feria de san isidro | cuarta de abono en la plaza de las ventas

Fortes, recital de valor y buen toreo

  • El malagueño, con firmeza y quietud, realiza una faena con temple al sexto, que rubrica con una estocada contundente y el presidente deniega, injustamente, un trofeo ganado a ley

Fortes, en una de las dos vueltas al ruedo clamarosas que dio tras despachar al sexto toro en Las Ventas.

Fortes, en una de las dos vueltas al ruedo clamarosas que dio tras despachar al sexto toro en Las Ventas. / juan carlos hidalgo / efe

La corrida de Pedraza de Yeltes, con un promedio de 622 kilos de peso -el segundo alcanzó los 660-, estuvo sin embargo dentro del tipo gracias a la enorme caja de los toros, todos de pinta colorada. En cuanto al comportamiento, resultó en su conjunto bonancible y con falta de brío y a menos.

Cuando el festejo estaba a punto de ser enmarcado como insulso, Fortes dio un recital de valor y buen toreo, para matar de estocada entera contundente. Tras petición de oreja mayoritaria, el presidente decidió denegarla. Se ganó a pulso una bronca enorme y el torero fue obligado a dar dos vueltas al ruedo. El malagueño se empleó ante este sexto, largo como un tranvía, bien armado; único toro que cumplió bien en varas y que llegó reservón a la muleta. Fortes se enroscó en una media verónica interminable tras citar con una tijerilla. Con una firmeza y quietud impresionantes, dio con el sitio y la distancia para una gran faena que brindó a su padre y que comenzó con unos bellos doblones. Fue cogido y sufrió una tremenda voltereta cuando muleteaba con la izquierda. Ni se miró. Con la diestra, relajado, se la jugó, impertérrito, dibujando muletazos templados y muy ceñidos, siendo coreados con oles por el público. El diestro se tiró de verdad a matar y enterró la espada arriba. El público pidió mayoritariamente la oreja y el presidente, José Magán, injustamente, la denegó; escuchando una sonora bronca por su decisión. El personal, entregado, entusiasmado por la actuación, le hizo dar al torero dos vueltas al ruedo clamorosas.

Los sevillanos Manuel Escribano y Daniel Luque, silenciados en sus lotes

Fortes, con el tercero, un animal voluminoso que calamocheaba algo en la muleta y que acometía de manera desigual, consiguió algunos muletazos interesantes dentro de una faena que no alcanzó altura.

El que abrió plaza embistió con nobleza, aunque sin entrega ni brío. Escribano, tras un tercio de banderillas desigual, brindó a Adolfo Suárez Illana una labor que careció de emoción. Mató mal.

Escribano, tras una larga cambiada de rodillas a portagoya, lanceó bien a la verónica en el recibo al cuarto, alto, que derribó a al picador Sanlúcar. El diestro asustó al público con un par de banderillas de infarto, al quiebro por los adentros, arriesgadísimo. Brindó a Manolo Campuzano un trasteo que tras un buen comienzo con la diestra, con muletazos por la espalda y en una buena tanda, se diluyó pronto como el toro, que se vino abajo de inmediato.

El segundo, Bello de nombre, tenía buena estampa pese a sus 660 kilos -fue el de mayor peso del encierro-. Derribó en el primer encuentro, enganchando a la cabalgadura por los pechos. En la muleta, desarrolló nobleza. Luque consiguió una buena tanda diestra y brilló al natural especialmente en una serie con muletazos con profundidad. Epílogo con un circular invertido y un pase del desprecio. Mal con los aceros.

Con el corniabierto quinto, que resultó manejable, Luque concretó una labor sin historia que rubricó al primer envite.

El público salió indignado ante la decisión del presidente en el sexto por no conceder una oreja de ley a Fortes, que convenció totalmente a la afición madrileña. Un Fortes que dio un recital de valor y buen toreo.

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