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La grandeza en 90 minutos

  • ¿Decisivo? Un Sevilla reforzado tras su repaso al Racing afronta sin miedo la hazaña de batir al Barça para amarrar la Champions Órdago El rutilante equipo azulgrana sabe que ganar hoy vale una Liga

Este deporte llamado fútbol quedará representado en toda su dimensión esta noche, cuando a eso de las nueve de la noche Undiano Mallenco ordene el comienzo de un pulso al que la palabra partido se le queda pequeña. Desde la óptica local, el Sevilla se juega la Champions; desde la óptica universal, el Barcelona se juega la Liga, nada menos que un título de Liga. ¿Cabe más atractivo en 90 minutos de un encuentro ordinario de un campeonato liguero? No es una final, pero como si lo fuere.

Nervión, una plaza habituada últimamente a partidos de rango superior, se apresta a otra noche digna de esmoquin, una noche donde entra la técnica, el físico pero también el carácter y la templanza para manejar una tensión extrema.

Cuando quedó configurado el calendario de esta Liga, allá por julio del pasado año, muchos se pararon a analizar la penúltima jornada. En ella aparecía emboscado un Sevilla-Barcelona que podía contener una carga explosiva si en las 36 jornadas precedentes el campeón y actual líder no era capaz de escaparse de sus rivales. Y así ha sido. El Real Madrid de Pellegrini ha aguantado el fortísimo ritmo del bloque azulgrana, se recuperó del 0-2 en el reciente clásico y llega a las dos últimas jornadas con un solo punto de desventaja. Por eso esta noche nos encontramos con un partido grande de verdad. Un partido que, ahora que tenemos la Plaza Nueva sembrada de puestos de libros, podría admitir muchísima literatura. Pero sólo de la mejor, de la que esté a la altura de lo que hay en juego.

El Barça depende de sí mismo para revalidar su título de campeón de Liga, y el Sevilla tampoco tiene que mirar a nadie para sellar su objetivo preferente de la temporada, volver a agarrar una plaza para la próxima Champions, aunque tenga que visarla en la fase previa de agosto. Ambos creen que está en sus manos. Ambos llegan reforzados tras sus victorias recientes. Ambos cuentan con un puñado de jugadores que estarán en el próximo Mundial. Y a la evidente superioridad técnica de los barcelonistas responden los sevillistas con el factor campo y el factor psicológico de lo que aconteció en los octavos de final de esta Copa, cuando los blancos acabaron con el mito de que Guardiola había hecho indestructible a su Barça.

Entonces, el Sevilla salió por su propio pie de Nervión no se sabe cómo, después de que el Barcelona diera una fabulosa disertación en la segunda parte -en la primera hubo un gol mal anulado a Negredo- que se topó con la inspiración de Palop. No bastó el gol de Xavi para remontar el 1-2 que se trajo el Sevilla del Camp Nou la noche de la Cabalgata de Reyes, y el equipo entonces de Jiménez tomó tal impulso con su gesta que ahí está, preparando su final copera.

Pero hoy todo será distinto. El Sevilla no parte con un resultado a favor que defender. Tiene que salir a ganar, porque sólo así se asegurará llegar a la última jornada en Almería dependiendo de sí mismo para abrochar su nueva participación en la Champions. Si los blancos no derrotan al Barça esta noche, tendrán que encomendarse a que el Mallorca no saque los tres puntos de Riazor. Si los baleares, hoy un punto por debajo del Sevilla, vencen y vuelven a la cuarta plaza, afrontarán la última jornada con todo a favor, recibiendo en Son Moix a un Espanyol en chanclas.

Los sevillistas deben sentirse como Hércules se sintió antes de sus doce trabajos. Derrotar al mejor equipo del mundo, cuando el mejor equipo del mundo sabe que se juega posiblemente la Liga en esos 90 minutos. Casi nada. Porque si el Sevilla teme que el Mallorca le adelante en la recta final, lo mismo le ocurre a los azulgrana con su más odiado rival, el Real Madrid, que espera ganar al Athletic en el Bernabéu, que el Barcelona tropiece en Nervión y que el liderato pase a sus manos.

Hay pues muchísimo en juego de una y otra parte. Mucho más que lo que se litigó aquella noche copera de enero. Hoy no está Jiménez en la banda, será Antonio Álvarez quien dé las órdenes desde la banda, y el sevillismo no repartirá sus miradas entre el banquillo y el terreno de juego. Sólo mirará a la hierba.

¿Y qué esperan los suyos que haga este Sevilla sobre el pasto? Que recuerden el fútbol alegre, abierto y ofensivo del pasado miércoles para salir hoy con fe y determinación. No aguarda un Racing mortecino, lo hará un equipazo como quizá no se ha visto otro, que además jugará un órdago a la Liga. Pero Álvarez ha insistido en las vísperas en que el miedo no se ha colado en su vestuario, que su equipo va a salir sin complejos a jugar sus armas.

Está claro que el Barcelona querrá la pelota, la iniciativa e imprimirá un altísimo ritmo de juego con Xavi como maestro de ceremonias, pero un equipo de Champions como es este Sevilla tiene recursos para hacer descarrilar a ese fabuloso tren de alta velocidad. Los blancos tendrán que estar muy concentrados cuando no tengan la pelota, jugar con las líneas muy juntas y acudir a presionar lo más arriba para que Messi, Pedro, Daniel o Xavi pululen lo más lejos del área de Palop que puedan. Y recuperar la pelota en el mediocampo del rival para que la velocidad de Navas y Capel, más la calidad de los puntas, procure ocasiones ante una defensa que, no se olvide, es tan sobresaliente como su ataque. A un lado, la Champions; al otro, la Liga. Qué noche la de hoy en Nervión...

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