Diario de Pasión

La Virgen pudo volver a clavar su mirada en el cielo

  • Volvió a su templo al borde de medianoche tras refugiarse un tiempo en la Catedral

Siguiendo la decisión de las que le preceden, la hermandad de Amor y Sacrificio decidió retrasar una hora su salida hasta conocer si para entonces la mejoría se confirmara y diera opción a salir a las calles. Así, la Semana Santa se pudo volver silente por Madre de Dios, silencio y quietud impuestos por la hermandad que pone el contrapunto del Lunes Santo. Amor y Sacrificio fue la de siempre, lo que significa que sigue estando al lado de sus principios sin que se haya movido un ápice de lo que se estableció en los orígenes de la hermandad. Pese a lo incierta de la tarde, cualquier rincón estaba ocupado y la muchedumbre ya se extendía por los alrededores para vivir una salida que no cuenta con los ingredientes habituales de otras, lo que supone un valor añadido a la presencia de tanto público que no espera precisamente el sonido de la marcha, la maniobra costalera y el caminar de los pasos. O simplemente ver a un lucido cortejo caminando y marcando el recorrido de la hermandad con insignias y estandartes que pueden llamar a la admiración. Los que ayer se reunieron a ver a esta cofradía sólo quisieron palpar la verdad penitencial que impera en todo momento, desde su salida hasta que se recoge. Sin música, sin capirotes y sin todo lo llamativo que acarrea la presencia de una hermandad de otro tipo en la calles. Amor y Sacrificio es una cofradía diferente, atípica al gusto andaluz y fuera de la más pura ortodoxia cofrade en la que encuentran cobijo cuyas preferencias van en ese sentido. Se puso de manifiesto la larga fila de nazarenos que formaron un cortejo amplio, comprometido con su penitencia y con sus formas. Pero el aplauso sí estuvo presente cuando las andas abandonaron el dintel de Madre de Dios para poner en la calle a la Virgen, un conjunto al que tenemos hecha la retina, es consustancial a Jerez y que se mantiene pese a que las modas mandan otros caminos. La Virgen sola con la corona de espinas en sus manos y con el manto negro y amplio cayendo por detrás. Frente a ella, la alfombra alelíes y azahares que por la mañana colocaron las hermanas. Precisamente el aroma que desprende esa alfombra es otra nota del paso de la hermandad junto con el silencio sólo roto alrededor de las andas con el rachear de las zapatillas de los cargadores y le chocar de las horquillas acompasadas con el ritmo de paso.

A las 23,40 horas, la corporación nazarena, que se hallaba refugiada en la Santa Iglesia Catedral debido a un cielo negro, nublado y terriblemente amenazador dejó caer una ligera llovizna, emoprendió el retorno a Madre de Dios a toda prisa.

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