Toros

La Ría se viste de toreo al atardecer

  • Generosa presencia de público en esta tradicional clase práctica de toreo de salón Los onubenses David de Miranda, Alejandro Conquero y Emilio Silvera fueron sus protagonistas

Casi a modo de paseíllo, la feria se destapó ayer torera en ese precioso entorno de la Ría onubense. El nuevo espacio abierto a la ciudad acogió ayer una de las actividades que durante bastantes años atrás ha venido significándose como el buque insignia de todo ese trabajo que de cara al aficionado la empresa onubense está dispuesta a concretar.

Tres toreros sobre ese redondel imaginario que dibujan los espacios de descanso, habilitados en forma de plaza, le dieron rotundidad ayer a esa clase magistral de Toreo de Salón que tuvo como maestros a los tres novilleros onubenses que hacen el paseíllo en la feria: David de Miranda, Alejandro Conquero y Emilio Silvera.

Tarde emotiva sin duda para el triguereño, ya que en esta feria se hará matador de toros, y de esas sensaciones "que son todo un sueño a punto de hacerse realidad", como reconoció el torero, surgieron las primeras declaraciones de una tarde en la que Conquero y Silvera hablaron "de compañerismo pero evidentemente también de competencia. A los dos nos gustará ganar ese día ante nuestra afición".

Unas trescientas personas, entre las que se encontraban muchos profesionales del mundillo taurino onubense, se dieron cita en un acto al que le puso hilo conductor el periodista Manuel Jesús Montes, incidiendo precisamente en un aspecto que resalta de pleno en los carteles de este año: José Tomás le pone glamour a la feria pero Huelva tiene cinco nombres dentro de esos carteles y en esa reivindicación estaban citados ayer esos tres toreros de la tierra.

En distintos pasajes de la tarde, los tres actuantes fueron explicando distintas suertes del toreo. Casi a cámara lenta capotes y muletas se movieron en manos de los tres protagonistas de la tarde, diseñando al aire de la Ría el trazo perfecto que el toreo de salón bien ejecutado suele mostrar.

Después de eso, el ruedo terminó haciéndose cada vez mas grade hasta desembocar justo al lado mismo de ese mar que baña con guapura a esta Huelva. Ese fue el momento de los aficionados. El tiempo de que manos infantiles jugaran con sus capotillos al modo que habían explicado los maestros. Era el principal argumento del por qué todo se había fijado de esa forma. El aficionado y el curioso que en su paseo se sorprendía de tanto colorido y revuelo. El tiempo de captar la foto que más le llega a uno y en definitiva de comprobar al natural cómo son esos artilugios que los toreros emplean con cierto empaque ante el toro a pesar de lo que pesa, como muchos aficionados expresaron con sorpresa al tenerlos en sus manos. Mientras, los más pequeños campaban a sus anchas emulando entre capotes y muletas la lección de tres toreros jóvenes que les hacían de toro.

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