Jueves Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Jueves Santo y Madrugada en la Semana Santa de Cádiz 2024

Miguel Delibes de Castro. Biólogo

"No sé separar la experiencia del viaje de mi pasión científica"

Acude a la cita en una vieja bicicleta, ya un poco desgastada por el tiempo y con un freno pendiente de ser revisado en el taller. “Me han robado varias”, dice Delibes de Castro, casi sin que el periodista empiece a preguntar. “Pero ésta la puedo dejar dos o tres días cerca de la estación de Santa Justa cuando voy a Madrid y no me la quitan”. La usa para cruzar todos los días el Parque de María Luisa, en Sevilla, camino de su lugar de trabajo, la sede de la Estación Biológica de Doñana en el Pabellón de Perú. “Por las mañanas lo recorro para ir hacía allí y por las tardes suelo venir a correr. Me gusta sobre todo porque transmite tranquilidad, aunque últimamente ha habido demasiada obra, demasiado polvo, y hasta hace nada pasaba el tráfico por aquí”. ¿Algo de particular que le llame la atención? “Las cotorras, porque siempre me recuerdo de pequeño, con mi padre y mis hermanos, visitando parques que están llenos de loros. También, alguna vez, he venido con mi hijo y hemos recorrido el parque desde un punto de vista botánico, haciendo un estudio de los árboles”.

Aunque es capaz de mencionar lugares preferidos de Sevilla, como el barrio de Heliópolis, la calle Betis, el Postigo del Aceite o la plaza del Salvador, Miguel Delibes de Castro se define como “poco urbano” en sus gustos. Y, además, confiesa que mezcla el trabajo con el placer en esto de viajar. “No sé separar la experiencia del viaje de mi pasión científica”, afirma rotundo, y en su preferencia están “los paisajes que se ven distintos de lo habitual y las gentes de otras culturas, menos globalizadas”. Para muestra, varios botones. Entre febrero y marzo del año pasado viajó a la selva amazónica acompañado por tres científicos de la Estación Biológica de Doñana y un profesor de la Universidad de Huelva. El objetivo estaba, curiosamente, vagamente relacionado con su nueva ocupación, la de coordinar los programas de protección del lince ibérico. Se trataba, en concreto, de buscar huellas de jaguares y pumas en la zona. “El trabajo se enmarcaba en un proyecto de investigación para saber la abundancia de felinos en hábitats cerrados; lo que hacíamos era cuantificarlos y saber su velocidad de marcha. ¿Cómo? Colocábamos arena en los caminos y así podíamos ver las huellas de estos animales”. Otra experiencia de viaje y trabajo fue la que le llevó, hace dos veranos, a las islas del Golfo del Mar de Cortes, junto a la Baja California. Se dedicó, básicamente a emular a Darwin con el análisis “de la evolución de especies diferentes de lagartijas mediante métodos genéticos moleculares”. Miguel Delibes de Castro también ha estado hace poco en la Patagonia argentina, donde ha tenido la oportunidad de analizar el comportamiento de las aves de presa. En todos estos casos ha podido comprobar que el trabajo le aporta experiencias vitales que, de otro modo, quizás no viviría. “Es verdad que trabajo en el marco de un programa científico, pero al mismo tiempo conozco cómo vive la gente. En el Amazonas pudimos comer pescado asado acompañados por una tribu indígena. Los cazan con un machete”.

Que su vida viajera esté muy vinculada a su vocación no quiere decir que no viaje por el simple placer de hacerlo. Los dos ejemplos que menciona están relacionados, curiosamente, con la bicicleta. Con algunos de sus hermanos y varios sobrinos recorrió Islandia en círculo, el verano pasado. Hizo nada menos que mil kilómetros, y pudo ver desde cómo se pesca el bacalao hasta esos puertos del país invadidos de pájaros. “Una vez íbamos muertos de frío, con las piernas temblando y un camino lleno de rugosidades y de pronto se nos aparece una chica en biquini. La explicación es que allí había un arroyo de aguas termales, pero aquello ya no se te olvida. Parecía cosa del realismo mágico”. Hace dos veranos, hizo algo similar, pero por Peaña y con más familia. Partieron del pueblo de Sedano, en Burgos, y se dirigieron a Finisterre. Más de 700 kilómetros. Y en bici. Siempre la bici presente en la vida de los Delibes. El patriarca, el padre, escribió ya hace muchos años un relato, Mi querida bicicleta. Y el hijo sigue haciendo honor a él todos los días, camino del trabajo.

Tags

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios