feria de bilbao | séptimo festejo de las corridas generales

Ponce, solvencia de un maestro

  • El veterano diestro valenciano abre la puerta grande de la plaza de Vista Alegre tras una faena marcada por el temple y rematada por una contundente estocada

Enrique Ponce, en su salida a hombros, ayer, de la plaza de toros de Bilbao.

Enrique Ponce, en su salida a hombros, ayer, de la plaza de toros de Bilbao. / miguel toña / efe

El séptimo festejo de las Corridas Generales resultó entretenido, con una corrida de Victoriano del Río en conjunto bien presentada y de juego desigual e interesante y en la que el gran protagonista fue Enrique Ponce, quien abrió la puerta grande por su solvencia de veterano maestro. Cayetano y Ginés Marín se entregaron cada uno con sus armas.

Ponce se metió al público en el bolsillo en el cuarto toro, un colorao de seria presentación, voluminoso, pero bien hecho, y que tras flojear sacó buen fondo. El valenciano realizó una faena larga, bien estructurada técnicamente y que tuvo como mayor virtud el temple. Hubo una primera parte de la labor en la que el torero buscó ese fondo del astado a base de sobarlo. Luego llegaron momentos presididos por la estética, con el público rendido. La obra estuvo salpicada con muletazos de calidad para matar de una estocada contundente.

Ginés Marín, que corta una oreja, y Cayetano, de vacío, se entregan en sus actuaciones

Ponce alargó en exceso un trasteo sin emoción alguna con el que abrió plaza, un toro musculado, noblón, que resultó un marmolillo. Mató de pinchazo hondo y descabello y fue silenciado.

Cayetano, que debutaba en Vista Alegre, mandó a sus banderilleros cambiar los palos tradicionales de la plaza por los comunes e Iván García, con los palitroques revestidos con los colores de la bandera española y entre división de opiniones antes de que los prendiera, clavó dos soberbios pares y las palmas echaron humo. Cayetano inició de rodillas una labor arrebatada que no cobró vuelo ante un toro bajo mínimos en poder. Mató de pinchazo y estocada y fue ovacionado.

Cayetano estuvo voluntarioso con el bajo y complicado quinto. El diestro, que había recibido al astado con una larga cambiada, falló en la suerte suprema y fue silenciada la labor.

El tercero fue devuelto al partirse un pitón en un burladero. Se corrió turno y Ginés Marín logró algunos apuntes interesantes al natural con un toro con escaso recorrido. Falló con los aceros para ser ovacionado.

El feo sexto, difícil, tenía mucho que lidiar. Marín, que brindó a Ponce, se entregó desde el comienzo del trasteo hasta el final. Peleón, robó muletazos por ambos pitones en una labor en la que en el epílogo fue cogido al perder pie tras revolverse el toro. Se libró milagrosamente de una cornada en el cuello cuando yacía en la arena. Ese hecho y su gran disposición fueron decisivos para que, tras una certera estocada, fuera premiado con una oreja.

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