelto. Yagüe le dio un beso. Delante suya estaba Andrés Liétor, que sí fue condenado, y al que Yagüe le dio todo tipo de ánimos recibiendo una sonrisa con cara de circunstancia.

El silencio en la sala era absoluto y solo se cortaba con algún resoplido de alguien que acababa de ser absuelto. Parecían más preocupados los familiares que los propios acusados. Los familiares de Tomás Olivo dieron un respingo de alegría cuando dijeron que quedaba absuelto, empezaron a llorar y a mandar mensajes con sus teléfonos móviles. Una familiar del empresario Cristóbal Peñarroya también se puso a llorar cuando resultó absuelto, liberando la tensión acumulada durante seis años.

Llegó el turno de Yagüe y García Marcos, que no paraban de abanicarse, y ambas decían que no con la cabeza cuando escucharon su sentencia. Dicen que de bien nacido es ser agradecido y tanto Hachuel como Liétor consolaron a Yagüe, mientras García Marcos conversaba con Monserrat Corulla.

Fueron apenas 50 minutos. Tras la finalización de la lectura, muchas caras de satisfacción. Les entregaron una copia de la sentencia en CD a los acusados y se fueron a hablar con sus letrados, mientras que otros buscaban a sus familiares. Roca aprovechó el momento para saludar afectuosamente a González de Caldas y otros acusados, emanando una absoluta sensación de tranquilidad. Julián Muñoz, con un pelado muy corto y chaleco azul, hacía lo propio con otros. Tomás olivo fue uno de los que más abrazos y enhorabuenas recibió, así como Jesús Ruiz, director de Aifos, quien sí resultó condenado pero con una pena inferior a la solicitada.

A la salida todos comentaban sus sentencias, los delitos de los que se les acusaba y se marcharon. La mayoría a sus casas, menos Roca, Muñoz y Ávila Rojas que regresaron a la cárcel. Tampoco hubo reproches de los ciudadanos en la calle. Es posible que alguno aún estuviera esperando a la Pantoja.

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