Semana Santa

Procesiones rogativas en el Cádiz del S. XIX (y 2)

  • La ciudad recurrió al Nazareno y a la Patrona contra el brote de cólera morbo asiático

EL invierno de 1855-56 fue muy severo en Andalucía. La provincia gaditana, en particular, sufría el duro temporal de frío y lluvias torrenciales que anegaron campos y que trajeron la falta de alimentos entre las clases menos pudientes. En Cádiz, la Archicofradía de la Palma decidió sacar en procesión de rogativas a su imagen titular en la jornada del 10 de enero de 1856, rezándose una novena en la capilla una vez finalizada la salida procesional. La crónica que ofreció la prensa de la época nos ofrecía una visión tan detallista como explícita de lo vivido ese día en la feligresía de La Palma:

"Carecemos de voces para explicar de una manera exacta la devota impresión que produjo ayer en la multitud que circundaba la capilla, la vista de la Virgen en la calle. Como por encanto hombres, mujeres y niños se prosternaron ante la imagen de la madre de Dios. Por los alrededores de la iglesia vimos que había muchos hombres de mar, y al ver correr las lágrimas por los tostados rostros de aquellos marinos, algunos de los cuales se habían quizás salvado estos días de una muerte casi segura, no pudimos menos que conmovernos al contemplar su religioso entusiasmo. La oración es un benéfico rocío que restaura su lozanía a la flor marchita de su corazón. Las preces son el más eficaz remedio en las aflicciones del hombre. Tal se vio ayer en la inmensa concurrencia que transitaba por la estación que recorrió la rogativa. Acompañaban la imagen de la amorosa Madre del Crucificado gran número de personas con faroles, el estandarte y las demás insignias de la hermandad, así como también el venerado y antiguo guión, que hace un siglo, el 1 de noviembre de 1755, fue conducido por un santo barón hasta el sitio de la calle de la Palma, donde ya llegaba el mar. El capellán de la hermandad era el que ayer guiaba el rosario, al que contestaban a coro y con la mayor devoción las personas de ambos sexos que seguían la rogativa, y otro sacerdote llevaba un crucifijo. Diversas calles recorrió la procesión, reinando el mayor orden y compostura entre la multitud que se apiñaba en el tránsito. Pero al llegar la rogativa al campo de Capuchinos, el cuadro que ofreció a nuestra vista fue majestuoso, imponente, sublime. De un lado veíase el encrespado mar con sus rugientes y embravecidas olas, cubriendo algunas de ellas la muralla; del otro, a más de cinco mil personas, prosternadas, descubiertos los hombres sus cabezas, y todos en actitud suplicante. Y en medio de aquel religioso pueblo, descollaba en sus preciosas andas Nuestra Señora de la Palma, con su bellísimo rostro, al que se dirigían las miradas de todos suplicándole intercediera con su divino Hijo para que cese la calamidad que nos aflige".

No todas las procesiones eran para pedir la divina intercesión del Señor y de su Madre en adversidades, también tenemos el caso de una salida en acción de gracias, con motivo del embarazo de la Reina María Cristina de Austria, segunda esposa del Rey Alfonso XII. El 1 de mayo de 1880 salió en procesión desde la Catedral el Cabildo junto a una representación del consistorio, acompañados de las imágenes de los Santos Patronos San Servando y San Germán con destino al Santuario de la Patrona, el Convento de Santo Domingo.

Nuevamente, en 1885, se declara un nuevo brote de cólera morbo asiática en Cádiz. Ante tal adversidad, se vuelven a recurrir a sus imágenes devocionales, en este caso, a Nuestro Padre Jesús Nazareno y a la Virgen del Rosario. Las iconas se trasladaron hasta el primer templo gaditano, en el que se celebró un Solemne Triduo. Se compuso un rezo ex profeso para estos cultos dedicado a ambas imágenes devocionales, además de las devotas coplas del Perdón y del Rosario que eran entonces tradicionales. El Prelado cerró el último día del Triduo, que, debido a la avalancha de gente, hubieron de colocarse bancos incluso en el presbiterio, llenándose por completo las capillas laterales. El cronista afirmaba que fueron 5.000 personas, 1.000 hombres y 4.000 mujeres, las que comulgaron, teniéndose incluso que ir a la parroquia del Sagrario -Santa Cruz- y a la de Santiago a recoger más formas y durando la comunión casi dos horas. A la finalización de la misa, Monseñor Calvo y Valero imploró a la Virgen del Rosario y a Nuestro Padre Jesús Nazareno a que libraran a Cádiz de la epidemia que la amenazaba.

En ese mismo año, el día 1 de noviembre, se celebraba en la catedral una misa y una Te-Deum en agradecimiento por la supresión definitiva de la epidemia. En el templo estaban las imágenes de Nuestro Padre Jesús Nazareno y la Virgen del Rosario, con lo que supuestamente ambos iconos devocionales permanecieron en la Seo desde el inicio de la función de rogativas, en el mes de agosto. El martes 4 de noviembre se celebró el funeral en sufragio por los fallecidos por el cólera, y una vez terminada la misa se produjo la procesión de regreso de las imágenes del Nazareno y la Virgen del Rosario a sus respectivos templos:

"Después de las honras, que terminaron cerca de las doce, se verificó la procesión para conducir a sus templos las imágenes de la Virgen del Rosario, de la iglesia de Santo Domingo, y Nuestro Padre Jesús Nazareno, de la iglesia de Santa María, que se hallaban en la Basílica desde la función de rogativas.

La mitad o más del vecindario de Cádiz se hallaba congregado en la plaza de la Catedral y calles de tránsito. Fue un espectáculo conmovedor e imponente, ver a aquella multitud, en el momento de aparecer las imágenes a la puerta de la Catedral e ir a descender la rampa, prosternarse en su mayor parte rodilla en tierra, dando prueba de sus sentimientos religiosos. El repique de las campanas, los ecos de la música tocada por una banda militar, y el golpe de vista pintoresco y brillante de la larga comitiva, contribuían a producir en los circunstantes una de esas impresiones del ánimo que nunca se olvidan.

Después de depositadas las referidas imágenes en sus templos, la comitiva con las efigies de los Patronos, regresó a la Basílica, y una vez en ésta, el señor Obispo, que había ido descalzo durante toda la procesión, subió al púlpito, pronunciando una oración admirable por la facilidad de dicción y la belleza de los pensamientos".

Mientras se libraba la guerra en Manila, el 22 de mayo de 1898 se celebraba en la iglesia castrense una misa para la bendición de la bandera del batallón expedicionario de Filipinas. Dos días después, el obispo dispuso que saliera la Virgen del Rosario en procesión de rogativas por el triunfo de las armas españolas. Sin embargo, fueron los Patronos de la ciudad los que procesionaron hasta Santo Domingo como describe la siguiente crónica:

"La procesión de rogativa celebrada esta mañana para impetrar el favor divino en pro de los ejércitos españoles, débase a la iniciativa del obispo de esta diócesis. El acto ha revestido gran solemnidad. La procesión salió de la catedral, formando en el cortejo las órdenes religiosas, las escuelas católicas, el clero parroquial y los cabildos catedral y municipal. Iban las imágenes de los patronos de Cádiz. La procesión se dirigió al convento de Santo Domingo, donde se encontraban comisiones de todos los cuerpos de la guarnición, corporaciones y autoridades civiles, y multitud de fieles. En dicho convento se celebró una solemne misa, regresando después a la catedral. Las calles del tránsito estaban llenas de gente".

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