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Juicio por la desaparición de Ruth y josé 3 Duodécima sesión de la vista oral

Etxeberria defiende que en la hoguera se quemaron dos cuerpos de niños

  • El antropólogo concluye que la muerte fue "violenta" y, en consecuencia, "homicida" Dice que el error de la perito de la Policía se debió a la "falta de experiencia" en restos incinerados

"Todos los huesos recogidos en la hoguera de Las Quemadillas pertenecen a dos humanos, de dos y de seis años". Con estas palabras el antropólogo Francisco Etxeberria se dirigió ayer al Jurado Popular para reiterar, tal y como plasmó en el informe que realizó en agosto de 2012 a petición de la acusación particular, que los fragmentos de huesos recogidos de la hoguera que realizó José Bretón el 8 de octubre pertenecen "sin duda" a dos personas con las mismas edades que tenían sus hijos, Ruth y José, el fatídico día de los hechos.

Etxeberria, que argumentó su declaración con una serie de documentos gráficos para que fuese más didáctica para los miembros del jurado, detalló que fue el 14 de agosto cuando acudió a la comisaría de Canillas (Madrid) para analizar los restos óseos, que la perito de la Policía Científica había concluido que eran de origen animal días después de la desaparición de los pequeños. No obstante, según el antropólogo, días anteriores pudo visualizar algunas imágenes de los restos tomadas por la Policía a los restos, que se le facilitaron a través de la letrada de la madre de los pequeños, Reposo Carrero, con las que ya pudo concluir, sobre todo por las fotografías de las piezas dentales, que eran de origen humano. "En tan sólo unos días pasé de la posible a lo probable y, por último, a la certeza", reiteró.

Para su informe Etxeberria dispuso de todas las muestras recogidas en la hoguera que, según explicó, se encontraban en el interior de una caja correctamente precintada. Durante su análisis, el doctor realizó 142 fotografías de los fragmentos, de las que muchas expuso ayer para que el jurado viese su forma y las coincidencias con las de huesos en un mejor estado de conservación. A su vez, detalló que les explicaba a los agentes de la Policía que se encontraban ayudándole las características de cada uno de los restos comparándolos con los de dos esqueletos de niños de dos y de seis años, que él mismo había llevado.

Durante este proceso el antropólogo identificó distintos huesos como vértebras, costillas, parte de la mandíbula o cráneo. Aunque la pieza clave del estudio fue el hallazgo de tres astrágalos (huesos situados en el tobillo), que confirmaban que los restos pertenecían a dos humanos, en concreto, con edades de seis y de dos años.

Tras esta confirmación, el siguiente paso que marcó el doctor fue determinar si en la hoguera se quemaron tan sólo huesos secos o cuerpos. Para conseguir responder a esta pregunta, Etxeberria se basó en la fragmentación de los restos. "Se quemaron cuerpos con sus partes blandas" y "fueron sometidos a más de 600 grados", puesto que los restos se encontraban incinerados. En cuanto a la posición de los cuerpos en la hoguera, el antropólogo pudo determinar únicamente la colocación del cadáver de la menor de seis años a través de la distribución de los restos en la hoguera, como quedaba reflejado en las fotografías realizadas por la Policía en la recogida de las muestras. Etxeberria mostró al jurado a través de un montaje la posición exacta de la mesa metálica, que supuestamente Bretón usó para conseguir hacer el efecto de un horno crematorio. Incluso, pidió permiso al presidente de la sala, Pedro Vela, para levantarse de su asiento y acercarse a la mesa que se encontraba colocada tal y como la Policía la encontró sobre la hoguera el día de la desaparición. En concreto, señaló la posición exacta del cuerpo y cómo los pies supuestamente sobresalían por uno de los extremos y la cabeza por otro.

Con todos estos datos y, a pesar de que el grado de calcinación de los restos ha impedido extraer el ADN de los mismos, Etxeberria puntualizó que, aunque no se pueden establecer las causas concretas de la muerte, sí que pudo concluir que responde a una muerte "violenta" y, en consecuencia, "homicida". Durante su estudio de los restos, el antropólogo también quiso dejar bien claro que la cadena de custodia de los restos no se había roto y que los fragmentos eran idénticos a los que se recogieron el 10 de octubre en Las Quemadillas.

Etxeberria emitió su informe pericial, basado en la morfología de los huesos, finalmente, el 17 de agosto, remitiéndoselo a la abogada de la acusación particular. A partir de ese momento existía un documento que echaba por tierra las conclusiones de la perito policial, Josefina Lamas, que concluyó pocos días después de que desaparecieran los niños, que los restos que ella misma había extraído de la hoguera eran de animales. Este error de la perito, según Etxeberria, se basó en la "falta de experiencia" sobre "restos incinerados".

Ante la existencia de dos informes con conclusiones contrapuestas, la Policía ordenó que se elaborase un tercer informe, que se le encargó al paleontólogo, José María Bermúdez de Castro, conocido por sus estudios de los yacimientos de Atapuerca. Este experto, tal y como declaró ayer en la duodécima sesión de la vista oral, estudió los restos el 22 de agosto. "Mi función era responder a una única pregunta con un sí o con un no, para concluir si los restos eran humanos", aseguró.

Durante dos horas observó los mismos fragmentos óseos que días anteriores habían estado a disposición del doctor Etxeberria y meses antes de la doctora Lamas. "Al principio fue muy complicado el reconocimiento porque los huesos estaban quemados", insistió. Pero todas las dudas se disiparon cuando le mostraron la primera pieza dental, momento en el que dijo que "los restos eran humanos". "Llevo 33 años trabajando con dientes humanos. Son como la caja negra del ser humano", defendió. También reconoció algunas piezas como un fémur que inequívocamente pertenecía a un ser humano.

A través de su experiencia y tomando como base un trabajo realizado en el año 2006 sobre la determinación de la edad de los humanos a través de los dientes, el paleontólogo ratificó la conclusión que ya había extraído Etxeberria, que los restos pertenecían a menores de seis y de dos años.

A pesar de que ya existían dos pruebas que certificaban la naturaleza humana de los restos, el propio juez instructor del caso, José Luis Rodríguez Lainz, encargó dos informes más: uno a la Universidad Complutense de Madrid y otro al Instituto Nacional de Toxicología. Los forenses de la Complutense, Bernardo Barea, José Antonio Sánchez y Enrique Dorado, explicaron ante el Tribunal Popular que entre los restos tan solo se encontraban piezas dentarias de un solo individuo de unos seis años de edad, lo cual se explica, según aclararon, porque "la resistencia a los agentes agresivos externos depende mucho del grado de calcificación de las piezas dentales". De este modo, insistieron en que los dientes de un niño de dos años, que ellos no han visto, "tienen menos estructura mineral que pueda resistir el fuego" y se destruyen "con más facilidad", aunque precisaron que en sus conclusiones coinciden con los informes de Etxeberria y de Bermúdez de Castro. En cuanto a si los huesos que estudiaron fueron los mismos que los de la hoguera, los forenses de la Complutense indicaron que ellos examinaron los mismos que identificaron como presentes en las fotos realizadas de la hoguera, antes de la recuperación de los restos óseos de la misma. Además, detallaron que los huesos tenían partes blandas cuando se quemaron.

Las dos facultativas del Instituto Nacional de Toxicología, por su parte, ratificaron igualmente el informe pericial del doctor Etxeberria, mientras que los peritos de la Asociación de Bioarqueología determinaron que "no hay restos óseos de animales y son todos humanos".

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