Provincia de Cádiz

El restaurante Antonio se lanza al mar de Zahara

  • La nueva estética de una de las catedrales del atún en la provincia ofrece al público su cocina marinera para darle una mayor conexión con el mar

Los hermanos Mota en un salón que han puesto para recibir a los clientes.

Los hermanos Mota en un salón que han puesto para recibir a los clientes. / d.c.

Unos grandes ventanales dejan ver la playa de Zahara de los Atunes en todo sus esplendor. En el plato, el mar de "comé" con mariscos, pescados y mucho atún. Una especie de puesto de mercado muestra lo último que ha llegado de la lonja. Una barca de madera, escoltada por cuatro sofás de película, preside una estancia para tomar el aperitivo…es la nueva estética de una de las catedrales del atún de la provincia, el restaurante Antonio.

Es como si el restaurante se hubiera querido acercar más al mar, casi "mojarse" los pies con las olas. Antonio, una de las catedrales del atún de la provincia de Cádiz, situado en Zahara, muy cerca de la urbanización de Atlánterra, acaba de remodelar por completo la estética de su establecimiento con la idea de que el espacio esté más acorde con su cocina marinera.

El trabajo se lo encargaron a uno de los grandes especialistas en creación de ambientes de la provincia, el interiorista Alvaro Linares, con el que ha colaborado también el diseñador gráfico Rubén Gil, de Mesa 12, que ha desarrollado la nueva imagen del establecimiento.

Antonio ha estado cerrado varias semanas para adaptar las estancias a la nueva estética y abrió sus puertas de nuevo antes de la Semana Santa. Los hermanos Mota, Juan Antonio, Carlos y Alejandro, que regentan este complejo hostelero y hotelero, resaltan que "estamos muy contentos. Los clientes que han venido nos han elogiado mucho la calidez de los nuevos espacios, la luminosidad de los comedores y que la playa esté tan presente a través de los ventanales".

El salón principal del restaurante, con capacidad para un centenar de personas, está presidido por dos grandes ventanales, de varios metros cuadrados cada uno. La playa se ve inmensa. En el interior todo es luz: mesas y sillas blancas, al igual que el mobiliario. Sólo unos toques de madera, unas llamativas lámparas y un juego de azulejos en blanco y negro rompen la claridad. Linares parece haber creado un marco discreto para que lo que viene en los platos luzca aún más.

El restaurante ha reforzado notablemente su zona de tapas, la primera con la que se encuentra el cliente cuando llega. Hay una barra decorada con madera y losas hidraúlicas con el logotipo del establecimiento. Frente a ellos unas mesas largas en las que cabe una decena de personas. Hay también otras para dos. En todas ellas sobresalen unos llamativos sofás para sentarse. La estancia aloja también una bodega, que separa la zona de tapas del comedor, una especie de puesto de mercado donde está expuesto el pescado del día y, al final del pasillo, unas cristaleras donde se alojan los premios y la historia del establecimiento fundado por Antonio Mota, el padre de los actuales gerentes, en 1981.

La carta de tapas y platos para compartir es amplia. Se incluyen las versiones actualizadas de algunos de los premios obtenidos por el establecimiento en la ruta del atún y nuevas visiones de algunos de los clásicos del establecimiento como su bocadillo de calamares, ahora presentado en mollete. También se pueden tomar algunos de los platos famosos del establecimiento, pero presentados para compartir.

Están sus "romanitas" de cigalas, unos trozos de este marisco pelado y rebozado, las ortiguillas fritas o en revuelto, las tortillitas de camarones o unas croquetas de carabineros. La parte final de la oferta de platos para compartir se centra en el atún con una decena de especialidades que van desde un surtido con distintas partes del atún a la plancha, al tartar o unos tiraditos de atún con cítricos, un guiño a la cocina peruana ahora tan de moda.

Una de las novedades incluidas tras la remodelación del establecimiento es la inclusión de un salón en el que los clientes pueden esperar mesa o tomarse una copa tras la comida. La estancia, también caracterizada por un gran ventanal a la playa, está presidida por una barca rotulada con el nombre de "Lola" en alusión a la madre de los hermanos Mota. La barca es la barra de servicio y a su alrededor hay cuatro sofás tipo Chester. La estancia tiene incluso carta propia a base de bebidas largas, cócteles, y algunas conservas de la marca La Cala de Albert Adriá para picar.

Los vinos se han cuidado mucho en esta nueva etapa del restaurante. Se da prioridad a los jereces, que abren la carta. Es ya tendencia de los restaurantes de tronío de la provincia, abrir carta con lo nuestro, dejándose de tanta Riojitis que afectaba al sector.

En cuanto a la carta general, el atún ocupa un lugar de referencia con más de veintena de propuestas en torno a él. El establecimiento refuerza su lado marinero. Se pueden tomar diferentes piezas "al aceite de oliva" y hay variedades poco comunes como el rodaballo, muchas veces capturado en la zona. La oferta varía según el mercado pero la colección de pescados y mariscos disponibles suele ser amplia. Hay también retinto y la carta de postres tiene también una carta de vinos especial para acompañarlos.

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