Toros

Una del colorín sin color

  • El Fandi, el torero no mediático de la terna, es ovacionado y roza el triunfo gracias a las banderillas y su entrega · Manuel Díaz 'El Cordobés' y Francisco Rivera Ordóñez son silenciados en sus respectivos lotes

GANADERÍA: Se estoquearon cinco toros de Torrestrella, desiguales de presentación y juego y un sobrero, como quinto bis, de Toros de La Plata, aceptablemente presentado y descastado. TOREROS: Manuel Díaz 'El Cordobés', de nazareno y oro. Estocada (silencio). En el cuarto, metisaca y estocada (silencio). Francisco Rivera Ordóñez, de azul marino y oro. Dos pinchazos y estocada (silencio). En el quinto, pinchazo y estocada (silencio). David Fandila 'El Fandi', de azul marino y oro. Metisaca en los bajos y estocada (saludos). En el sexto, pinchazo y estocada (saludos tras aviso). Incidencias: Real Maestranza de Sevilla. Sábado 24 de abril. Decimoséptimo festejo del abono. Lleno.

Unos dicen que es la corrida mediática, otros del cuché. Hay quien la denomina corrida del colorín y, otros, que afinan en los colores la tildan de rosa, por aquello de que dos de los toreros son pasto de la citada prensa. En definitiva, la presencia de Manuel Díaz El Cordobés y Francisco Rivera Ordóñez era determinante para considerar el festejo de ayer como un acto social, con partidarios de Díaz, en la línea populista, que le vitorearon constantemente desde los tendidos de sol y otros, seguidores de Rivera, más repartidos por la plaza, como la duquesa de Alba, que no se perdió detalle desde un palco.

Abajo, en el albero, el simpático y sonriente Manolo Díaz, personaje que me cae fenomenal. Y Rivera "¡qué guapo, Fran!", le gritaban las niñas y las no tan niñas, cuando se iba a iniciar el paseíllo. Y "¡Fandi, el banderillero!", gritaba uno, con voz ronca, como si al acertar hubiera ganado el premio gordo en un concurso millonario.

Tarde preciosa, cielo bonito y todo dispuesto en la bella Maestranza. Sin embargo, ante tanto encanto extrataurino, miramos a nuestro alrededor y comprobamos que muchos aficionados habían apostado por el rebujito y la manzanilla en el real o quizá se echaron la siesta. Sin duda, unos y otros acertaron. Porque la corrida fue bastante aburrida y pesada. Dos horas y media de duración que dieron muy poco de sí.

El Fandi, con más chispa lidiadora y valiéndose de su arma: las banderillas, se aproximó a algo parecido al triunfo. Sucedió en el sexto toro, un animal con movilidad, aunque sin clase. El granadino le dio fiesta con un par a la moviola, que no cuadró en la cara; una banderilla al violín, ligada con un par, que no prendió adecuadamente, una pasada en falso por los adentros y un par de dentro afuera. El diestro, franela en mano, se comprometió. Hubo muletazos estimables, con algún pase de pecho profundo. Y también otras suertes surgían sin temple. Es posible, tal como estaba el público, que le hubiera premiado con una oreja, en caso de haber matado a la primera. Pero el espada finiquió al Torrestrella de pinchazo y estocada y todo quedó en una ovación.

Con el tercero, El Fandi también dio muestras voluntariosas. Larga cambiada en las rayas y unos lances, de pie, con buen trazo. Tercio de banderillas explosivo, aunque no siempre cuadrara en la cara. En el último par, corriendo hacia atrás, llegó a parar al toro y parte del público, como un resorte, se puso en pie, estallando una ovación de órdago. En la muleta, con un toro que reponía, tras un comienzo vibrante en los medios, desde lejos, con la diestra, la labor se fue difuminando.

El Cordobés anduvo entre dudas ante el flojísimo y noble primero. Con el mansote y manejable cuarto, tampoco consiguió nada destacable. Eso sí, agradó a sus partidarios, con guiños a la galería, entre ellos desplantes al toro, como un aplaudidísimo cabezazo al astado.

Francisco Rivera Ordóñez realizó un trasteo discontinuo a su primero, noble. Un muletazo y se quitaba. Otro y de nuevo a colocarse. Tras devolver la presidencia al quinto por su flojedad, de nombre Bonito y de tales hechuras, que parecía tener buen tranco, saltó un sobrero de Toros de la Plata, aceptablemente presentado y descastado. Manseó y acabó echándose. Rivera prendió tres pares de banderillas, muy ovacionados, sin la espectacularidad de El Fandi, pero cuadrando más cerca de la cara. Con la muleta, el trasteo resultó plúmbeo.

Sin que en lo taurino la cosa fuera excepcional, las ovaciones sonaron por doquier. Y es que esto de los toros tiene ahora un componente social enorme. Me decía el maestro Pepe Luis Vázquez, que en su época la plaza estaba dominada por los aficionados, que eran mayoría, y que por eso a Manolete, a él y a las máximas figuras de su época no les quedaba más remedio que jugarse la vida con todo tipo de corridas, incluidas las de Miura. Y que se les medía de verdad. Y hablamos, del mosntruo cordobés, todo un mito viviente en su tiempo.

Ahora es otra cosa. Por ejemplo, parte del público se quedó ronco vitoreando suertes sin limpieza ni belleza. Había ido a ver a tres toreros: uno muy simpático, otro guapo y... "¡Fandi, el banderillero!", quien en lo taurino logró lo mejor.

Y colorín, colorado, la crónica se ha acabado.

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