Los números de la operación Whiteshark (Tiburón Blanco) son elocuentes: 2.400 kilos de hachís aprehendidos, 15 narcotraficantes detenidos y 23 embarcaciones de alta velocidad, cuatro motos de agua y dos embarcaciones recreativas requisadas (estos bienes alcanzan un valor de 1.800.000 euros). Además, los agentes también han intervenido cuatro vehículos todo terreno, ocho turismos, una motocicleta, 4.750 litros de combustible, 463.465 euros en efectivo, multitud de teléfonos móviles y satélites y abundante documentación para su posterior análisis. Estos números, el resultado de la operación, llevan a la Guardia Civil a concluir que la macrored, dedicada al tráfico de hachís en España y Portugal desde Marruecos, ha sido desmantelada.

Como mínimo, ha quedado descabezada, porque uno de los detenidos es su jefe, A. R. G., residente en Algeciras y propietario de una empresa náutica. Él tenía los contactos en Marruecos para negociar las grandes cantidades de hachís con las que traficaba la organización. También han sido cursadas dos órdenes internacionales de detención y se ejecutaron 15 entradas y registros en domicilios y naves industriales.

La operación se inició a finales del pasado verano, cuando se detectó una organización de narcotraficantes afincada en la comarca del Campo de Gibraltar, dedicada a la introducción de alijos de hachís desde Marruecos. Los puntos de alijo de la organización abarcaban todo el litoral gaditano y utilizaban para ello numerosos métodos de introducción y un gran número de embarcaciones y personal.

Para la introducción de los alijos, el cabecilla se apoyaba en numerosos patrones de embarcación de su máxima confianza, los cuales llegaban a realizar incluso dos viajes al mes, cargando cantidades de drogas más bien pequeñas en cada embarcación.

De esta manera se minimizaban las pérdidas en el caso de ser detenidos, o si tenían que tirar la droga durante el curso de una persecución. Otra de sus costumbres era utilizar de manera simultánea dos embarcaciones que alijaban en lugares diferentes o con distintos métodos. Para esto se valía de sus contactos en el mundo de la náutica.

Durante las investigaciones, los guardias civiles se encontraron con una organización que tomaba obsesivas medidas de seguridad y de contravigilancia para evitar ser detectados y seguidos, empleando, para dificultar el trabajo policial a hombres de paja en la titularidad de las embarcaciones, personas sin antecedentes y con una aparente vida normal, que ante la primera sospecha de poder perder una embarcación, denunciaban su robo para recuperarla.

Los detenidos disponían de varios narcoembarcaderos en la zona del Campo de Gibraltar, desde donde operaban las potentes embarcaciones encargadas de traer la droga hasta la costa española, contando con todos los medios necesarios para realizar las reparaciones que se requiriesen tras realizar un alijo, así como varias naves industriales en las localidades gaditanas de Alcalá de los Gazules, La Barca de la Florida, Palmones y el barrio de La Atunara, en La Línea. Todas estas actividades se realizaban en estas fortalezas construidas para mantener a salvo de miradas indiscretas sus ilícitas actividades, proporcionando a los narcotraficantes toda la seguridad que les ofrece una zona de difícil vigilancia para los agentes.Ante la presión a que se estaba sometiendo a la organización por parte de los investigadores, desplazaron sus actividades hacia la costa de Huelva y la zona del Algarve portugués, estableciendo una infraestructura estable en esta zona, por lo que se solicitó la colaboración de las autoridades portuguesas.

La operación realizada por los agentes de la Guardia Civil concluyó con registros en Algeciras, San Roque, La Línea de La Concepción, Palmones, Los Barrios, La Barca de la Florida, Chiclana y Alcalá de los Gazules; de Málaga (Benahavis y Ronda); de Huelva (Punta Umbría) y de Portugal, en Vila Moua.