Andalucía

Duelo de 'divinos'

  • Espantada de Griñán. El presidente echa a perder un debate que tenía ganado con una excelente primera intervención. Pero Arenas consigue sacarle de sus casillas

EN las Cortes de Cádiz, a Argüelles, el jefe de los liberales, le decían el Divino. Epíteto que era aplicado por sus partidarios con admiración y por sus adversarios conservadores con sorna. Lo cierto es que Argüelles, a sus 34 años de entonces, poseía amplios conocimientos sobre las más variadas materias y se gustaba cuando estaba en el uso de la palabra. Dicen que en realidad fue un inglés quien le puso el calificativo divine, porque lo encontraba algo místico, pero acabó siendo tratado con el sobrenombre de divino en el sentido español del término, o sea sublime.

Griñán, a sus 63 años de ahora, también tiene vastos conocimientos en las materias más diversas. Y también se gusta cuando está en el uso de la palabra. Ayer pudo ganarse el calificativo de divino con una excelente primera intervención en su cara a cara quincenal con Arenas. El jefe del PP buscó el cuerpo a cuerpo desde el primer minuto de su pregunta, sobre el impacto de las políticas del presidente del Gobierno en Andalucía. Pregunta trampa, que tenía por objeto identificar lo más posible la desacreditada figura de Zapatero con la del presidente Griñán. Según el relato de Arenas tienen muchísimo en común, los dos negaron la crisis, le restaron importancia, juntos han anunciado una recuperación que no llegó y han hecho previsiones presupuestarias que no se han cumplido. Entre su panoplia de críticas, incluyó que se han hecho muy mal los desembalses de los pantanos durante las inundaciones.

El jefe del PP se quejó de que el presidente Zapatero no le recibe en La Moncloa, a pesar de que representa el 43% del Parlamento andaluz, mientras se reúne con Mas que sólo representa el 35% del Parlamento de Cataluña. Y se lamentó de que el propio Griñán tampoco le recibe. Aunque puso una condición para el encuentro: no quería fotos. El presidente le contestó con una catarata de argumentos en tres minutos y medio vibrantes. Uno, que era la primera vez que pedía la entrevista que reclamaba, pero le recibiría allí mismo, en su despacho del Parlamento, en cuanto terminase la sesión plenaria. Dos, que se anticipó a la crisis con un paquete de licitación pública de 1.400 millones, en febrero de 2008. Tres, que aportara los informes técnicos que aseguraba tener sobre los desembalses. Cuatro, que comparando los presupuestos del Estado en 2010 con los últimos del PP en 2004, había no menos de 800 millones de euros en salud, educación y dependencia, en epígrafes que el Gobierno de Aznar no atendía. Cinco, que no se inauguró una sola obra de infraestructura en los ocho años de Gobierno popular. Seis, que en ese período hubo ocho transferencias estatutarias, mientras en los seis años de Zapatero ha habido 27. Y siete, que se lamenta de que se paguen con solares 784 millones de deuda histórica, pero no fue capaz cuando estuvo en el Gobierno de pagar 2.500 millones.

Cuando Arenas inicia su réplica, tiene perdido el debate. Pero entonces surge el efecto Argüelles. Arenas intenta herir el amor propio, el orgullo o la vanidad del presidente. Con éxito. Le dice que llevó al Insalud a la bancarrota cuando era ministro, que quebró el sistema de pensiones, que recortó prestaciones por desempleo, que es incapaz de una cordura humilde. Le espetó que en un año ha dejado a dos capitales andaluzas sin alcalde. La primera, Córdoba. Y el miércoles fue Sevilla, con un teletipo. Y de despedida tuvo una gentileza: felicitó a Griñán por su próximo nombramiento como secretario general del PSOE andaluz y le deseó suerte.

Pero para entonces Griñán había desconectado. Anunció que contestaría con mucha brevedad a la barahúnda de temas tratados por Arenas, que había hablado de lo divino y de lo humano. Intentó una descalificación burda del plan contra la crisis del PP, por el número de sus medidas. Se destempló al reprocharle a Arenas que mintiera sobre unos informes técnicos de los desembalses, que a todas luces no tiene. Y, finalmente, se dolió de que le hubiese acusado en un debate anterior de tener una empanada mental. Se sentó tras su parlamento y cuando vio que Arenas se acercaba para entregarle su plan contra la crisis, se levantó y se fue, mientras los suyos abroncaban al jefe de la oposición. Por el pasillo iba diciendo que las fotos las elige él.

Arenas, no nos engañemos, también se gusta cuando está en el uso de la palabra. A sus 52 años, tiene larga experiencia parlamentaria y es un buen orador. Tanto, que sus partidarios bien podrían calificarlo de divino, mientras sus adversarios lo harían con sorna. Igual que Griñán, sólo que se ha adaptado mejor al cuerpo a cuerpo y le tiene tomada la medida emocional al rival. Él pensará que no son tiempos para el florete. Y prefiere la navaja. Sin malos entendidos, aquí no hay mística alguna.

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