Singular La decisión de investigar los crímenes de la dictadura crea nuevas polémicas en torno al magistrado

De Torres al estrellato

  • La causa abierta por Garzón contra el franquismo es, para sus detractores, fruto de su afán de protagonismo y para sus defensores, un servicio de un juez que va de frente

"A lo largo de veinticuatro años de profesión he aprendido mucho de los textos legales, de la doctrina y de la jurisprudencia, y sigo haciéndolo. Pero la sensibilidad, el tacto, la responsabilidad, la mesura de juicio me las ha enseñado la gente. Siempre me he considerado esencialmente un juez de pueblo, en el sentido de que he procurado estar en contacto, sin distinciones, con todas las capas sociales, conocer sus problemas cotidianos, sean familiares o profesionales", asegura el juez Baltasar Garzón Real (Torres (Jáen), 1955) en su libro Un mundo sin miedo, editado por Plaza & Janés en 2005.

Sin embargo, nada más lejos de la realidad: Garzón es mucho más que un modesto juez de pueblo. Desde que en 1980 ingresara en la carrera judicial, como juez de instrucción en Valverde del Camino (Huelva), tras concluir la carrera de Derecho en la Universidad de Sevilla y preparar las oposiciones durante dos años, este hijo de un expendedor de gasolina en el Cerro Fantasma de la autopista A-4 -su padre emigró de lo más profundo de la provincia de Jaén a Sevilla para que sus vástagos pudieran estudiar- se ha construido la imagen de un juez-estrella, de un superjuez, a golpe de instruir casos relevantes, y ha logrado con ello convertirse en el juez español más internacional.

Entre 1988 y 2008, periodo que lleva como magistrado juez del Juzgado Central de Instrucción número cinco de la Audiencia Nacional, Garzón activó la Operación Nécora contra clan del narcogallego de Laureno Oubiña, destapó el caso GAL, ordenó el arresto de Augusto Pinochet en Londres, investigó a Jesús Gil por corrupción, siguió el rastro de cuentas del BBVA en paraísos fiscales, instruyó el caso Egin contra ETA y su entorno, suspendió a Batasuna, Jarrai, Ekin y Segi, evitó que Arnaldo Otegi fuera a prisión en pleno proceso de paz en el País Vasco, desmontó el caso del bórico del 11-M, logró una condena de 640 años para Adolfo Scilingo, un engranaje de la dictadura argentina entre 1976 y 1983, y recientemente se convirtió en el primer juez español en abrir una causa penal contra el franquismo y dar luz verde a la exhumación de 19 fosas de la Guerra Civil española, entre las que está la del poeta Federico García Lorca en el camino de Víznar (Granada).

Entre medio, Garzón, que siempre se situó "a la izquierda" del PSOE, aceptó integrarse en la lista socialista de Madrid en las elecciones generales de 1993 por detrás de Felipe González, posibilitando in extremis la victoria electoral cuando el PP estuvo durante toda la campaña por delante en las encuestas.

Defraudado por no haber sido designado ministro del Interior y por el escaso compromiso que, a su juicio, mantenía el Ejecutivo de Felipe González contra la corrupción, Garzón abandonó un año después la política y regresó a la Audiencia Nacional para continuar con la instrucción del caso GAL, que desembocó finalmente con el procesamiento y la condena del ex ministro José Barrionuevo y ex secretario de Estado de Seguridad Rafael Vera. De esa etapa, dijo años más tarde que no se arrepentía a pesar de que "la decisión fue meditada pero equivocada".

Entre 2006 y 2007, Garzón se cogió un año sabático, que dedicó a mejorar su inglés en Nueva York y a apuntalar su compromiso con asociaciones de derechos humanos y con organizaciones antidroga.

Denostado por sus detractores, que le acusan casi siempre de ser "un mal instructor" por su "tendencia a fabular" y por su "falta de rigor" -en la Operación Nécora, su primer gran caso, España fue condenada por el Tribunal de Derechos Humanos por haber vulnerado el derecho de secreto de las comunicaciones de Sito Miñanco- y de un "protagonismo desmedido". Y defendido por sus partidarios, que le aplauden la valentía para enfrentarse a las principales lacras que padece la sociedad española -narcotráfico, terrorismo, guerra sucia, blanqueo de capitales, etcétera-. Garzón logró por primera vez un elogio casi unánime en 2002 cuando, con la Ley de Partidos en la mano, ordenó la suspensión de Batasuna y sus satélites.

Pero, sin duda, el mayor reconocimiento lo consiguió allende de nuestras fronteras a partir de 1998, coincidiendo con el nacimiento de la Corte Penal Internacional, cuando ordenó el arresto de Augusto Pinochet en Londres por la desaparición de españoles durante dictadura chilena y por crímenes contra la Humanidad. Ésa y otras actuaciones contra regímenes dictatoriales le han servido para ser considerado como pionero de la Corte Penal Internacional, para que en la mayoría de los países iberoamericanos le den "tratamiento de jefe de Estado" y para acumular casi una veintena de doctor honoris causa, según destaca un antiguo colaborador del juez jienense.

En el plano personal, quienes le conocen bien, destacan que Garzón "es muy amigo de sus amigos", aunque en el camino haya dejado a algunos muy renombrados, como el subcomandante Marcos, Pedro J. Ramírez, Federico Jiménez Losantos y Javier Gómez de Liaño, cuando las discrepancias se han vuelto insalvables. Algunos de éstos pasaron de compararlo con el legendario juez John Sirica, por "honrado, independiente y firme", a asegurar que "Garzón tenía una precio" y a tacharlo de prevaricador y sinvergüenza

Trabajador incansable, Garzón admite que sólo duerme tres horas, y que tiene la costumbre de escribir cartas a sus tres hijos por no dedicarles el tiempo que quisiera ni a ellos ni a su mujer.

Con un puntito metrosexual que le lleva a apreciar las sales del Mar Muerto y a presumir de haber heredado de su madre la piel tersa que luce, el juez jienense se gusta ante el espejo hasta dejar entrever cierta egolatría que no esconde unas dosis de campechanería.

Ambicioso -en su día aspiró al Nobel de la Paz y a presidir la Corte Penal Internacional-, Garzón parece "colmado por el camino", según sus amigos. En él está con la peculiar causa que ha abierto recientemente contra el franquismo, una garzonada más empujado por su desmedido su afán de protagonismo, según sus detractores. La Fiscalía ha logrado esta semana conseguir que la Audiencia Nacional paralice la exhumación de los restos de los desaparecidos en la Guerra Civil y el franquismo hasta que decida si el magistrado es o no competente para investigar los hechos. El último gran servicio de un juez que, aunque se declara "currista" y defiende el toque de Barça de Cruyff, le gusta "ir por derecho y recibir de frente" y se identifica "más con los débiles que con los fuertes", según sus defensores.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios