La Voz Invitada

Antonio Troncoso, un investigador oleícola en tiempos difíciles

  • Homenaje a la memoria del coordinador del CSIC en Andalucía entre 1993 y 1998.

Olivar.

Olivar.

La 6ª Conferencia Internacional OliveBioteq, organizada por dos centros del CSIC: El Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología (Irnas) y el Instituto de la Grasa (IG), se celebró en Sevilla del 15 al 19 de noviembre. En la sesión inaugural se me invitó a presentar el homenaje a la memoria de Antonio Troncoso, investigador, director del Irnas (1988-1993) y Coordinador del CSIC en Andalucía (1993-1998).

La trayectoria vital y profesional del profesor Troncoso es paradigmática de la contribución de su generación a la investigación oleícola en España: especialmente en Andalucía.

Antonio Troncoso comenzó su andadura profesional en los sesenta del pasado siglo, un periodo de tímido cambio. Del centenario centralismo se transitaba a intentos de colaboración mediante algunos puentes entre diferentes administraciones ministeriales. También se abrieron ventanas exteriores tras la cerrazón que supusieron la autarquía y el aislamiento internacional de las primeras dos décadas de la postguerra.

Se asistió igualmente a una tímida regionalización de la investigación agraria (CSIC e INIA), que promovió centros regionales donde antes apenas se ubicaban sucursales de la sede central.

Se crearon también nuevas Escuelas de Agrónomos, como la de Córdoba. Las publicaciones de investigación, la tarjeta de presentación de cualquier investigador en el mundo, aparecían fundamentalmente en revistas de la propia institución, en general de difusión muy restringida. Tal era, en el mejor de los casos, el destino de las tesis. Solo excepcionalmente se publicaba en revistas internacionales de referencia universal reconocida. En este período se implementaron los primeros programas de formación de científicos en países más avanzados.

Sus inicios de becario

En este contexto, Antonio entró como becario en el Centro de Edafología y Biología Aplicada del Cuarto (Cebac) de Sevilla, el antecedente del actual Irnas, en el curso 1963-64 y consiguió una beca durante dos años en la Universidad de Pisa bajo la dirección del Profesor Franco Scaramuzzi, uno de los investigadores del mundo agrario italiano de mayor prestigio internacional, aún activo a los 94 años.

Su primer trabajo, sobre biología floral en olivo, apareció en 1967 en una revista italiana. A su regreso completó su tesis sobre los suelos del olivar en la provincia de Sevilla en 1970, que publicó en Anales de Edafología y Agrobiología del CSIC en 1972.

Tras la tesis, y hasta 1984, constituyó la unidad de fertilidad de suelo del Cebac, que se amplió a la fisiología de la nutrición y propagación de plantas. En este periodo orientó sus esfuerzos, incluidas las publicaciones, a hacer institución, así como a la cooperación nacional e internacional, dos de sus preocupaciones permanentes.

De esta etapa se debe reseñar la creación del Laboratorio de Cultivo de Tejidos, embrión del actual Departamento de Biotecnología del Irnas. Personalmente conocí a Antonio en 1975, en el marco de la colaboración INIA-Csic para el proyecto INIA-FAO CEMedeto (Centro de Mejora y Demostración de la Técnica Oleícola). Este último representó el primer intento del INIA para modernizar el sector oleícola, que se abrió a la cooperación internacional a través de Escorena, la correspondiente Red Europea de FAO.

Renovación generacional

A partir de 1987, es decir al borde de la cincuentena, Antonio inició la aventura de publicar en revistas internacionales. Consciente de las limitaciones de la edad, propició la renovación generacional de la investigación oleícola en el Irnas y otros institutos del CSIC, basada en la formación de doctorandos y postdoctorados en instituciones internacionales de referencia. Esta directriz ha enriquecido el capital humano de la investigación oleícola. En concreto, el salto cualitativo y cuantitativo que ha representado el paso del Cebac al Irnas se debe en gran medida a Antonio Troncoso. Personalmente se sintió orgulloso de los nuevos equipos que impulsó en el Irnas.

El actual liderazgo de centros de España y de Andalucía que se refleja en la Web of Science (WoS), una de las bases de datos universales de publicaciones científicas, se inicia con una sola en 1972. Desde 1987 el número total de publicaciones aumenta exponencialmente alcanzando 1.890 en el periodo 2010-18, lo que supone el 32% de la producción mundial total.

Este actividad científica ha representado sin duda una de las palancas de la renovación de la Olivicultura y Elaiotecnia, a la que hemos asistido desde la incorporación de España a la Unión Europea. Desde sus responsabilidades como investigador y gestor, Antonio contribuyó decisivamente a promover la investigación oleícola andaluza y española.

Fuga de cerebros

Una reflexión final. Los actuales recortes hacen peligrar lo conseguido. El síntoma más alarmante es la emigración de numerosos científicos formados en centros internacionales de excelencia. Se necesitan medidas para su acceso a universidades, instituciones de investigación y empresas, así como mayor cooperación entre instituciones públicas y de éstas con el sector privado.

Aproximar la financiación a la media de la UE será requisito indispensable. El esfuerzo colectivo que ha propiciado el avance de la investigación y la innovación oleícola debe continuar, tal como Antonio Troncoso hubiera, sin duda, demandado.

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