Andalucía

Peligro: violadores sueltos

  • 'El loco del chándal' vivirá en Andalucía España carece de instrumentos para controlarlo

Manuel González, conocido como El loco del chándal, no está loco, es decir, en ningún momento ha perdido el contacto con la realidad. Padece un trastorno de sadismo sexual, la más peligrosa de las ocho parafilias (trastorno sexual) catalogadas. Consiste en intensas necesidades sexuales en los que el sufrimiento físico o psicológico de la víctima es excitante. Está en el cuadro patológico de muchos maltratadores y González lo tenía cuando en los 90 atacó por la espalda a dieciséis mujeres acuchillándolas en las nalgas y su informe psicológico afirma que permanece en él, agravado por el resentimiento contra el sistema que lo encarceló.

El rumor de que tras su excarcelación, favorecida por la revocación de la doctrina Parot, iría a vivir al pueblo sevillano de Almadén de la Plata conmocionó a la localidad. Era un episodio más de la alarma colectiva que ha supuesto la salida de prisión de varios individuos no rehabilitados y considerados muy peligrosos, como es el caso de Miguel Ricart, el único condenado por las tres muertes de las niñas de Alcácer. El apellido de Ricart se ligó la semana pasada a Córdoba, con el consiguiente revuelo. Tras dos décadas en prisión, ninguno de los dos estaría rehabilitado. ¿Pero estos hombres entrados en los cuarenta son los mismos que los violentos veinteañeros que fueron condenados?

Julia Cano, psiquiatra forense y profesora en la Facultad de Criminología de Jerez, considera que "si los agresores tienen su sexualidad estructurada de forma patológica es lógico pensar que volverán a conducirse de la misma manera si no siguen un tratamiento y orientan su conducta de otra forma. Pero la mayoría de los delincuentes sexuales no solicitan voluntariamente un tratamiento médico. Y difícilmente éste se puede imponer eficazmente por una sentencia. En la cárcel, cuando no pueden actuar, sus fantasías sexuales se refieren a sus crímenes anteriores, por lo que se refuerzan a sí mismos y siguen siendo peligrosos al quedar en libertad. Las conductas sexuales desviadas van a volver a aparecer si no se aplica una terapia eficaz. Son conductas que surgen de un área instintiva y primaria de la vida del sujeto." Esto podría ser un inquietante perfil del Loco del chándal, aunque no de Ricart, donde los informes psicológicos no hablan de una sexualidad trastornada, aunque sí de un acusado egocentrismo e incapacidad para asumir errores.

La justicia española no cuenta con ningún instrumento de protección contra estos individuos. Sí es así en otros países. En Inglaterra, los delincuentes sexuales, desde 1997, están obligados a notificar su paradero y cualquier cambio de domicilio. En Francia, ese mismo año, se aprobó un proyecto de ley sobre la delincuencia sexual (Ley Toubon) que obliga a los delincuentes o criminales sexuales a seguir tratamiento médico-social durante 5 o 10 años una vez cumplida su pena de prisión.

En Estados Unidos cuentan con la ley Megan, conocida así por ser el nombre de la niña de siete años violada y asesinada por Jesse Tinmendequas, un tímido vecino que había sufrido abusos en su infancia. A raíz de ese caso, con ciertas similitudes con el del asesinato de la niña Mari Luz, los delincuentes sexuales tienen que inscribirse en la policía para que se sepa dónde van a vivir. Alemania va más lejos y en casos de especial reincidencia se les aplica una castración química con un tratamiento de antitestosterona.

En estos cuatro casos se trata de medidas preventivas que el derecho español consideraría invasivas para un individuo que ya ha cumplido su condena y que es absolutamente libre. El psiquiatra Antonio Oliver, acostumbrado a trabajar con las secuelas de mujeres víctimas de malos tratos, lo asume, pero advierte que tenemos en la calle "una caja de bombas. Yo no iría a comer a su casa", bromea refiriéndose a González. Ya en serio, argumenta que "el pronóstico es muy malo. No se trata de hacer profecías, pero sabemos que en veintitantos años de prisión su sistema de creencias no se ha resquebrajado. Por poner un ejemplo, los talibanes cortan las manos por robar. No creen que sea sadismo, sino que creen que hacen lo justo. Trasladado a este tipo de psicópatas, que encontramos a menudo en los casos de maltrato doméstico, la intervención es muy improductiva porque consideran que hacen lo que tienen que hacer. Asumen el papel de malo, alguien que tiene que representar ese lado oscuro que nos recuerda que no vivimos en la Arcadia".

Piscólogos que trabajan con agresores sexuales en cárceles andaluzas, que piden no ser identificados, afirman que, aunque sólo se puede realizar un análisis certero individuo por individuo, en líneas generales "sí son los mismos los delincuentes de este tipo que salen a los 40 años que los que entrarom hace 20". Ante ello, "la intervencion tratamental resulta la herramienta con la que cuenta la institución penitenciaria para modificar la conducta sexual".

Estos profesionales añaden que tampoco se puede hacer un cuadro general de cómo influye la estancia en la cárcel en estos individuos. "El contexto carcelario ejerce un control general de los impulsos. Además del efecto punitivo de la condena que puede influir por si sola en el riesgo de reincidencia. No obstante,lo que sabemos hoy en día de las parafilias es que se acercan en muchas características a una adicción y, como tal, la inclusión en un programa de tratamiento resulta importante de cara a la toma de conciencia del problema, del daño causado,de empatía hacia la víctima."

Pese a estas evidencias,el tratamiento de los delincuentes sexuales que se lleva a cabo en España pasa por el consentimiento del portador de en su organismo de ese arma criminal. Si ese consentimiento no existe, al menos desde la teoría psiquiátrica, el loco del chándal, que no tiene nada de loco, seguirá siendo el loco del chándal.

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