Toros

Emociones, pero incompletas

  • José Tomás, que reaparecía en Granada, cortó el rabo del quinto toro en una faena seria y muy importante, aunque le faltó la redondez de un buen toro. Luque le acompañó en su salida a hombros

Era la tarde más deseada de la Feria, en las taquillas se había colgado el cartel de 'no hay billetes', preludio de una tarde en la que se esperaba algo muy grande en la plaza. Reaparecía José Tomás tras su grave percance de Jerez y, además, y como valor añadido a la expectación, volvía a Granada tras su retirada de los ruedos.

Pero dicen que no hay alegría completa, y así discurría la tarde con el pobre -por blando, desrazado y soso- encierro de Núñez del Cuvillo. Finito de Córdoba había estado aseado y pinturero en el primero, y José Tomás muy medido y torero en el segundo toro. Daniel Luque le daba dimensión a su faena en el tercero. Pero faltaba algo grande, muy grande, y era a lo que los desplazados desde cualquier punto geográfico -sin desmerecer a nadie- habían venido a ver, a José Tomás.

El toro a favor de estilo no salía y las esperanzas se desvanecían poco a poco, ¿tanto esperar para aquel toro? Pero amigo mío, apareció la mano izquierda del maestro de Galapagar. Su solvencia, solidez, y valor frío, sin trucos, aparecieron en el ruedo, y aquello sí que tuvo importancia.

En el recuerdo estaba la tarde anterior, con tremendas emociones de El Fandi y Sebastián Castella. Los estilos del francés y José Tomás son los que la gente tiende a comparar. Ambos inmutables, ambos valientes, muy comprometidos, pero diferentes.

Pensábamos en una faena vibrante, emotiva y de poner el vello de punta, como la de Castella, pero fue imposible, era muy diferente el toro. Lo que está claro es que fue distinta, pero muy importante.

Había salido 'luminoso' al ruedo, quinto en el orden de lidia y de 519 kilos. Sin demasiada fijaza en el capote, corto viaje y con tendencia a toriles. Mansurrón en el caballo y enemigo de las peleas.

Quite de frante y por detrás de José Tomás, sin moverse. Había que animar aquello, y su disposición era tremenda, la del toro no. Se va al centro del anillo acompañando la embestida del astado, trincherillas, pases por bajo, todo muy torero.

No puede forzar en la primera tanda por el pitón derecho. Lleva muy tapado al animal, pero dobla en el encuentro. Vuelve a ponerse para la segunda, acompasa la escasa embestida, y el toro que se raja. Todo lo hace el madrileño.

Da tiempo José Tomás para intentar darle aire al oponente, pero pese a no molestar ni forzar, no transmite nada. El de pecho de remate fue larguísimo. A partir de ahí venía lo mejor, lo realmente serio.

Muleta en la mano izquierda, el toro se lo piensa, pero el torero no. Acomete al animal, firme como un roble, lo lleva de largo, ligado y remata con un pase de pecho que copiaría cualquier pintor.

Sin duda estábamos viendo lo mejor. Mide la embestida, y otra vez liga la tanda al natural, con torería y sin enmendarse. La trincherilla de remate, de cartel.

Pierde pasos en la tercera tanda por el pitón izquierdo, se acopla a un toro ya rajado, se arrima y no se inmuta. Había podido lucir sólo en tres tandas naturales, pero cuando tienen esa importancia, no hace falta mucho más.

El público ya estaba entregado a una faena de gran calado, seria y comprometida, pero aún faltaba rematarla. Dos trincherillas, el toro a tablas. José Tomás da el pecho y se pone en la trayectoria del toro -donde cogen los de su clase-. Lo que pasó ya lo imaginábamos, lo cogió. Pero no fue nada. Ayudados por alto muy toreros, estocada y rabo. ¡Qué pena de toro!

Importantes también fueron sus detalles en el segundo. Los primeros olés ya a la verónica. El toro no transmite nada y acabó siendo un marmolillo. Los toques para cambiar la trayectoria del toro, con un José Tomás muy firme fue lo más destacado de una faena muy medida, con quietud y torería, pero sin toro.

Grata sorpresa también Daniel Luque en su primero. Realizó una faena redonda, comprometida y variada, con un toreo muy lento, ajustado en numerosas ocasiones y sentido desde el principio. Con un circular, arrimón, otro circular más y una trincherilla, pero sin dejarse enganchar nunca, remató una buena actuación.

Incómodo y descompuesto el sexto, no dejó a Luque ponerse en compostura. Decisión y aguante en una faena muy voluntariosa, pero con un toro difícil.

Finito de Córdoba realizó dos faenas de las llamadas estéticas. Se fue sintiendo en el primero, y a cada tanda iba alargando los pases. Las tandas resultaban ligadas y artísticas. Algún lance tuvo hondura, y sobre todo, el de Córdoba se gustó. El cuarto tuvo buen son, y Finito alargó la mano por el pitón derecho, templando y con fases torerísimas. Al natural se acopló menos.

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