Treinta años de alternativa. Fue un veintiséis de septiembre en Nimes cuando ese chiquillo torero al que Huelva ya seguía con pasión se hacia matador de toros de manos de otro Litri, su padre.

En pleno corazón del barrio del Matadero sigue haciendo camino un añeja tertulia taurina. Varias generaciones de toreros y casi ochenta años de vida distinguen esa casa de Los Litri.

Anoche, en esa encrucijada que marca el tiempo y el espacio, se encontraron sendos protagonistas. Uno, para recibir el testimonio y homenaje de quienes perduran en la vida como litristas. La otra, con sus puertas abiertas de par en par para acoger sin remedio a Miguel Báez Spínola, quien no parece más sino que los veintiséis de septiembre marcan su trayectoria profesional. Porque si aquella Feria de la Vendimia de Nimes del 87 marcó historia, también fue otro veintiséis de septiembre, esta vez del 99, cuando el torero dijo que esto del toro se había acabado.

Todas esas cosas, y las que caben en treinta y cinco minutos más, son el argumento con el que se resuelve ese cariño inmenso con el que su gente, la de tertulia y toros, quiso demostrarle a Miguel que la pasión litrista no se le ha muerto a Huelva, aunque ahora mismo no haya nadie de la dinastía cruzando el albero.

Sencillo y cercano. Sin apreturas innecesarias, Litri se dejó llegar ameno y conversador sobre lo que a la postre fueron los números más significativos de sus años de matador de toros. Dio pie a ello la figura del crítico taurino onubense Vicente Parra, aficionado a hurgar en la estadística y la historia de los personajes y que poco a poco fue desmenuzando esos mil ocho festejos que el propio protagonista reconoció como tardes toreadas. Cifra propia de unas temporadas "demasiado intensas para mi gusto". "Una época en la que si no toreabas más de cien corridas parecía que no habías toreado", dijo Miguel.

Compañeros y amigos. Los tertulianos y los que aun más cerca, en esas tardes de corrida, compartieron tardes de compromiso y paseíllo.

"Miguel ha tenido la virtud de que al margen de que se le reconozca su valía, le han querido los toreros. Yo creo que es lo mejor que se puede decir de alguien como este Litri". Hablaba Paco Ojeda. El sanluqueño se dejó llegar a esta tierra a favor de querencia de esa amistad que profesa por el compañero. Y no fue el único, porque junto al homenajeado se sentaba también otro onubense: Emilio Silvera. "Teníamos sueños de chiquillos y nos unió el toreo", dejó dicho Emilio. Y El Tato. Aquel de la corrida de Ibargüen en Sevilla un día de tanta taleguilla como lluvia caía en La Maestranza. "Estaba en figura y era el primero que llegaba a entrenar", aseveró el matador de toros maño.

Sea como fuere, lo cierto es que a este Miguel, que sigue buscando cada vez que puede esa cercanía con Huelva, le llegaron también los testimonios de la gente del toro que vivió esos primeros pasos del onubense cuando al becerrista le buscaban las cosquillas por confirmar su determinación para ser torero.

No cabía en el ojal de la camisa la insignia de oro que le dio su Tertulia. "Es para traje, aclaró Sebastián Castilla, el presidente para esta nueva época de la tertulia, y quien además abrió, con sus palabras de bienvenida, el acto.

Sería otro Castilla, José, quien recibiera de manos de Litri ese obsequio que sus compañeros y amigos quisieron hacerle llegar por "tantos años como presidente de la entidad en una de las épocas más difíciles de estos ochenta años".

Junto a los ya mencionados estuvieron también entre otros el novillero Emilio Silvera, el cantaor Arcángel, el subalterno Miguel Conde y el que fuera mozo de espadas de Litri, Pepe Chávez.

Treinta años de alternativa de un Litri. Veinticinco de esa coronación canónica de la Patrona onubense, que uno de los presentes quiso argumentar desde "lo bonita que es la coincidencia para ustedes que sois tan cinteros".

Tertulia, admiración y homenaje torero. El remate fue más tarde, tarea de una copita con jamón. Cosas de Huelva.