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CASAS VIEJAS

Castigado por enfrentarse a unos señoritos

  • Juan Gutiérrez recaló en Setenil tras ser arrestado por defender a un ciego

Juan Gutiérrez López nació el 11 de noviembre de 1901 en la casa cuartel de la Guardia Civil de Alcalá de los Gazules. Fue el tercero de seis hermanos, uno de ellos hembra. Allí pasó su infancia y juventud hasta que su padre pasó a la situación de retirado y se fueron a vivir a San Fernando.

Juan era un muchacho instruido, con buenas calificaciones en lectura, escritura y aritmética. Tenía una estatura superior a la media de la época, pues alcanzaba casi un metro setenta y dos.

Cuando contaba tan sólo 18 años de edad ingresó en filas y sirvió como soldado en el Regimiento de Infantería de Cádiz número 67, que por aquel entonces tenía su acuartelamiento repartido en las bóvedas de Santa Elena y San Roque, tras las murallas de Puertatierra.

En el servicio militar destacó por sus aptitudes castrenses. Estaba bien considerado por sus mandos, que lo ascendieron al empleo de cabo. Dispuesto a continuar los pasos de su padre y vistiendo todavía el uniforme del Ejército, no tardó en presentarse a los exámenes del benemérito Instituto, donde ingresó como guardia segundo de Infantería al cumplir la veintena.

Inicialmente fue destinado a la Comandancia de Sevilla, donde apenas permaneció un par de meses, ya que fue trasladado con carácter forzoso a Barcelona. Allí tuvo que permanecer hasta mayo de 1925, mes en el que pudo por fin pasar a la Comandancia de Cádiz y fue enviado al puesto de Vejer de la Frontera.

En esa localidad conoció a la joven Oliva López Fernández, con quien al año siguiente, tras recibir la oportuna autorización militar, contrajo matrimonio canónico. Según la normativa interna de la época, era incompatible continuar destinado en la localidad de su esposa, por lo que tuvo que marcharse junto a ella a un nuevo destino: el puesto de Casas Viejas, por entonces una pedanía de Medina Sidonia. En la casa cuartel de esa aldea nació la primera de sus hijas, a la que bautizaron con el nombre de Quiteria.

Poco antes de la proclamación de la Segunda República, Juan Gutiérrez pidió traslado al puesto de Chiclana de Frontera, donde nació su segunda niña, a la que llamaron Manuela. Allí sufrirían la desgracia de perder por enfermedad a su hijita Quiteria cuando contaba tan sólo cuatro años de edad.

Lo más relevante de su vida profesional aconteció al ser uno de los guardias civiles que acudieron en auxilio de sus compañeros de Casas Viejas cuando se produjeron los sucesos revolucionarios del 11 de enero de 1933.

Apenas dos años después, en abril de 1935, se vio implicado en otro hecho de mucha menor trascendencia pero que lo encaminó hacia la tragedia de su destino final.

Juan y su compañero de pareja, el guardia civil Bernardo Domínguez Pendón, reprendieron a los hijos de un cacique local cuando observaron que estaban maltratando de palabra a un pobre anciano invidente. Se originó entonces una discusión que terminó llegando a las manos y donde parece ser que los señoritos llevaron la peor parte. Cuando trascendió el incidente y sus superiores consideraron que se habían excedido, ambos guardias fueron sancionados con quince días de arresto cada uno. Además, Juan fue destinado con carácter forzoso al puesto de Setenil de las Bodegas, también en la provincia de Cádiz.

Trasladado allí con su esposa e hija, nació en la casa cuartel, el 19 febrero de 1936, tres días después del triunfo electoral del Frente Popular, su único hijo varón, al que le dieron el nombre de Juan. Con el paso del tiempo, también sería guardia civil.

Transcurridos un par de meses, Juan Gutiérrez tuvo que acudir al hospital militar de Cádiz para ser reconocido por los capitanes médicos Alejandro Rodríguez Solís, Manuel Torrecillas Carrión y Antonio Reboul Blanco. Sufría una fuerte otitis que llevaba tiempo padeciendo y los médicos dictaminaron en acta suscrita el 5 de junio que era “de absoluta e imprescindible necesidad el uso de dos meses de licencia por enfermo en la localidad de Vejer de la Frontera”.

Elevada cinco días después la oportuna instancia por conducto reglamentario, ésta no fue resuelta favorablemente en el negociado correspondiente de la Inspección General de la Guardia Civil en Madrid hasta el 7 de julio siguiente. Entonces se ordenó su comunicación al interesado por mediación del 16º Tercio de Málaga.

Sin embargo, Juan nunca llegó a disfrutar de ese necesitado reposo. Aunque se desconoce si llegó siquiera a tener conocimiento de que se le había concedido, la realidad fue que cuando once días después se inició la sublevación militar contra la República y se declaró el bando de guerra en Cádiz, Juan Gutiérrez continuaba junto a su familia en la casa cuartel de Setenil. Su trágico final, al igual que el de sus compañeros, ya estaba marcado.

Setenil de las Bodegas fue escenario en las semanas siguientes de la violencia ejercida por diversas columnas de anarquistas procedentes de la vecina provincia de Málaga, que en varias ocasiones se presentaron allí para imponer su particular terror entre aquellas personas que se hallaban preventivamente detenidas por considerarlas afines a la sublevación militar.

Si en la mayor parte de las poblaciones de la provincia de Cádiz la brutal represión ejercida por los militares sublevados comenzó sin que hubiera existido acto violento previo alguno por parte de los leales al gobierno de la República, el caso de Setenil fue bien diferente.

Aproximadamente una quincena de vecinos de esa localidad fueron asesinados por los anarquistas malagueños, procedentes en su mayor parte de Montejaque y Ronda. Juan fue uno de ellos. Nadie le dio la oportunidad que él había dado tres años antes a dos detenidos en los sucesos de Casas Viejas.

Estando detenido y desarmado, corrió la misma suerte que su comandante de puesto, el recién ascendido brigada Diego Salcedo García, los guardias civiles Francisco García Bocanegra y Pedro Jiménez García así como el aspirante Marcelino Martín Avilés, que acababa de aprobar los exámenes de ingreso para la Benemérita.

La casa cuartel fue saqueada y las viudas de Juan y de los demás guardias civiles fueron obligadas a ponerse pañuelos rojos al cuello y a servir comidas y bebidas a los milicianos, hasta que estos huyeron antes de ocupada la localidad por una columna de sublevados.

Entre las otras víctimas de aquella represión anarquista se encontraba el teniente coronel de Carabineros Joaquín Salas Machacón, ya retirado por la edad y antiguo jefe de la Comandancia gaditana. Tenía un hijo, llamado Luis, que era teniente de la Guardia Civil y estaba destinado en la capital gaditana. Luis Salas había sido en junio de 1935 el oficial designado para custodiar al capitán Rojas durante los días en que se celebró el segundo juicio en la Audiencia Provincial de Cádiz por su responsabilidad en los sucesos de Casas Viejas.

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