Secuestro en sanlúcar Avanzan las investigaciones

Los raptores debían dinero a Ávila

  • El empresario mantenía litigios en los tribunales con dos de sus secuestradores: con el cabecilla, Pueyo, que no terminó de abonarle unos bienes. y con el de las baratijas, que no pagaba la renta del local alquilado

Rafael Ávila Tirado pagó el pato por partida doble. Por pertenecer a una familia adinerada, liderada por su padre, el patriarca, Rafael Ávila Camacho, un yesero que con los años y mucho trabajo, ha conseguido acumular un ingente patrimonio, y por haberse fiado de una panda de estafadores que le debían dinero. El móvil del secuestro era económico por partida doble. Hay "un contenido emocional" extra en el asunto, ha podido saber este diario que han establecido las investigaciones que se siguen para sacar a la luz la aterradora historia del rapto del empresario sanluqueño, liberado por los Geos tras un duro cautiverio en un chalé de Almonte durante 16 días.

Al frente de la trama, los dos morosos de Ávila, los viejos compinches del Arny, Luis Miguel Rodríguez Pueyo y Manuel Ibáñez García, encarcelado el primero y absuelto el segundo en el caso de los abusos sexuales a menores en el pub sevillano. Con los dos mantenía litigios en los tribunales Ávila.

Fue Ibáñez, natural de Sanlúcar, el que habría apuntado hacia Rafael, una presa que se antojaba fácil. Padre de familia responsable, pasaba los días de su casa al trabajo y viceversa. Vivía despreocupado, sin medidas de seguridad : cuando fue secuestrado la alarma de su chalé estaba averiada, llegó a contar su hermano José Manuel.

Ibáñez compró una vivienda en la promoción que Ávila había realizado en la Casa Palacio Las Palomas, muy cerca de la plaza de abastos de Sanlúcar. Después, le alquiló un local en la misma promoción para montar el ya mentado negocio de baratijas, local que ocupaba por la cara: dejó de abonar la renta en septiembre. El sanluqueño lo demandó y poco antes de su secuestro, tuvo lugar el juicio. Manuel no compareció. Sí lo hizo su abogado, que entregó las llaves y dijo que su cliente pagaría.

Al tiempo, entró en escena el compinche de las juergas del Arny, Pueyo, quien, a través del peculiar entramado de sociedades (las creadas en Madrid, que tuvieron su sede en El Puerto dos años y ahora están radicadas en Sevilla, junto a la ficticia Euro Asset Management de México) también invirtió en la promoción de la casa palacio: adquirió una vivienda, un garaje y dos trasteros. El litigio era por los últimos, que no acabó de pagar.

La familia de Rafael sospechó pronto de Ibáñez: no era normal que el que acababa de ser demandado por impago fuera con cara compungida a la sede de la constructora Avisur para interesarse por el paradero del empresario.

La Policía, tirando de este ovillo primero y después de las llamadas realizadas desde Madrid al intermediario de los Ávila (se controlaron miles de cabinas, lo que da idea del enorme despliegue policial realizado) fue montando las piezas del puzle que acabó de completarse entre los días 16 y 17, víspera de la liberación. Ya para entoces se habían descubierto las relaciones familiares y empresariales (ver cuadro adjunto) entre las piezas clave de la trama, además de los morosos, los sobrinos de Pueyo, los hermanos Rodríguez de Sousa, y Raúl Brey, y se cercó el chalé de Almonte propiedad de este último. De allí fue visto saliendo Pueyo. No cabía duda; dentro debía estar Rafael. Narcotizado, encadenado y orinándose encima, se comprobaría luego.

A las dos de la mañana del 18-J, llegó la hora D. Al mismo tiempo se detenían en Madrid a los peones, que han quedado en libertad con cargos; los Geos reventaban el garaje en el que estaba cautivo Ávila, deteniendo a sus dos guardianes, Brey y Giles (100.000 euros iba a cobrar éste por el trabajito); y se irumpía en el domicilio de Sevilla, en la sede del entramado empresarial, en el que estaban Pueyo e Ibáñez en ropa interior. El primero intentó cerrar la puerta y se resistió. El segundo, con una papelina de coca encima, gritó y trató de huir.

A las ocho y media de la mañana del día siguiente, en Sanlúcar, era detenido el que financiaba el secuestro, el sobrino millonario de Pueyo, el que dijo a la juez que le tocaron dos millones a la Lotería, en una vivienda que posee en la urbanización de Martín Miguel.

Con él se cerraba el círculo de la variopinta trama urdida por Pueyo, quien se alojó en Sanlúcar en un hotel en mayo para ultimar preparativos, y que daba las instrucciones para llamar a la familia. Primero, desde cabinas de Jerez y El Puerto, y luego, desde Madrid al intermediario. Desde allí llegó un sobre también con la prueba de vida, la foto de Rafael sosteniendo un ejemplar del Marca del día 5 de junuo, tres después de ser raptado. Otro sobre fue dejado por debajo de la puerta de la casa del intermediario: estaba claro que tenían infraestructura en Sanlúcar. Y el círculo se cerró.

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