Los accesorios de Saint Laurent para bucear en el mundo del creador argelino

Los accesorios de Yves Saint Laurent

Creaciones de Yves Saint Laurent. / EFE

Creaciones de Yves Saint Laurent. / EFE

Corazones, lazos o corales son algunos de los motivos que Yves Saint Laurent recreaba en sus complementos, piezas donde plasmaba sus pasiones y creencias como si de amuletos se tratara, y reunidos ahora en el libro "Yves Saint Laurent Accessories", una aproximación a la vida del modisto en detalles.

“Uno nunca puede exagerar la importancia de los accesorios. Son lo que convierte un vestido en algo más.” Esta frase, pronunciada por Yves Saint Laurent en 1977, es una de tantas que reflejan la devoción del creador por los accesorios, imprescindibles en sus colecciones.

Piezas que ahora protagonizan el libro “Yves Saint Laurent Accessories” (Phaidon), publicado en inglés, una lujosa retrospectiva a la icónica obra del diseñador a través de sus complementos que, como se remarca en las páginas del tomo, “no tienen nada de accesorio”.

Collares, guantes, tocados, botones, pendientes, cinturones. Un sinfín de detalles concentran el universo creativo de Saint Laurent, desmenuzado en capítulos que se corresponden con los motivos e inspiraciones más recurrentes del modisto, desde los corazones y las mariposas hasta la feminidad africana.

Símbolos que marcaron los orígenes de la casa francesa y acercan al lector a la figura de Yves Mathieu-Saint Laurent, en capítulos como “Motivos híbridos y amuletos de la buena suerte”, que comienza con una nota manuscrita por el modisto donde enumera sus propios amuletos.

Lilas -sus flores favoritas-, sus lápices de dibujo, una fotografía de Moujic -su perro- o la novela “En busca del tiempo perdido” de Proust son algunos de los enseres que figuran en la lista. Uno de los muchos documentos gráficos que enriquecen el libro, totalmente tintado en azul royal, incluidos los cantos de las hojas y las cubiertas, simulando un joyero de madera.

Y es que el tomo, más que una lectura, está pensado para conquistar la vista del lector, invitado a pasear entre las bambalinas del primer desfile de Yves Saint Laurent a través de fotografías voyeristas, a colarse en pleno proceso creativo desde los bocetos del diseñador, o a conocer su intimidad con instantáneas familiares.

“Uno nunca puede exagerar la importancia de los accesorios. Son lo que convierte un vestido en algo más”, dijo Yves Saint Laurent en 1977. “Aún puedo ver a mi madre a punto de ir a un baile, viniendo a darme un beso de buenas noches, con un vestido largo de tul blanco cubierto de lentejuelas en forma de perlas”, contaba el creador, rememorando su niñez en la Argelia francesa. Una escena onírica que resume el imaginario neo-romántico del modisto.

Entre las páginas también aparece Pierre Bergé, ex-pareja de Saint Laurent, fallecido en septiembre de este año y figura imprescindible en la construcción de la casa YSL. Aunque su importancia se desdibuja en el tomo, centrado en las influencias artísticas del creador más que en la evolución social y económica de su “maison”.

Imágenes de sus desfiles, apuntes rápidos, editoriales de prensa, hojas de contacto y fotografías de catálogos acaban por completar la selección gráfica del volumen, donde el texto juega también un papel fundamental para conocer mejor al genio creativo, que dio sus primeros pasos en la moda como becario de Dior.

En 1955, Yves Saint Laurent, con tan solo 19 años, comenzó a trabajar en el prestigioso taller de la casa francesa, donde aprendió a respetar la estricta etiqueta de la época, que requería un vestuario concreto para cada momento del día.

Un aspecto de la vestimenta que atravesó un proceso de cambio radical en el que el modisto participó como “testigo” y “agente”, adaptando el armario a los nuevos ritmos sociales con prendas como los vestidos de línea trapecio o el esmoquin femenino, que se podían usar a lo largo de la jornada y para distintas ocasiones.

“Como a Scott Fitzgerald, me gusta lo frenético y decadente”, dijo Saint Laurent en una ocasión, una frase que define a la perfección el romanticismo antiguo de sus diseños, inspirados en los felices años de entreguerras, lo que explica su gusto por materiales como el oro, que empleaba de manera casi mística.

“Veo a las mujeres como objetos de adoración, no solo en el sentido religioso de la palabra, sino como ídolos que cubrir con oro y ofrendas”, explicaba el modisto quien, por otro lado, no ocultaba su gusto por la bisutería. Una inclinación que puede parecer incompatible con la alta costura, pero que compartió con grandes creadores como Gabrielle Chanel, muy admirada por el argelino.

La referencia literaria al novelista estadounidense denota, además, la capacidad de Saint Laurent de beber de artes como la literatura o el teatro, donde trabajó durante años diseñando trajes, empezando en 1959 para la producción Cyrano de Bergerac.

La experiencia caló muy hondo en toda su producción, tanto teatral como de pasarela, donde extendió su capacidad creativa a la puesta en escena de sus colecciones, llenas de referencias simbólicas al mundo del arte en su sentido más amplio.

Artesanos, artistas y especialistas de distintas disciplinas fueron en muchas ocasiones la mano derecha del modisto, quien “no podía conjurar sus vestidos sin imaginar la joyería, guantes y sombreros que los acompañaran”. Por eso, colaboraba con otros creadores para hacer realidad sus accesorios de ensueño.

El libro cierra con un repaso a sus colecciones de otoño-invierno de los años 1976, 1979 y 1988, que Mauriès considera un fiel reflejo de la evolución de las joyas de Saint Laurent, desde sus primeros bocetos desdibujados hasta las más detallistas, y de su capacidad para impregnar su moda de arte, inspirándose en el Ballet Ruso o las obras de Picasso.

La muerte de Yves Saint Laurent en 2008 coincidió, de manera casi profética, con el declive de la alta costura, que acabó por sucumbir a los cambios sociales, económicos y de estilo. De aquella Haute Couture original queda su recuerdo, rodeado del mismo romanticismo que aún impregna la obra de Saint Laurent.

EFE

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