José Julio Reyero. CAPATAZ DE SERVITAS Y AFLIGIDOS

"La carga debe tener un lado físico y otro emotivo"

  • Reyero es uno de los capataces más veteranos y que más pasos ha mandado en la ciudad

José Julio Reyero, delante del palio de Servitas el pasado Viernes de Dolores.

José Julio Reyero, delante del palio de Servitas el pasado Viernes de Dolores. / Lourdes de Vicente

José Julio Reyero es uno de los capataces más veteranos de la Semana Santa de Cádiz. Heredero de Manolo Merello Rubio del Aceite, ha cargado y mandado algunos de los pasos más emblemáticos. Hoy volverá a llevar el martillo ante Afligidos y estrenó los desfiles procesionales con Servitas.

-¿Cómo empezó en la carga?

-Siendo muy joven acompañé a mi amigo Pepe Millán a un pleno de mayordomos, porque antes no existía el de hermanos mayores. Entonces se hacía en el Salón de Plenos del Ayuntamiento. Nos habíamos hecho cargo del Grupo Joven de la orden de Siervos de María tras la muerte de Don Francisco Serrano, y me llamó muchísimo la atención que hombres de prestigio en la ciudad discutieran intensamente pasar el salario de los cargadores de 75 pesetas de la época a 125 pesetas. Entonces me dije: yo quiero cargar un paso para ver qué es eso, por curiosidad. Estoy hablando de 1969, y ese año, ya el Rubio del Aceite, que ha sido mi amigo, mi maestro, al que he querido muchísimo, pues ya sacaba, entre otros, Afligidos y la Virgen de los Dolores, y como en mi casa el señor de los Afligidos había sido santo y seña, pues me hizo una ilusión enorme, lo hablé con él y pude empezar con su cuadrilla. Tuve la suerte de debutar el 14 de abril del 69. Además, conocí a gente con la que hoy día aún tengo una relación de amistad grande. He llegado a tener en la cuadrilla a hijos, y hasta nietos, de algunos de aquellos hombres.

-¿Y cómo fue esa primera vez?

-Pues muy bien, tanto que quise repetir el Viernes Santo pero no me dio la opción, y a raíz de ahí pues ya me enrolé con él.

-¿Qué es lo que más le llamó la atención de Manolo Merello El Rubio del Aceite?

-Pues sobre todo la forma de ser y de tratar a los hombres, a los cargadores. Tenía una personalidad impactante, hombre cariñoso, de carácter fuerte, pero en las distancias cortas era entrañable. Así que empecé con él y ya fui a todas las procesiones con él. Hemos hecho en Domingo de Ramos, Borriquita desde San José en los años 70; Lunes Santo, teníamos los dos pasos de La Palma, Misericordia y Virgen de las Penas; Martes Santo, la virgen de las Angustias de Ecce-Homo; Miércoles, Sentencia; Jueves Santo, Afligidos y Sanidad y Viernes Santo, Dolores.

-¿Y cuál es su peor momento dentro de un paso cargando?

-Pues ese año sacamos el Cristo del Ecce-Homo, ese paso de Angulo que por dentro era incomodísimo, y ese sí me dejó marcado porque fue muy sufrido. Pero después he disfrutado muchísimo debajo de un paso. Con Angustias de Ecce-Homo, con Dolores, Afligidos, tengo grandes momentos. Yo siempre he dicho una frase muy cariñosa, que antes íbamos 45 borrachines y no pasaba nada.

-Jejeje... Era otra época.

-Sí, otro sentido el de la carga. Se cobraba, y mi maestro siempre interpretó eso como un trabajo que se hacía y que tenía que ser remunerado, independientemente después de la devoción o de lo que cada uno hiciese después con el dinero. Yo soy de la opinión que la mejor penitencia no es ir descalzo ni nada de eso, sino meterse la mano en el bolsillo y darle 100 euros a la cofradía.

-¿Y cuándo inicia su etapa de ayudante primero y capataz después?

-Cuando Manolo empezó a tener problemas de salud decidimos sacar sólo un paso por noche, porque llegamos a tener cuatro. Estuve también de manigueta con él y a principios de los 80 quiso que fuera con él de ayudante. Empecé con el Cristo de la Piedad, en el antiguo paso dorado que tenía, el que se llevó el temporal al agua. Poco a poco fui cogiendo un poco más de protagonismo porque su salud estaba un poco quebradiza y tuve que asumir más responsabilidad. Y en agosto del 89 se le ocurrió fallecer y nos dejó solos, aunque lo seguimos llevando en el corazón, con mucho cariño. Y en el año 90, previa consulta con la cuadrilla, que me dio su confianza, pues seguí solo.

-¿Con qué paso debutó como capataz?

-Pues con Piedad, ya con el paso nuevo. Y ese mismo año saqué también Angustias de Caminito porque teníamos muchos lazos allí. Pablo Chaves, en Caminito, al que recuerdo con un cariño especial, igual que Paco Molina, que era mayordomo en Piedad, me dieron una grandísima confianza, de lo contrario no habría sido posible. También un compañero mío de trabajo, Carlos Rojas, que estaba en Piedad, me animó muchísimo a continuar.

-¿Y se parece usted en la forma de entender la carga al Rubio del Aceite?

-No. Yo puedo ser su discípulo, pero no nos parecemos en la forma de interpretar las cosas ni en carácter ni en nada. Yo me he quedado con una esencia de él pero somos muy distintos. La cuadrilla que en ese momento tenía él era muy buena pero tenía algunas cosas que no me terminaban de gustar, por mi forma de ser, porque yo también me baso mucho en el cariño a los titulares, en el trato, en la educación, no sólo en venir a buscar un jornal. Recuerdo que en Sentencia regalaba el dueño del Horno El Laurel una boba de pan y los avíos del puchero en el mercado de la Merced. Más que cargarla en lo físico, yo quería que también se hiciera en lo emotivo. Hice unas cuantas reformas y salió bien.

-¿Ha cambiado mucho la carga en estos más de 40 años que lleva usted metido en este mundo?

-Una barbaridad. No tiene nada que ver lo que yo conocí con lo que hay ahora. Me quedo indiscutiblemente con lo que hay hoy en día pero sin olvidarme que para llegar hasta aquí ha habido que pasar por lo de antes.

-Porque claro, tampoco se pueden cambiar las costumbres de un pueblo de un día para otro.

-Pues no. Yo tengo ejemplos de los años 80: la recogida de Señor de la Misericordia y la Virgen de las Penas, que llegaban a La Palma a la una de la noche y nos recogíamos a las cinco de la mañana porque íbamos para acá para allá, y eso la misma Junta de Gobierno lo promocionaba, y a lo mejor el cargador venía reventado. Y a los pocos años se quería cambiar esa mentalidad de golpe y porrazo. Y eso no puede ser, tiene que haber una transición en el tiempo.

-¿Los cargadores le llegan más preparados ahora?

-Vienen más preparados en el físico, pero yo creo que se ha perdido un poco el espíritu de sufrimiento, y los pasos, por mucho que se cuadren, por mucho que se miren, son sufridos, date cuenta que en ocho metros cuadrados hay que meterse 48 personas a más de 40 grados, y ese espíritu de sufrimiento me da la sensación que se ha perdido. Antes la gente que venía a cargar más curtida, de profesiones que exigían mucha dureza, había mucha gente de la estiba del muelle, de la carga, hombres que tenían unos hombros...uff... Lo que sí viene ahora es gente que hace pesas, footing, bien fajados, y sobre todo con un conocimiento de la hermandad que también es importante, porque eso hace que la persona le tenga más cariño. En esa forma ha cambiado para mejor.

-¿Y en el trato?

-En eso sí que hemos ido a mejor, porque antes todo se tenía que hacer por la fuerza de la voz y ahora se razona todo en este mismo tono en el que estamos hablando. En definitiva, la educación también ha cambiado mucho.

-¿Tiene la espinita clavada de no haber podido sacar algún paso en concreto?

-Había uno que me hubiese gustado haber mandado, que era el Señor de la Misericordia. Siempre le he tenido una cosa especial, pero por las circunstancias nunca se dio. Lo he cargado, como a la Virgen de las Penas, pero no he sido su capataz y, por cuestiones de edad, no aspiro ya a hacerlo.

-Y este año centrado en Servitas y Afligidos.

-Exacto. Cumplo 25 años mandando el paso de Afligidos, del que en el último Cabildo me nombraron capataz perpetuo. Y este año no sacamos la Virgen del Amparo de Borriquita, a la que hemos sacado los últimos 11 años.

-¿Y por qué?

-Bueno, pues la Junta de Gobierno, en una explicación breve, me dijo que quería hacer un cambio de cuadrilla y puso punto y final a una trayectoria de 11 años en los que fuimos porque había que ir un año y se le cogió un cariño bastante grande. Al igual que tampoco pedí una explicación cuando me llamaron la primera vez, tampoco me han dado una de por qué han dejado de llamarme, ni yo la he pedido.

-¿Cuál es el paso más complicado que ha cargado o dirigido?

-A mí se me hizo muy difícil el año que salimos con Piedad en el paso de Buena Muerte después de que el suyo cayera al agua. Ese año procesionó solo el crucificado y por culpa de la altura tuvimos muchos problemas. También los primeros años de El Perdón con el nuevo paso, que era un barco enorme, con 78 hombres dentro y sólo cuatro fuera. Ese lo llevé ayudando al Rubio del Aceite. La primera vez que procesionó no hubo previsión por parte de la cofradía y cuando llegó a Compañía, a la altura del Seminario, el paso no entraba. Hubo que girar al Señor, ponerlo mirando a la pared del Seminario, y prácticamente a empujones se metió.

-Sin querer polemizar demasiado pero no puedo resistirme a hacerle esta pregunta. ¿Si fuera capataz del Perdón entendería la medida de no procesionar este año?

-No lo puedo entender. Primero porque la Junta de Gobierno tiene una base importante de razón, el Consejo por su parte también, pero creo que se podría haber llegado a un acuerdo, porque es una lástima que El Perdón se quede sin salir. Yo creo que a lo mejor es un error de base, que igual en los estatutos no se debía de aceptar lo de horarios de salida, siempre que tenga que compartir el resto de la jornada con otras hermandades, porque si cada una tuviese en sus estatutos que tiene que salir a una determinada hora pues sería imposible organizar una Semana Santa. Y creo yo que es una medida demasiado drástica, me da la sensación que ha faltado diálogo.

-¿Qué le dice un capataz a una cuadrilla en ese momento malo en que se puede venir abajo?

-Hoy día es complicado que pase eso porque todo el mundo trabaja con relevos. Antes sólo quedaba apelar al sentido de la responsabilidad, al compañerismo, animarse unos a otros, alguna vez hacer algún cambio de sitio, y tener devoción. Hoy día todo el mundo suele trabajar con dos cuadrillas.

-¿Su peor noche como capataz?

-Pues a finales de los 90, con mi Virgen de los Dolores, pasé una noche complicada. No llevaba relevos, esa Virgen pesa mucho de adelante, y la cuadrilla tuvo un bajón físico importante que se solventó con corazón, pero al final se pasó mal. Ese año habíamos hecho una maratón buena, porque con la misma cuadrilla habíamos hecho Piedad, Angustias de Caminito, Afligidos el Jueves y apenas 19 horas después los hombres estaban cargando Servitas, un paso duro donde los haya. Ahí tomé la determinación de que no me podía pasar nunca más eso, y entré con los nuevos tiempos a los seis palos.

-¿Entiende la controversia que se genera a veces con el cambio de la forma de cargar de Cádiz, estilos más o menos sevillanos?

-Eso tuvo su época pero hoy día no creo que haya mucho debate. Han cambiado un poco los estilos, nos hemos adaptado todos a los nuevos tiempos, antes interpretar una marcha aquí no se pensaba por nada del mundo, no se valoraba. Se han metido movimientos que no son autóctonos pero que se han ido adaptando a los tiempos, meter el izquierdo a las vírgenes, y hoy se ve dentro de una normalidad. De fuera hay que traerse lo mejor. Me parece más importante el respeto y la educación cuando pasa una cofradía. Ahora se ha puesto un poco más de moda eso del doble paso, por el tema de las distancias, pero ya digo que no creo que haya polémicas en los estilos.

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